Esta historia empieza/ cuando yo nací y fui una promesa…
Mi nombre es Alberto Jiménez López, soy de Oaxaca, de un pueblo que se llama Santa Cruz Xoxocotlán, está abajito de Monte Albán, a 10 o 15 minutos de la ciudad de Oaxaca.
Yo empecé con la música desde que estaba en el vientre porque mi abuelo tenía un grupo de música versátil que se llamaba Los Cardenales, tocaban cumbia y música romántica: Los Ángeles Negros, Los Pasteles Verdes y toda esa corriente que estaba de moda en ese momento. Crecí escuchando eso, veía los ensayos que se hacían en mi casa porque todo el equipo estaba ahí, llegaba la gente a ensayar y para mí era un juego estar todo el día por ahí metido, escuchando los ensayos. Mi hermano es más grande que yo, me llevaba como cinco o seis años, él ya se metía y agarraba el güiro, tocaba con ellos en los ensayos y se lo llevaban a las tocadas; a mí me molestaba porque quería ir y no me llevaban porque estaba muy chico. En ese grupo tocaban mi abuelo, tocaba papá, mi tío, y mi hermano empezaba a tocar.
Déjenme si estoy jazzeando/ es que a solas voy sacando/ las nostalgia que ahora vive en mí…
Mi tío fue una de mis mayores influencias porque él fue el que me encaminó a tomar más en serio la música. Él estudiaba piano clásico en la escuela de Bellas Artes y, como no teníamos piano en la casa, tenía que pedir permiso en la escuela para practicar. Le daban sábados y domingos y ahí se encerraba todo el día, yo me iba con él, me llevaba mis juguetes y me ponía jugar mientras ensayaba. Crecí escuchando a Bach, Beethoven, Chopin, Schuman, Ponce y me encantaban.
Aún tengo muy vívido el recuerdo del olor del Ex-convento de San José, donde está la Escuela de Bellas Artes. Recuerdo ese olor a viejo con algo de nostalgia, porque ahí me atrapó el sonido del piano.
Por otro lado, crecí escuchando mucho rock, porque mi hermano se empezó a meter en esa música, y la música folclórica de Oaxaca, especialmente la de banda porque está muy viva la tradición; donde hay fiesta, hay banda. Esas fueron mis influencias; la música clásica, la cumbia, la música romántica, la música folclórica y el rock.
A mi hermano le gustaba el heavy metal y fue cuando empezó el boom del rock en español, mi hermano y yo nos clavamos con eso. Cuando se deshizo del grupo de mi abuelo los instrumentos se quedaron en la casa. Los domingos iban algunos amigos de la familia y llevaban a sus hijos, que eran de nuestra edad, y nos encerramos en el salón de ensayos; sacábamos los instrumentos y nos poníamos a jugar a que teníamos un programa de radio y hacíamos conciertos en vivo. Sacábamos la grabadora y unos cassettes que regrabábamos una y otra vez y, entre juego y juego, comenzamos a tocar las canciones del TRI.
Yo comencé tocando la batería, mi hermano me enseñó, él agarraba la guitarra y armábamos nuestro grupo. Así empecé a tocar, jugando.
A guitarras necias/ oídos zurdos
Cuando mi tío iba a México regresaba con un bonche de casetes nuevos y a mí me gustaba ver qué cosa traía. Yo tenía siete u ocho años y en las noches me dormía escuchando la música que él traía; recuerdo que escuchaba una y otra vez El Clave bien Temperado, de Bach, las sonatas de Beethoven, los preludios de Chopin. Un día llegó con dos cintas que me impactaron; la primera era un disco que se llamaba Per-cus-sive Big Band Jazz, era una compilación de big bands que tenía una portada muy controversial porque tenía una jeringa que, después me enteré, era una alusión a la adicción a las drogas; cuando te pones el acetato en el brazo para verlos, la jeringa te queda exactamente en dirección a la vena, pero yo no le encontré sentido porque era un casete. Eso fue lo primero que escuché de jazz y tardó mucho en entrar ese sonido a mi oído. El otro disco que curiosamente me gustó mucho y entró más rápido que el sonido del jazz un cassette de Pierre Boulez con el Ensamble Intercontemporáneo tocando música de Frank Zappa, en ese momento yo no sabía quién era Frank Zappa pero me encantó el disco, se llama Boulez Conducts Zappa: The Perfect Stranger. Me encantó, lo ponía mucha veces, era una música muy compleja, un sonido totalmente distinto a lo que yo había escuchado, pero tenía algo que me atrapaba. Mucho después me enteré de quienes eran Pierre Boulez y Frank Zappa.
