No me lo crea. Es posible que, según el área geográfica y los ingresos, las opiniones difieran. Lo que puedo asegurarle es que no será una diferencia abismal: todos están –estamos, dijo el otro– apanicados (acojonados, dirían nuestros ibéricos amigos) porque el año pinta mal, muy mal, y si las cosas parecen ennegrecerse a nivel nacional, quienes aterrizamos en cómo le irá a Veracruz, de plano nos ponemos del color de una vieja hoja de papel bond, amarillenta, y solo un vientecillo nos regresa el alma.

Y es que no se necesita ser economista para imaginar cómo nos pintará 2015 en nuestros bolsillos. Los precios del petróleo se han desplomado en más del 50 por ciento, el dólar llegó ayer a niveles de 15 pesos con 40 centavos, y la bolsa de valores ha estado de un carácter tan inestable que cualquier chasquido puede hacerla caer y caer y caer.

El mayor problema no es solo que esta situación se vive en México, sino que vivimos en Veracruz. El gobierno de Javier Duarte de Ochoa había sustentado un discurso en que vislumbraba una extraordinaria bonanza para la economía estatal este año, como consecuencia de enormes inversiones derivadas de la reforma energética, tanto de capital nacional como principalmente de capital extranjero. El problema es que todo parece estar detenido, y se mantendrá así, con una actitud conservadora, porque los precios del crudo estarán muy bajos en el largo plazo.

Varias inversiones en infraestructura que hubieran podido detonar a la región sur-sureste, a la que pertenece Veracruz, se han detenido o cancelado, a raíz del recorte por más de 125 mil millones de pesos anunciado por el gobierno federal; el proyecto de unir los puertos de Coatzacoalcos, Veracruz, y Salina Cruz, Oaxaca, ha salido del bufet, y Petróleos Mexicanos ha sido una de las dependencias a cuyo presupuesto le han aplicado la tijera más grande, por lo que muchos proyectos regionales que hubieran podido generar empleo y riqueza, principalmente en el sur veracruzano, deben olvidarse.

La tan mencionada autopista Xalapa-Córdoba, una de las tantas promesas de campaña de Javier Duarte (como la de Tuxpan-Tampico) y que, se supone, este año se haría realidad, prácticamente se ha cancelado, y si en 2014, cuando se hacían gastos inconcebibles para mal adecuar la infraestructura deportiva de los Juegos Centroamericanos y del Caribe, el titular del Poder Ejecutivo tenía la ilusión de resarcirse con sus paisanos gracias a las inversiones públicas y privadas derivadas de la reforma energética, ya puede ir pensando en que su gobierno pasará a la historia como el que frenó la economía de Veracruz.

Por si todo ello fuera poco, habrá que señalar que una de las más importantes fuentes de ingresos para el presupuesto estatal, las ganancias por la venta del petróleo, tendremos que descontarla este año, porque el presupuesto federal apenas sobrevivirá con las garantías adquiridas con antelación, que permiten que las empresas aseguradoras provean lo necesario para resarcir un súbito déficit.

Ya sabemos que la economía veracruzana se encuentra en la quiebra. Mal haríamos en decirlo de otra manera, cuando en los últimos meses al gobierno duartista le ha costado cumplir incluso con los compromisos laborales, con retrasos inéditos en el pago de salarios, pensiones y demás prestaciones, lo que ha sido considerado como un signo ominoso de su incapacidad para mantener la estabilidad de las finanzas públicas.

La escasísima obra pública de los primeros cuatro años de gobierno se verá pulverizada en los últimos dos. Es una desgracia que, pese a que señala que ha hecho posgrados en economía y finanzas públicas, Javier Duarte de Ochoa no haya logrado echar para adelante a la economía, gracias a un equipo de colaboradores que no saben la materia de sus funciones. El único sector que ha logrado mostrar crecimientos más sólidos es el de servicios, turismo y gobierno, mientras que los que se refieren a la industria y el campo han mostrado comportamientos negativos, que han jalado para el sótano el producto interno bruto (PIB) estatal.

Para desgracia nuestra, 2015 es año electoral, y si en algo saben invertir nuestras autoridades estatales (además de en gastos suntuarios), es en procesos electorales, tema que por desgracia desviará miles de millones de pesos que debían ser orientados al menos al pago de la enorme deuda que heredará nuestro joven gobernador.

Ya se imaginará quien haya llegado hasta esta línea los enormes problemas que padeceremos todos los veracruzanos, desde quienes viven en las zonas marginadas del campo hasta los profesionistas, empresarios y empleados públicos. Y no se ve quién pueda echar una cuerda para salvarnos de la debacle, porque el gobierno de Enrique Peña Nieto tiene suficiente para ver cómo va a tratar de que el crecimiento de la economía no muestre signos de debilitamiento tales que nos amenace con la recesión.

No hay otra cosa que hacer que encomendarnos a varios empleos, si es que el cretinismo político de gobierno y partidos y la violencia que ha tomado nuevamente fuerza en la entidad nos lo permiten.

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