En las dos semanas anteriores estuvieron circulando por redes sociales y diversos medios algunos discursos que me llegaron hondo. Me refiero al de Alejandro González Iñárritu, José Mujica y Fernando del Paso. Intercalados con estos, de manera irónica, también escuchamos los ya habituales de nuestros súper cínicos políticos, quienes siguen pensando que nos creemos y tragamos sus palabras gastadas y sin fondo. A estas choteadas peroratas no vale la pena mencionar en lo que hoy quiero compartir.

El primero en sorprendernos, durante la ceremonia de la entrega de los Óscares, fue Alejandro González Iñárritu quien, después de dedicar los premios a sus colaboradores y personas cercanas, expresó su deseo de que los mexicanos tengamos el gobierno que merecemos y que los inmigrantes mexicanos en EU sean tratados con dignidad. Creo que coincide con los deseos de muchos. González Iñárritu comprende bien que para lograr un objetivo se necesita del trabajo y la colaboración de muchos.

Después, un extraordinario ser humano, José Mujica, se despedía de la presidencia del Uruguay, agradeciendo no sólo el cariño, el compañerismo, los abrazos y las críticas (sí, un presidente que agradece la crítica… ¡Wow!); sino que además, con toda la sabiduría y sensatez de un hombre maduro que ha sabido llevar su vida congruentemente, hizo referencia a la diferencia entre el egoísmo y la solidaridad. Entendiendo al egoísmo como un mecanismo natural para preservar la vida propia y de nuestros seres más cercanos y a la solidaridad, como aquel que sirve para la supervivencia de la especie y no solo del individuo. Mujica apostó durante su mandato (y lo ha hecho a lo largo de su vida) a la solidaridad, a la conciliación, a no dejarse seducir ni amedrentar por la insaciable ambición y el egoísmo, propios ni ajenos.

Y después, pudimos conmovernos con el discurso del escritor Fernando del Paso, al recibir el Premio José Emilio Pacheco. Un hombre, también ya maduro a sus casi 80 años, que nos habla de la frustración y del saber asumir, humildemente, la responsabilidad de lo que hemos permitido que suceda con nuestro país. Un hombre que nos habla del costo social, económico y político de la indiferencia social y cultural que nos caracteriza y que obligadamente nos hace cuestionarnos: ¿qué es lo que hemos hecho mal? ¿En qué momento permitimos que este México se convirtiera en lo que es ahora? ¿Qué falta por suceder para que comencemos a mirar al otro México que sí existe? Si pueden, búsquelo, porque es un discurso fuerte y acertado que nos retrata a todos como una sociedad cómplice de lo que nos sucede.

Los mexicanos nos jactamos de ser cálidos y solidarios, pero los hechos y nuestra historia nos muestran que el egoísmo impera ante todo, incluso, ante la oportunidad de convertir a este país en una nación sustentable para todas y todos.

¿Qué hacer para que este desasosiego y desesperanza no nos carcoman? No nos queda más que apostarle, como sociedad, a la solidaridad, partiendo desde nosotros mismos; a la participación social, a ver más allá de lo que acontece dentro del círculo personal o familiar. No nos queda más que terminar de entender que lo que afecta a unos, afecta a todos. Comprender que la protesta de esos grupos indígenas y/o campesinos por preservar la naturaleza y salvaguardarla de las compañías mineras y del fracking, no solo es por su “cachito” de terreno, sino por el agua y la tierra de los que subsistimos todos, del aire que respiramos, incluso quienes de un plumazo o mediante un soborno aprueban leyes y hacen las concesiones. No nos queda más que unirnos a las ONG’s, periodistas valientes y a las voces críticas para pedir que no vuelva a ir una comitiva de casi 200 personas a una gira oficial, que se castigue –de verdad- a quienes cometen fraude y malversación de fondos públicos, que se recupere ese dinero y con eso se salde la deuda pública y los gastos verdaderamente urgentes y ya no se invierta el dinero de las afores para dar créditos al gobierno, cuando no tiene solvencia. Presionar, por todos los medios posibles, para que termine esta partidocracia, verdadera enemiga de la democracia, que nos tiene vendidos e ignorados; y para que se abran espacios para los ciudadanos realmente preparados y responsables, con proyectos que no solo velen por los intereses de unos cuántos, sino por el bien común, por la sustentabilidad ecológica, económica y social. Apostemos por la supervivencia de esta nación a la que amamos y pertenecemos, cambiando nuestra idiosincrasia.

Ojalá en México lleguemos a lograr la transformación social tan profunda que requerimos para que seres humanos como Pepe Mujica (íntegros, congruentes), sean nuestros próximos gobernantes. Nos urge gente responsable, con verdadera visión y vocación de servicio. Nos urge una sociedad que practique más la empatía, la participación y la solidaridad. Nos urge hacernos responsables de nuestro presente y de nuestro futuro.