Después de estudiar algo Frank Zappa no podía creer que Pierre Boulez hubiera podido hacer algo con ese tipo de música y a partir de ese momento dejé de lado el rock en español, el heavy metal y esas cosas y empecé a buscar otro tipo de sonidos; para ese entonces yo tendría unos nueve o diez años y fue cuando empecé a estudiar guitarra clásica por influencia de mi hermano. Él empezó a tomar clases de guitarra clásica con un amigo en los Talleres Libres de la Casa de la Cultura y yo, por seguirlo, también empecé pero nada más teníamos un una guitarra en la casa; yo soy zurdo y tenía que cambiarle las cuerdas cada 15 días para poder estudiar, hasta que mi hermano me dijo:
-O aprendes tocar como diestro o ya no te presto la guitarra
Tuve que aprender a tocar como diestro pero me costó mucho trabajo hacer el cambio, me desesperé y lo dejé un par de años.
Fuimos parte de la misma historia/ íbamos en la misma prepa
Después entré a uno de los pocos bachilleratos en arte que sobreviven en México, se llama CEDART. Entrar ahí fue como llegar al paraíso porque era exactamente lo que yo quería: estudiar pintura, estudiar danza, estudiar teatro, meterme más a la música; tuve la buena suerte de estar tres años empapándome de todo eso y volví a tomar la guitarra clásica en serio.
En ese tiempo el movimiento de jazz no era lo que es ahora, no sé aquí pero en Oaxaca tocaban jazz dos o tres personas y no había información, era muy difícil ver un grupo de jazz, no había Internet, era muy complicado acercarse a esa música pero había una estación de radio en la que la programación era pura música, no había comerciales, no había programas solo había un locutor que, cada hora, decía lo que habíamos escuchado y anunciaba lo que íbamos a escuchar y había todo tipo de música. Algo interesante era que durante esa hora ponían un solo músico, podía ser de jazz, de rock, de trova o de música clásica. Yo compraba cintas y grababa, entonces estaba muy pendiente de la programación.
En las tardes tenía que ponerme a hacer bocetos y a pintar (hasta la fecha me gusta mucho la gráfica) y aprovechaba para grabar y escuchar las cintas, un día escuché un disco de tangos que grabaron Astor Piazzolla y Al Di Meola, que fue otro de los primeros que me engancharon con el jazz; ese disco me gustó a tal grado que empecé a sacar de oído algunas cosas; sacaba lo que hacía el acordeón y lo que hacía la guitarra, yo no sabía que eso era transcribir, simplemente lo hacía por gusto.
Oye cómo va/ mi ritmo/ bueno pa’ jazzear…
En esos mismos días encontré en mi casa una caja de acetatos viejos y el que más me llamó la atención fue uno pequeñito que decía Carlos Santana, recuerdo muy bien que lo puse y me atrapó, es el disco donde viene Black Magic Woman. Empecé a buscar música de Santana y coincidió que mi maestro de pintura también era muy fan Santana y del movimiento de latin jazz y me pasó mucha música.
Empecé a sacar canciones de Santana y recuerdo que me sentí realizado cuando saqué Samba Pa’ Ti desde el tema hasta el solo del final, la escuchaba una y otra vez y otra vez hasta que me acabe la cinta y tuve que volver a grabarla para tener un respaldo. Saqué tres o cuatro canciones de cada uno de los discos de Santana, ese fue de mis primeros entrenamientos para aprender a escuchar la música..
Después descubrí la música de Fania All Stars y fue el puente que me llevó a escuchar música afrocaribeña. Para ese momento ya había dejado completamente de lado el rock y estaba más metido en la música latinoamericana, un poco de jazz pero la salsa y el jazz latino me atraparon y empecé a sacar muchas cosas de esos discos.
En el bachillerato la formación musical era un poco más formal; llevábamos materias como Análisis, Contrapunto y otras. Cuando terminé ya tenía cierta habilidad en la guitarra clásica, ya empezaba a tocar muchas cosas de Bach y se me ocurrió que quería seguir estudiando música. Investigué e intenté irme a México pero no había posibilidades; era muy caro, la ciudad es muy grande. Por esa época había escuchado el Ensamble de Guitarras Clásicas que dirige Rafael Jiménez y para mí fue muy impactante, dije yo quiero hacer eso y empecé a investigar de dónde eran, si daban clases, dónde daban clases y encontré que eran de aquí, de Xalapa y que aquí había una muy buena escuela de música clásica.
Para ese entonces mi tío reorganizó el grupo de mi abuelo; sacamos la misma música, hicimos algunas tocadas pero toqué muy poco porque mi tío tenía ese prejuicio:
-No porque te va a gustar el dinero, te va a gustar estar tocando en las fiestas y ya no vas estudiar; tú concéntrate en estudiar y vas a llegar a tocar mejor.
