Por la talla política que ostentan, la magnitud de sus aspiraciones y sus presumidas relaciones en las altas esferas del poder presidencial, varios simpatizantes de los senadores priistas Pepe Yunes Zorrilla y Héctor Yunes Landa esperaban de éstos una estrategia de contención más efectiva para impedir que el grupo gobernante en Veracruz consumara la imposición de la gubernatura de dos años para el proceso electoral local de 2016.
Pero la reacción de ambos fue tardía e iracunda, según los pronunciamientos hechos por ambos a partir de que se dio a conocer oficialmente la iniciativa de reforma electoral que el gobernador Javier Duarte de Ochoa había enviado al Congreso local.
El colmo fue el berrinche, pueril y ridículo, que protagonizaron Yunes Zorrilla y Yunes Landa el pasado miércoles 7 de enero, cuando abandonaron la ceremonia conmemorativa del centenario de la promulgación de la Ley Agraria de 1915, evento encabezado por el presidente Enrique Peña Nieto y por su anfitrión, el gobernador Duarte de Ochoa.
En un boletín que difundió posteriormente, titulado “Veracruz, en absoluta desorientación”, Héctor Yunes remarcó que junto con su homólogo Pepe Yunes “abandonamos el evento para evidenciar que no existe unidad”, que “no existe acuerdo ni talento negociador” y que “toda pretensión de mostrar lo contrario es un montaje en el que no vamos a participar”.
Expresó que cada día es más palpable en Veracruz una ausencia de rumbo y un afán de fracturar, más que de unir. “Se percibe un afán sectario, de pequeñez, que permea en todos los ámbitos de la vida pública. Es indudable que hay inestabilidad, atraso social, recesión. La clase política está confrontada con el gobernador. El PRI, dividido por una injerencia anacrónica y lamentable”, se explayó.
Yunes Landa dijo sentirse sorprendido por la forma en que se está conduciendo a la entidad. “Hay mucha preocupación, dentro y fuera del PRI, por lo que ocurre en Veracruz. Hay desacuerdo sobre la forma como se conduce la cosa pública. Hay tentaciones autoritarias y vocaciones retardatarias”, expuso. Y sobre su retirada del acto agrario dijo que “la verdad es que acudí por el enorme respeto y lealtad absoluta que le tengo al Presidente de la República, pero mi salida del evento es para evidenciar una postura muy firme que exprese que las cosas no pueden continuar por este camino”.
Sin embargo, hasta el momento se desconoce qué efectos haya logrado esa infantilada, la cual, según la versión de un funcionario federal, habría tenido que ver más bien con un desagradable incidente de ambos senadores priistas con miembros del Estado Mayor Presidencial, los cuales les habrían impedido el acceso al presidium.
Y es que el día del evento ningún emisario del Presidente salió a buscar a los legisladores y, hasta hoy, tampoco se sabe que Peña Nieto o sus operadores políticos hayan tomado nota de sus reclamos para meterle reversa a la impugnada reforma electoral que implicó modificaciones constitucionales que fueron aprobadas por casi la totalidad de los 50 diputados locales y la mayoría de los 212 Cabildos veracruzanos, cuyos ediles, hasta de oposición, simpatizan con los proyectos gubernamentales de ambos senadores priistas.
¿Habrá acaso algún despistado que deveras suponga que a Peña Nieto le haya preocupado que este par de protagónicos legisladores del PRI hayan abandonado la ceremonia agraria que presidió? Francamente es de dudarse, pues el jefe del Ejecutivo federal tiene otros asuntos nacionales realmente graves qué atender: desde los ajustes presupuestales por el desplome del precio internacional de la mezcla mexicana de petróleo crudo hasta la prolongada crisis por la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa, en Guerrero; la inseguridad en el estado de Michoacán y la agitación magisterial en Oaxaca, además de los escándalos mediáticos por las propiedades inmobiliarias de su esposa Angélica Rivera y de su secretario de Hacienda, Luis Videgaray.
Vamos, para acabar pronto: el mandatario mexicano ni siquiera ha propuesto a la Cámara de Senadores la terna para ocupar la vacante que dejó el ministro Sergio Valls, fallecido el 3 de diciembre pasado, y cuya ausencia no sólo ha propiciado que la Suprema Corte de Justicia de la Nación haya aplazado la resolución de relevantes juicios de amparo, sino que la falta del undécimo miembro de la SCJN provocó que la reciente elección del Presidente del Poder Judicial se convirtiera en un espectáculo mediático al requerir 32 rondas de votación y más de cuatro horas y media, debido a 29 empates entre los ministros finalistas Luis María Aguilar y Arturo Zaldívar, cuando bien pudo haberse resuelto en sólo tres rondas de haber estado completo el número de miembros de la Corte.
Y es que cuando murió Valls aún quedaban doce días del periodo de sesiones del Senado, pero el Presidente no envió una terna para reemplazarlo. Por negligencias como ésta sí deberían de protestar y presionar nuestros senadores, pues tal como Yunes Landa se ha quejado del mal gobierno de Veracruz, México con Peña Nieto también parece estar “en absoluta desorientación”, pues cada día es más palpable una ausencia de rumbo y “se percibe un afán sectario, de pequeñez, que permea en todos los ámbitos de la vida pública”. Y, al igual que en nuestra entidad, en el país “es indudable que hay inestabilidad, atraso social, recesión”. ¿O no? A ver con qué otra estridencia nos sale don Héctor en su comida de Alianza Generacional el próximo sábado en el puerto de Veracruz.