La semana anterior se efectuó en Xalapa la enésima manifestación estudiantil en apoyo de los 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos. En esa ocasión, como en otras anteriores, unos cuantos mozalbetes encapuchados, aprovechándose de la impunidad que da el anonimato, cometieron actos vandálicos. Uno de ellos fue el conato de incendio en el edificio del Comité Directivo Estatal del PRI, donde inclusive arrancaron de su pedestal la efigie en bronce del ideólogo tuxpeño Jesús Reyes Heroles.
Pero además, en su esquizofrenia, estos vándalos atentaron hasta contra un modesto puesto semifijo colocado en la explanada del CDE priista y que, según versiones periodísticas, pertenece a un joven de escasos recursos que con ese modesto ingreso venía financiando sus estudios… ¡en la Benemérita Escuela Normal Veracruzana “Enrique C. Rébsamen”, de Xalapa!, cuya comunidad académica, por cierto, en un comunicado que circula desde hace un par de días en las redes sociales, manifestó su rechazo por la “criminalización” de la protesta social y el uso de la fuerza policiaca contra los estudiantes y los ciudadanos que participan en las movilizaciones pacíficas.
Sin embargo, hasta ahora, ninguna autoridad federal, estatal o municipal en Veracruz ha procedido legalmente contra los responsables del vandalismo perpetrado contra inmuebles públicos y edificios privados. El argumento de gobernantes y dirigentes priistas es que no quieren caer en la trampa de estos actos de provocación, aunque ya tendrían plenamente identificado a uno de los vándalos principales, un estudiante “fósil” que actualmente cursa la carrera de Sociología en la Universidad Veracruzana y que procede del estado de Quintana Roo, donde su padre es dirigente de un partido de izquierda.
Hace un par de semanas, Antonio Quintana, representante formal del Comité Ejecutivo Estudiantil Normalista, intentó deslindar a su movimiento de los actos vandálicos cometidos durante la manifestación del miércoles 5 de noviembre, en la que un grupo de encapuchados roció gasolina y prendió fuego a una de las puertas de Palacio de Gobierno.
A nombre de los normalistas, Quintana aseguró que no fueron estudiantes del área de Humanidades de la UV los que realizaron ese acto, y con absurda ligereza, sin ningún elemento de prueba, afirmó que claramente se trataba de “infiltrados” enviados por las autoridades de gobierno. “Es triste que las propias autoridades puedan enviar infiltrados para tirar un movimiento social legítimo de estudiantes. Es triste que esto pase, porque el movimiento estudiantil es pacífico”, dijo el sedicente líder normalista, quien sólo reconoció que algunos manifestantes portaban antorchas de fuego durante la marcha, pero que personas desconocidas y encapuchadas lanzaron gasolina y fuego con la intención de hacer parecer que los estudiantes son violentos.
“No creo que entre los mismos estudiantes ni la sociedad nos estemos atacando, todos estamos en un mismo camino”, argumentó. Luego declaró que en asamblea estudiantil se analizaría e investigarían estos hechos reprobables para evitar posibles infiltraciones que buscan hacer parecer que las manifestaciones son violentas y con ese pretexto justificar la presencia de la policía estatal, pues anticipó que los normalistas y universitarios continuarán con el movimiento y las marchas pacíficas para exigir justicia para los estudiantes y evitar impunidad en el país por el acoso y asesinato a normalistas.
Hasta la fecha, Quintana no ha soportado su dicho con ninguna prueba, lo que éticamente lo inhabilita como interlocutor confiable en caso de que el gobierno federal, el Congreso de la Unión y quienes gobiernan estados y municipios decidieran “entablar un diálogo auténtico con la sociedad civil para reorientar el desarrollo del país”, tal como lo plantean en su comunicado los académicos de la Normal Veracruzana, los cuales exponen que la protesta sólo será innecesaria cuando el gobierno cumpla con eficiencia y probidad sus responsabilidades. “No pueden ignorar a millones de voces que queremos un cambio. Desde la Normal de Rébsamen pugnamos por abatir la violencia de todo tipo y retomar el camino de la construcción colectiva de nuestra democracia”, claman.
Pero en la UNAM, los estudiantes de esa casa de estudios acaban de dar un gran ejemplo de valentía, congruencia y honestidad que en Veracruz deberían seguir los normalistas y universitarios que exigen la aparición de los 43 jóvenes de Ayotzinapa así como un cambio de fondo en las instituciones del país.
Y es que este lunes 17, estudiantes que marcharon para defender la autonomía de la UNAM por una agresión de la policía capitalina ocurrida el sábado anterior, obligaron a uno de los 50 “anarquistas” que pretendía tomar Rectoría, a quitarse el paliacate y descubrir su cara. Ante la presión, el vándalo se identificó como Luciano Arístides Avilés Hernández, para lo cual sacó una credencial ajena a la Universidad.
“No queremos infiltrados, lo que queremos es respeto y no promoveremos la violencia, eso hay que dejarlo bien claro, no queremos infiltrados. No hay nada que temer ni nada que ocultar, que las autoridades y policías nos vean, no somos un peligro para ellos”, expuso Martín, uno de los organizadores de la marcha, antes de caminar hacia el edificio de Rectoría, cuya toma impidieron. De acuerdo con imágenes del diario “El Universal”, Avilés Hernández estuvo presente en la quema de la puerta principal del Palacio Nacional, el pasado 8 de noviembre.