Alguna vez tuve la fortuna de escuchar (aquí en Xalapa, el el erstaurante la Pérgola de viva voz a Gabriel García Márquez, y oírlo hablar, digamos, en corto, sobre asuntos de la creación literaria. Decía él que con el cuento y la novela -en las que él es maestro genial- se trata finalmente de contar historias. De ahí el nombre de “narrativa” para conjuntar ambos géneros (o subgéneros si he de ser riguroso).

—Sí, —se emocionaba el gran Gabo— esta parte de la literatura se trata de narrar historias, de relatar cosas. Pero además —en plena confesión— resulta que uno sin querer termina contando su propia historia.

Y es que eso sucede en el libro del doctor Esteban Serra, ¿Y si no fuera un cuento?, porque esa historia de una hormiga que abandona su hormiguero para ir a conocer el mundo -en su caso, el bosque- tiene un gran parecido con la propia biografía del autor, quien le ha dado varias vueltas al planeta en busca (y encuentro seguramente) de nuevas enseñanzas y de claves para los misterios insondables que el ser humano siempre ha tratado de resolver. O mejor: que algunos seres excepcionales han tratado de resolver para bien de todos sus congéneres.

Así, la hormiga Teba se acerca a todo lo que le pueden enseñar los seres y otros elementos que viven en el bosque y lo conforman, del mismo modo que el doctor Esteban ha recorrido países en los cinco continentes. No por nada él mismo se define como “un eterno buscador”, aunque en su propio libro nos hace una confesión reveladora: “tanto he viajado, hasta que por fin me he dado cuenta de que lo que buscaba estaba dentro de mí”.

No les voy a contar la historia o las historias que relata este libro-joyita porque remito al lector a que las disfrute en su propia lectura (aunque a mí me llegó por el gentil conducto de una excelente amiga, imagino que se puede conseguir en las librerías xalapeñas o llamando a los teléfonos de la Editorial Animas: 812 60 90 y 812 60 99). Les adelanto solamente que a nuestro protagonista (porque es una hormiga macho) le va bien a lo largo de las páginas del libro, que tiene un buen final, pero que quien sale mejor librado es el lector, porque tiene oportunidad de acercarse en esta bella narración a verdades inconmensurables sobre la vida y nuestro papel en ella, así como reflexiones y recomendaciones para vivir mejor, lo que no es poco en este mundo convulso y desvalorizado en que tenemos que persistir.

Como siempre pasa con la buena literatura infantil, éste no es un libro sólo para niños, y puede ser apreciado y aprovechado de muy buena manera por los adultos, que no somos más sabios sólo porque hayamos acumulado más años que los pequeños, los adolescentes y los jóvenes.

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