El viernes de la semana pasada nos enteramos de la caída de dos personajes sobresalientes de la actualidad nacional. Por un lado cayó Servando Gómez, llamado La Tuta. A manos de las “fuerzas de seguridad del Estado”. Y por otro lado, menos de doce horas después, cayó Jesús Murillo Karam, llamado el “Yo ya me cansé”, que dirigía una parte importantísima de esas “fuerzas de seguridad del Estado”.

¿Qué diantres pasó ahí? O en términos más técnicos, ¿dónde quedó la bolita? La captura de La Tuta no es poca cosa, como el propio gobierno federal se ha encargado de cacarear, y los principales periódicos del mundo —y los no tan principales— le han hecho eco. ¿Por qué le quitan pues a don Jesús la espléndida ocasión de colgarse esa medalla que a todas luces se merecía? ¿O no la merecía?

Y si no lo merecía ¿por qué? Que alguien explique. Igual no lo vamos a entender —no se puede armar un rompecabezas del que no tenemos todas las piezas— pero es importante fijarnos en la secuencia de los acontecimientos.

El jueves por la noche, a las siete —hora poco habitual — es nombrada subprocuradora Arely Gómez. A las dos de la mañana, ya del viernes, es capturado La Tuta. Dos horas después, el secretario de Gobernación despierta al Presidente y le informa del logro. Nadie despierta al Procurador. No hace falta, hace noches que no duerme. Ese mismo mediodía, Murillo es destituido y enviado a pastar ovejas. La tarde del viernes Peña propone a la diligente Arely como Procuradora.

El Senado dirá que sí, sólo eso faltaba. Para eso está.

A esta cronología le falta un item. Dos. El miércoles 21 de enero, hace un mes y un tercio, el comisionado en Michoacán (llámelo usted supragobernador o directamente virrey) Alfredo Castillo es defenestrado. A él ni ovejas le tocaron. Las explicaciones son más que insuficientes.

Y, por otro lado, según las explicaciones, casi anónimas, de las mentadas “fuerzas de seguridad”, La Tuta había sido localizado desde la madrugada del 6 de febrero, día de su cumpleaños, cuando los amigos, sicarios y amigos de los sicarios llegaron a su escondrijo con “pasteles y refrescos”, novia incluida. Sólo faltaron los mariachis. Nótese también la ausencia de bebidas alcohólicas. Templarios al fin.

Digamos que, tragones como somos, nos la tragamos. Pero, entonces, ¿por qué se esperaron tres semanas para la gran première? ¿O lo habrán detenido desde antes y apenas nos dijeron?.