Como nos comentó, Diego Salas empezó a escribir la serie Cosas que uno piensa mientras le baja al WC sin otro objetivo que el de utilizar Facebook para expresar algunas reflexiones personales en torno a varios temas, cuando vio la convocatoria para el Concurso Nacional de Reflexiones Filosóficas Zigurat 2014, cayó en cuenta de que llevaba tres años publicando estos textos y que cumplían con los requisitos del concurso. Hizo una selección, los envió y resultó ganador. De ahí nació el libro Luminiscencias de retrete que aparecerá próximamente publicado por Ediciones Zigurat. He aquí una pequeña muestra del contenido, por cortesía del autor y de la editorial.

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Las mujeres con erratas son las que me gustan. Ésas a las que uno tiene que seguir buscando más allá de la estricta geografía de su cuerpo.

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Después de todo, la desesperanza es también una divisa para el intercambio de los cuerpos.

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No es lo mismo el ritmo que el estilo. Pero sin ritmo no hay estilo, ni en la música ni en la literatura ni en el sexo.
Entre el sexo y la lectura hay una similitud incómoda: para ganar prestigio, se pasa la página a toda prisa, con tal de acabar el libro cuanto antes, y eventualmente, poder decir: «yo me leí equis cantidad de libros este año, me los eché todos… hasta los gordos». La lentitud, en cambio, no suele presumirse, se queda en uno, sin hacer demasiado ruido, incubando simplemente el sentido del placer.

La paradoja de las escuelas de arte en este país: te dicen que el arte nos hará libres. Al otro día, te explican la forma de hacer correctamente arte. O en el peor de los casos, al final del curso, te dicen –como respetables figuras de autoridad– si eres artista o no, según tu capacidad de cumplir con las tareas y métodos que se te imponen.

Al enseñar Español en las escuelas, habrá que enfatizar que el lenguaje no es un mero lujo de las tertulias con vino tinto y pierna cruzada; sino una de las escasas garantías, tal vez la última existente, que protegen nuestra integridad como individuos. Ni en la cárcel ni en el exilio ni en las variantes de la infamia ni en la iglesia ni en la orfandad ni en la violencia bruta, nadie más que uno mismo puede controlar las palabras que se usan para enfrentarse al mundo o remediarlo.

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Pero te vas a morir de hambre» es la máxima metáfora del miedo que usa la gente que cree que madurar consiste en aprender a obedecer.

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