Todos los veracruzanos estamos preocupados por la salud afectada de nuestro más reconocido escritor vivo. El domingo 1 de febrero, Sergio Pitol ingresó al Hospital Ángeles con una hemorragia intestinal, y a las horas vespertinas en que escribo esto del jueves 5 ya había salido de un estado digno de terapia intensiva y se le consideraba estable, aunque todavía delicado.

Junto a los achaques de su organismo, nuestro gran narrador -que recibió el Premio Cervantes en el año 2005- ha tenido que enfrentar algunos problemas familiares, fruto natural por el hecho de que dejaría un gran legado literario pero también una buena fortunita, construida honestamente a lo largo de muchos años de intenso trabajo; trabajo como diplomático en muchas embajadas de nuestro país en el mundo (“Me fui por seis meses y me tardé 20 años envolver a México”, contó alguna vez); trabajo como traductor, y trabajo como escritor prolífico y único.

Yo considero que la figura y la obra de este gran autor veracruzano deben colocarse muy por encima de las nimiedades terrenales, de las ambiciones carnales y de los enojosos vericuetos legales. El pleito por su heredad no debiera ser asunto para los despachos noticiosos: tendríamos que dejarlo en el terreno oscuro de la discreción, con la seguridad de que Pitol tiene la inteligencia y la entereza para dilucidar lo que le conviene, así como tuvo la capacidad de hacer su enorme obra literaria y humana. Y con la seguridad también de que hay gente que lo quiere por los valores inauditos que ostenta como persona y como creador.

La intelectualidad veracruzana percibe a Sergio Pitol como su emblema, como su líder, como su modelo, de ahí que entre todos aseguremos que esté bien, que no reciba menoscabo en su persona ni en sus bienes. Y junto con todos, el DIF estatal ha salido garante de la seguridad legal y emocional de don Sergio.

Como nuestro autor no es muy dado a las cosas de la religión, tal vez sería más adecuado pedir por él no una oración, sino que se lean sus libros, que se abran por primera vez nuevamente las páginas de El tañido de una flauta, los cuentos de Infierno de todos, las disquisiciones doctas que se encuentran en Nocturno de Bujara, El arte de la fuga, Domar a la divina garza, El mago de Viena.

Así, al leerlo, estaremos recordándolo, haciendo un homenaje a su obra, y de alguna manera las musas literarias (la de bella voz Calíope, la amorosa Erato, la festiva Talía) se acercarán a él para reconfortarlo en su enfermedad, para mejorarle el ánimo, para que le regrese la alegría de vivir que tanto ha manifestado antes.

La ciencia médica está muy avanzada y los augurios pueden ser buenos para el ahora maltrecho organismo de Sergio Pitol.

Todos los veracruzanos estamos preocupados por nuestro artista mayor. Muchos mexicanos también esperan la mejoría del maestro, para que pueda volver a su casa y a sus caminatas en el centro de Xalapa, donde adorna y da esplendor a nuestra ciudad.

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