El gobierno federal no acierta a comprender la magnitud de los sucesos de Iguala, donde se perfila no solo la desaparición forzada sino, muy lamentablemente, el probable escenario de una masacre. Los esfuerzos por ubicar solo localmente el caso Ayotzinapa han sido vanos. Peña Nieto llamó al gobernador a hacerse cargo; en Gobernación dijeron a las madres y los padres de los estudiantes desaparecidos que solo coadyuvará, porque el asunto es local.
Sin embargo, la intervención de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y la Organización de Naciones Unidas (ONU) muestra que este caso justamente tiene dimensión no solo nacional, sino también internacional. Debido a estas presiones, la Procuraduría General de la República decidió atraer el caso Ayotzinapa, pues el factor de la delincuencia organizada se coloca en el centro, se maneja en medios la hipótesis de que está operando ni más ni menos que a través de servidores públicos, como los policías municipales hoy detenidos. La investigación tendrá que esclarecer estas redes y deslindar o acreditar responsabilidades de mandos superiores.
A Peña Nieto son los estudiantes quienes lo han colocado en su lugar, primero como candidato, en la Universidad Iberoamericana, y hoy justamente, con una pinza incendiaria que evoca 1968, los estudiantes del Instituto Politécnico Nacional (IPN) apoyados por universitarios reclamaron estos días masivamente el autoritarismo y abandono del perfil popular de una institución netamente cardenista mediante la imposición de un reglamento regresivo. Por fortuna fueron escuchados en Gobernación, no en la SEP, con lo cual se dio cauce hacia la solución del conflicto.
Al margen de las valoraciones que realice el propio movimiento se observan éxitos inmediatos al lograr detener el reglamento que objetaban, ya el saldo de la renuncia de la directora del IPN parece ser parte de otro tipo de ajuste de cuentas, en todo caso el movimiento colocó el punto de la auditoría antes que la renuncia. En fin, excepcional aire fresco.
Sin embargo, ahora el desafío está planteado con los jóvenes estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa, con una histórica tradición de lucha. El desenlace sobre la desaparición de los 43 estudiantes generará amplias movilizaciones nacionales, la impunidad da pie a la consigna: Ayotzinapa somos todos.