Estoy esperando mi camión/ en la terminal del ADO
Presenté el examen para la Facultad de Música, apliqué y un año después, en el 98, me vine a vivir a Xalapa.
Cuando llegué fue como abrir otras puertas; nunca había estado en un lugar en el que hubiera tanto movimiento, para mí ese momento fue como una revelación. Veía a los músicos y quería tocar así. Conocí a Alfredo Sánchez, lo vi tocar muchas veces y decía yo quiero que me dé clases, yo quiero tocar como él.
Llegando me enteré de que había un grupo de jazz en la universidad y fui a uno de sus conciertos; me impactó mucho ver tocar a Humberto León y dije eso es lo que yo quiero hacer. Empecé a ir a los conciertos de Orbis Tertius, a comprarme discos y a transcribir algunas cosas.
¡Ay!, candela, candela, candela ae…
Como la economía de mi familia no era muy buena tenía que buscar algún trabajo para vivir, conocí a unos amigos que tocaban son cubano y salsa y me invitaron, era el grupo Son Sur. Como había escuchado Fania All Stars más o menos tenía el sonido en la cabeza, pero cuando empecé a tocar con ellos me di cuenta que no sabía absolutamente nada. Tocábamos en La Ermita los jueves, viernes y sábados, y a veces, los domingos en algún evento particular. Estuvimos cerca de dos años en La Ermita.
En el primer Son Sur estaban Beto Rosado, su papá -un señor ya grande- en el tres cubano, su hermano en los bongós, Miguel Martínez en la flauta, Gerardo «El Oaxaco» en la percusión y Alonso Blanco en el bajo. Después cambió, Alonso se pasó al piano y su hermana agarró el bajo. Entré tocando guitarra, aprendí a hacer «el rayado» que se llama y me fui aprendiendo todo el repertorio.
Alonso tenía mucha información, entonces le pedía que me pasara algunos libros y que me ayudara a entender armonía y cosas así, hacíamos una especie de taller para improvisar.
Unos meses después se enfermó el papá de Beto y se regresó a Coatzacoalcos; nosotros todavía teníamos contrato y teníamos que seguir tocando, entonces agarré el tres. Coincidió que un amigo fue a Cuba, yo no tenía dinero para ir pero tenía el dinero suficiente para encargarle un tres cubano y un laúd cubano. En esa época también fue el boom de Buena Vista Social Club, acababa de salir la película y se empezaba a dar a conocer, otra vez, la música cubana. Tocábamos muchos temas de ellos; de Cachao, de Omara Portuondo, de todos ellos porque era lo que la gente quería escuchar. Yo tomé el tres y no sabía tocar nada entonces, otra vez, empezó el trabajo de comprar discos, sacar todo lo que había en los discos y creo que fue la mejor manera que tuve de meterme en eso. Eso fue en el 2000 o algo así, en esa época vino Luis Ángel Silva «Melón» a dar un taller de son cubano y como yo estaba tratando de informarme sobre la música afrocaribeña, lo tomé. Me sirvió muchísimo porque aprendí de la raíz del son cubano y cosas de las que no sabía absolutamente nada; aprendí percusión, aprendí todo lo que van haciendo las diferentes secciones. Después de un año de estar tocando casi todos los días y estar escuchando, ya pude tocar tres cubano.
La última etapa de Son Sur fue para mí muy importante porque cuando ya estaba tocando bien el tres cubano, me enfrenté a otro reto que fue tocar la música de Alonso Blanco. Es muy buen arreglista y muy buen compositor y siempre escribe cosas complejas, entonces para mí fue un reto adaptar esa armonía del jazz al tres cubano.
En esta última etapa de Son Sur conseguimos una participación en el Festival de las Artes de Florida, no recuerdo el año, creo que fue el 2007. Viajamos a Florida, tuvimos dos conciertos en el festival y de ahí nos movimos a Nueva Orleans. Para entonces ya estaba más metido en la historia jazz, ya conocía discos, ya conocía nombres, todavía no tocaba yo la guitarra como jazz pero me empezaba a meter en eso, entonces, estar en Nueva Orleans en ese principio me llenó muchísimo, conocí algunos músicos, sentí la energía del lugar, vi de cerca a la gente que vive de eso; ese viaje me dio mucha batería.
Regresamos de esa gira y todavía hicimos algunas cosas con Son Sur, empezamos a grabar para hacer un disco, pero nunca logramos concluirlo. Después el grupo se deshizo.
(CONTINUARÁ)