Cuando la prensa nos entera de las sucesivas oleadas de ocurrencias con que nos ha recetado el secretario de Seguridad Pública, Arturo Bermúdez Zurita, desde que el tema de la violencia se adueñó de las charlas de sobremesa y prodigó de angustias cotidianas a los veracruzanos, no nos queda de otra, salvo poner cara de estupefacción.
Lo primero que hizo posible el funcionario que sirve a Javier Duarte de Ochoa (muy difícilmente podemos pensar que nos sirve a los de a pie), fue convencerlo de que la mejor fórmula para atacar al crimen organizado, que se enseñoreaba por calles, carreteras y caminos rurales, era mostrarle una policía poderosa y con capacidad de disparo, de manera que buena parte de los recursos públicos escasísimos se dilapidaron en la adquisición de vehículos para tierra, agua y aire, armamento y uniformes.
Pero los delincuentes, como le pasó a Felipe Calderón cuando mandaba a miles de efectivos federales y lo anunciaba en noticieros triple A, le dieron la vuelta o, cuando no quedaba de otra, los emboscaron y dejó fuera de combate.
Lo siguiente fue que había buenos vehículos y armamento pero mala policía, un ejército de reclutas escasamente formados y con nula condición física a los que debía prepararse para que se convirtieran en el nuevo cuerpo de seguridad que urgía a Veracruz.
Entonces se invirtieron muchos más recursos en habilitar lo necesario para formar a una nueva policía, confiable y preparada, acreditada por la Secretaría de Gobernación, que debía hacerse cargo de un territorio donde los criminales practicaban todos los tipos delictivos y gobernaban con total impunidad en vastas regiones de la entidad.
La Academia de Policía de El Lencero se convirtió –en el discurso oficial, por supuesto– en el alma máter de la policía acreditable que debía ser inmediatamente contratada, dotada de armamento y vehículos, y enviada a prevenir los delitos.
Hasta el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, acompañó al gobernador veracruzano a atestiguar la salida de esa capacitada policía que debía ser enviada a diversos frentes: como policías viales, espantando a los automovilistas con sus capuchas enfundadas y armados hasta los dientes, mientras levantaban infracción; como policías de cercanía, esos que basta verlos para que los vecinos huyan despavoridos por un trato que nadie imaginará amable o negociador.
A estos, por supuesto, se sumaron cientos de ex-a-Lencero que se subieron a camionetas, vehículos aéreos, lanchas y tricicletas para ir en pos de los maleantes, con el halo esplendoroso de ser los mejores genízaros, con el sello For Export grabado en la piel, y que fueron distribuidos estratégicamente en las ciudades más importantes, sin descuidar por supuesto la seguridad de los funcionarios públicos, a quienes persiguen como azules abejorros para evitar que se vean amenazados por los criminales.
He dicho a las ciudades más importantes, y es cierto, sobre todo ahora que se han lanzado los famosos programas de blindaje, en que operan conjuntamente con elementos del Ejército, Marina y Policía Federal, en Veracruz, Poza Rica, Córdoba, Coatzacoalcos y, recientemente, Minatitlán, sin que su presencia por desgracia desinfle la ola delictiva sino, por el contrario, esta se vea más floreciente.
Nunca son suficientes los elementos policiacos, siempre serán necesarias nuevas generaciones de la Academia de El Lencero para nutrir operaciones que, oh desgracia, se encaminan a proteger a las ciudades más pobladas y económicamente fuertes, mientras miles de comunidades, poblados, colonias populares y pequeñas ciudades se debaten en la inseguridad y deben armarse de valor para poner coto a las gavillas rurales y urbanas que roban lo que les place, violan, asesinan y secuestran con total impunidad.
Cuando todos habíamos aceptado que por fin teníamos en Veracruz una policía acreditada, confiable, bien preparada, entonces el propio titular de la SSP, Arturo Bermúdez Zurita, nos sale con que no, que lo bueno apenas está por nacer.
¿Gendarmería para Veracruz?
En un clima de recrudecimiento de la violencia y la elevación de los índices de criminalidad, particularmente en los delitos de secuestro y extorsión, la creación sotto voce de organizaciones vecinales para vigilancia y autodefensa y la actuación impune de cientos de bandas delictivas que el aparato policiaco preventivo no ha podido contener, varias voces (algunas interesadas políticamente) han pedido la presencia de la Gendarmería Nacional en Veracruz.
La verdad es que este proyecto, originalmente pensado para estar constituido por 40 mil elementos pero que salió a las calles con 5 mil, no tiene nada de diferente de la simple policía federal, salvo el boato con que ha sido anunciado.
