Como buen adicto a la lectura, voy dejando para las vacaciones o para mejor ocasión los libros que caen en mis manos y que considero que se deben leer con calma, paladeándolos, a gusto, con paciencia y con el tiempo suficiente hasta para regresarse a releer algún párrafo dúctil (si le atino a la metáfora), y disfrutarlo nuevamente con una segunda mirada, con otra vuelta de tuerca.

Y también dejo para releer algunos libros que me dejaron alguna espinilla clavada y que me hace regresar a ellos, como lo he hecho persistentemente con Pedro Páramo, con Cien años de soledad y con La guerra del fin del mundo, de Rulfo, García Márquez y Vargas Llosa.

Bueno, resulta que pude tener vacaciones en la época decembrina y que aproveché parte de ellas para ponerme a mano con ciertos volúmenes que estaban en la fila de la espera, amontonados en el tedio de sus hojas sin abrir; Kundera, Aguilar Camín, Zepeda Patterson…

Y entre esos gratos momentos rescato para la sapiente lectora y el enterado lector un libro que me resultó una verdadera cereza del pastel bibliográfico que me engullí en los días navideños, no obstante que ya lo había leído hace unos dos años.

Me refiero a ¿Y si no fuera un cuento? Un camino hacia la libertad de la autoría del doctor Esteban Serra, un barcelonés de valía que tenemos la satisfacción de contar en estas tierras, pues aporta su conocimiento y su experiencia en el Patronato de DIF Veracruz, en donde campea la inteligencia, en donde también campea su inteligencia.

Es un libro pequeño en extensión, publicado con el cuidado extremo que define a la Editorial Animas que alienta Rodrigo Fernández Chedraui para bien del espíritu y el intelecto.

Y lo digo así porque esta gran obra contenida en un pequeño libro es, además de un pieza narrativa, un compendio de buenas ideas y mejores enseñanzas, muy en la tradición de Esopo y Febo, de La Fontaine, de Tomás de Iriarte y Félix María de Samaniego -por mencionar a paisanos del autor-.

Y si a influencias nos vamos, esta obra del doctor Serra procede también de la impronta que dejó en la literatura (¿infantil?) el reverendo Charles Dogson, un matemático de Oxford que a fines del siglo XIX le fue contando una serie de historias a las niñas de la familia Lidell -en especial a su consentida, Alicia-, que desembocaron en la maravillosa Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas. De este libro clásico se pueden encontrar muchas alusiones a lo largo de las páginas de ¿Y si no fuera…, con lo que queda anotada con toda claridad su intención francamente moralizante (en el mejor de los sentidos del término).

Si no es porque el personaje protagónico es una hormiga (de nombre Teba), podríamos considerar esta obra una verdadera apología, sobre todo por la enseñanza vital que despliega, en una verdadera pedagogía que se consolida con una serie reflexiones al final de cada capítulo, en las que se hace prístina la calidad formadora del libro.

Bueno, mañana se los sigo contando…

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