Para quienes ya teníamos algún uso de razón a finales de la década de los 60 del siglo pasado, Jorge Saldaña representó siempre uno de los adalides de la libertad de expresión y uno de los grandes innovadores/transformadores de la televisión mexicana, si no el que más.

Yo no puedo decir que fui amigo de don Jorge ni que trabajé con él -a lo sumo tuve algunos encuentros (im)personales en los que cruzamos unas cuantas palabras de cortesía, y pare de contar-. Sí fui, en cambio, un entusiasta seguidor de sus programas desde su célebre Anatomías, hecho desde la tribuna ignota de Televisa, que en ese entonces se llamaba algo así como Telesistema Mexicano y que conducía con mano férrea y muy priista el Tigre Emilio Azcárraga Milmo, padre del actual y habilidoso propietario mayoritario Emilio Azcárraga Jean.

En estas épocas en que muchos usan la libertad de expresión solamente para quejarse amargamente y criticar que no tienen libertad de expresión, no se puede entender lo difícil que era ejercer a mediados del siglo XX en México una comunicación libertaria. Y Jorge Saldaña era uno de los pocos que se atrevía a decir ciertas cosas, a romper tabúes y además a hacerlo con tanto ingenio que sus programas eran de los más vistos por un público ávido en ese entonces de programación con contenido, de cultura, de inteligencia… no como ahora.

Claro, era de esperarse que un personaje tan libérrimo como Saldaña no durara mucho en una empresa que tenía como divisa proteger incluso hasta la ignominia a la dictadura perfecta (el Tigre se asumía como «El Soldado del Presidente» en turno, fuera quien fuera e hiciera lo que hiciera). Y finalmente Jorge tuvo que migrar, con tan buena suerte para los televidentes mexicanos que llegó en tiempos de cambio a la televisora oficial, el Canal 13 de la entonces Imevision, en donde encontró y se fabricó el campo propicio para seguir desarrollando su idea de una televisión con idea.

Si en la televisora privada había logrado dar voz y espacio a temas y personajes en aquellos tiempos muy temidos por el stablishment, como el psicoanálisis, el sexo y la educación de las escuelas activas; como Alejandro Jodorowsky, José Luis Cuevas y Carlos Monsiváis, en la televisora pública el nativo de Banderilla se sublimó con emisiones que se volvieron icónicas como Sopa de Letras, El juicio de los discos y su eterna Nostalgia, que le permitió rescatar tanta música excelente que estaba en el olvido por el asedio de los grupitos y grupúsculos que promueve tan profusamente Televisa.

Educar entreteniendo era la divisa de Jorge Saldaña y a ella se aplicó durante su larga y productiva vida para que la Caja Idiota, como la llamaba él, se convirtiera en un elemento para llevar educación a las masas populares, a un lado de demagogias y posturas populistas.

Y mañana le sigo, si me dejan.

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