Ustedes como lectores son unos tontos, unos ignorantes, unos buenos para nada. A mí no me sirven ni para limpiarme los zapatos. Tan no me importan, que escribo para mí, porque solamente yo me entiendo, pues soy el único inteligente que hay por aquí. Cómo me gustaría encontrar al menos una persona que comprendiera la profundidad de lo que escribo, porque todos se quedan pazguatos con la calidad de mi prosa y con la excelsitud de mi pensamiento…

Estas palabras las escuchaba el otro día de la boca de un connotado articulista mexicano, que habitualmente manda una colaboración a varios medios impresos y electrónicos, y por eso se considera periodista, allá él. Yo la verdad me sentí agredido y me asumí como un lector medio, así que consideré que me quedaba el saco de lo que estaba vociferando el tipo/personaje.

Como no tuve la oportunidad ni las ganas de contestarle, quise anotar algunas ideas que tengo con respecto a los lectores, quienes al hacernos el favor de leer lo que publicamos consuetudinariamente, completan el círculo de la comunicación y enriquecen el flujo de las ideas.

Yo cuando escribo procuro tener siempre presente a un lector ideal; es una representación universal que trata de considerar cualquiera de las particularidades que puede tener el vastísimo público que se informa a través de los medios impresos o del Internet. Es a ése individuo con el que platico y a quien le cuento mis cosas y mis ocurrencias (“Converso con el hombre que siempre va conmigo,/ quien habla solo espera hablar a Dios un día./ Mi soliloquio es plática con este buen amigo,/ que me enseñó el secreto de la filantropía.” dice Machado el grande).

Si me permiten, se los describo, con la mejor esperanza de que se encuentren en ella/él:

  1. El sexo es lo de menos, puede ser hombre, mujer, ambos o diverso.
  2. Tiene sus conocimientos y sus estudios, y es culto aunque tal vez no terminó una carrera.
  3. No es un especialista en el manejo del lenguaje, pero tiene una ortografía sobresaliente que lo lleva a detectar cualquier insuficiencia, por insignificante que sea. Y también exige una redacción clara y concisa.
  4. Es una persona sumamente informada, aunque debe reconocer que es medio floja para leer. Su costumbre es acudir a muchos textos breves (o solamente a los párrafos iniciales de algunos largos) para ir teniendo idea de la situación general del día o de los temas que están vigentes en el momento.
  5. Es muy sensible, por eso no permite los insultos groseros y tampoco las barbajanadas; menos aún que se ataque la honra de las personas, y mucho menos si son del sexo femenino.
  6. Su estructura mental abjura de las ideas vagas, de las conclusiones erróneas, de los datos mal empleados, de las superficialidades, de los lugares comunes.
  7. Y muy importante: no acepta ninguna mentira, del tamaño que sea o con la mejor intención que pueda tener.

Es ésa mi lectora; es ése mi lector: Usted… a quien no termino de agradecerle el honor de su atención.

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