Descontando a los pugilistas políticos que lo proponen, sobre todo desde las filas del PAN, la verdad es que los veracruzanos están hartos de la nula efectividad estatal para contener el delito, y muchos se apuntan para solicitar la participación de la Gendarmería, cuando finalmente quien paga a los efectivos y les proporciona vehículos y combustibles es el propio gobierno estatal que, según una foto de un elemento de la Marina destacamentado en Coatzacoalcos, hace al menos cuatro meses que no les paga.
¿Con qué nos salió Bermúdez Zurita ante este clamor? Con que no, con que los policías que han estado egresando de El Lencero y han nutrido las comandancias regionales no son los buenos, que los mejores están por salir a las calles bajo una denominación fallida y engañosa: Fuerza Civil, identificada como la gendarmería veracruzana.
En “Nueva refutación del tiempo”, Jorge Luis Borges denominaría a esta conjunción de vocablos una contradictio in adjecto (contradicción en el adjetivo), él que fue el maestro en el uso de los adjetivos y que nos recetó los más alucinantes en la literatura.
Denominar Fuerza Civil a una fuerza policiaca que estará formada –según lo ha comentado Bermúdez– por verdaderos Rambos jarochos, ponderados como los salvadores más capacitados, significará verdaderos debates y profundas vacilaciones, porque o son policías o son civiles. Es cierto que en 1844 España creó la denominada Guardia Civil, pero la verdad es que en cosa de denominaciones prácticamente no debería haber una atomización tan pronunciada de la Secretaría de Seguridad Pública.
Hasta ahora tenemos a la policía estatal, la policía de acercamiento, la policía vial y, colateralmente, el apoyo de varias policías municipales; para complejizarlo aún más, en las tareas de vigilancia participan también la policía federal, la Marina y el Ejército. A tan dispersa operación de los elementos del orden se sumaría ahora la Fuerza Civil y, si las cosas no se resuelven, en una de esas vemos por acá a la Gendarmería Nacional.
Un personaje de Victus, la novela del catalán Albert Sánchez Piñol que se refiere a la guerra de Sucesión en España y el asedio a Barcelona, concluida justamente el 11 de septiembre de 1714 (hace 4 siglos), señala que “la guerra siempre ha sido y será el arte de gestionar carencias e imperfecciones”. Nunca en una guerra, un ejército tendrá todas las condiciones internas y externas para afrontar momentos inesperados en una operación militar.
Esto mismo pareciera sucederle a la fuerza policiaca de Veracruz que, sin embargo, se escuda en la novedad de que nunca cuentan con el personal policiaco suficiente o con las mejores condiciones materiales y financieras para operar, por lo que siempre será necesario inventar nuevas estrategias.
¿Cómo se denominará el próximo conejo que Bermúdez se saque de la chistera?
Emilio Cárdenas ha pegado el grito
Como en este mismo espacio lo adelantamos el pasado miércoles, este lunes se incorporó como director de Prensa de la Coordinación General de Comunicación Social nuestro amigo Emilio Cárdenas Escobosa, en sustitución de Filiberto Vargas, quien regresa al ejercicio periodístico. En ese comentario señalamos:
“Emilio, con una dilatada carrera tanto en la academia y el periodismo como en la política activa, se desempeñaba desde el 16 de abril pasado como jefe de prensa del Comité Directivo Estatal del Partido Revolucionario Institucional (PRI), al lado de la exalcaldesa xalapeña Elizabeth Morales.”
Salud, Emilio. Entraste en el mero Grito.
A bote pronto
En la Hora Libre de ayer hablamos del índice de competitividad que muestran 78 ciudades del país, elaborado por el Instituto Mexicano de Competitividad (IMCO), y lanzamos la pregunta al colega Miguel Valera, director de Comunicación del Ayutamiento de Xalapa la razón por la que esa oficina había enviado a medios un comunicado en que precisaba los conceptos que el estudio había prodigado para el caso de la capital veracruzana.
Por Twitter, Valera nos comentó que el viernes ya había hablado sobre el tema el propio alcalde Américo Zúñiga Martínez, de manera que le pareció repetitivo lanzar este texto que había sido elaborado con antelación. No fue por tanto una retractación. A mi juicio, aunque no me percaté de las declaraciones del alcalde, creo que valía la pena la publicación del comunicado porque pone en firme las cifras y los conceptos que le valieron a la ciudad subir 12 posiciones desde 2012, para colocarse en el sitio 31. Un abrazo, estimado Miguel.
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