Crisanto Grajales se levanta a las seis de la mañana. Es aún de noche por el horario de verano, pero como se acostó temprano y su cuerpo ya está acostumbrado a este ritmo, la desmañanada no le hace mella. Se calza sus viejos y queridos tenis de entrenamiento (tiene unos nuevos y relucientes, pero prefiere esos zapatos gastados que le regaló su padre y que se acomodan tan bien en sus pies) y se dispone a salir hacia el Estadio, en donde hará dos horas de ejercicio cardiovascular.

El Peter empieza a abrir los ojos ahí por las 11 o 12 del mediodía. Salir de la duermevela le resulta difícil porque se acostó muy tarde, y encima trae una cruda de órdago por los excesos de licor y algunas otras cosas que se metió en el organismo al calor de la fiesta interminable que es su vida. Pero recuerda que tiene un compromiso, así que se pone sus botas, sus pantalones de mezclilla y no olvida su capucha, que es prácticamente su instrumento de trabajo.

Crisanto regresa a su casa para tomar un desayuno rico en proteínas, porque su instructor le dijo que necesita mayor masa muscular, no mucha pero sí como para adecuar su dieta por unas semanas. Después de bañarse y descansar un rato, irá al gimnasio para seguir manteniendo y acrecentando su condición física. Su prueba, el triatlón, es sumamente demandante y cualquier deportista de su nivel necesita dedicarle unas ocho horas al día.

El Peter logró levantarse y salió de su casa apresuradamente. Llegó corriendo a la casa en donde tiene las reuniones secretas con otros cuates y estuvo un rato tomando nota de los edificios que había que quemar y las ventanas que había que romper.

Crisanto está preocupado por su país. Piensa que lo mejor que puede hacer por él es prepararse lo mejor posible para ganar muchos premios para México. Su disciplina es su fortaleza.

El Peter está preocupado por Crisanto, a quien conoce desde niño porque son vecinos. Piensa que es un vendido porque recibe dinero de una beca, y que ha sido cooptado por el gobierno porque no quiere hacer la revolución ni lo acompañaría a robar tiendas.

Crisanto es un honor para su Xalapa, para Veracruz, para México. Acaba de ganar la medalla de oro en los Juegos Centroamericanos y del Caribe. Es el orgullo de su padre y de su madre, de sus hermanos, con los que convive todos los días en paz y armonía. Es un muchacho modelo, ejemplo para muchos niños que ahora quieren ser como él.

El Peter se la pasa tratando de convencer a quien se le deje que la vida no vale la pena, que no hay que estudiar ni trabajar porque todo está podrido, como él; como su padre, que es un alcohólico desobligado que además no lo quiere; como su abnegada madre, que soporta estoicamente la vida miserable que le dan su esposo y sus hijos.

Crisanto es el futuro y la esperanza de México.

El Peter, ¿qué será?

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