No parecen darse cuenta los trabajadores manuales, técnicos y administrativos de la Universidad Veracruzana hasta qué punto están siendo defraudados por una dirigencia sindical que no ha logrado el reconocimiento legal por parte de las autoridades laborales y que, en consecuencia, está poniendo en grave riesgo la estabilidad laboral y la defensa de sus derechos.

El sedicente secretario general del Sindicato Estatal de Trabajadores al Servicio de la UV (SETSUV), Juan Mendoza Gutiérrez, en caso de que sea ratificado en otra elección a que debe convocar para reponer el procedimiento cuestionado por la Secretaría del Trabajo, Prevención Social y Productividad, ha mostrado su alarmante ineptitud para dirigir una organización sindical de la complejidad de la que agremia al sector más combativo de los trabajadores universitarios.

No solo no ha tendido los necesarios puentes de diálogo con la autoridad laboral para resolver lo que le tiene sin toma de nota, es decir, una serie de irregularidades detectadas durante el proceso de elección interna que obliga a reponer el procedimiento para tener debido registro y legalidad para actos jurídicos de toda laya.

Tampoco ha movido a su comité y a toda la estructura seccional del sindicato para establecer las reglas que deberán cumplirse con miras a la realización de la elección interna.

Mientras eso no se realiza, mientras don Juan Mendoza Gutiérrez y los miembros de su comité prefieren enfrentar el problema mediante declaraciones y ruedas de prensa, mientras solo salen a hacer actos de fuerza que cada vez muestran su creciente debilidad, los trabajadores que agremia no cuentan con la mínima posibilidad de gestionar sus derechos laborales porque prácticamente no tienen sindicato.

Y es que don Juan cada día sale a declarar un nuevo enemigo de su triunfo: lo ha identificado en la persona de la rectora Sara Ladrón de Guevara, a quien ha señalado de oponerse a su gestión y contra quien ha enderezado deslucidos piquetes en las instalaciones universitarias, haciendo que los trabajadores meritorios dejen de laborar para gritar contra la injusticia.

Poco después han comprendido que el problema estaba radicado en la Junta de Conciliación que le negó la toma de nota por irregularidades en la elección, y ahora se ha ido contra Pedro Reducindo Villalba, candidato de la Planilla Roja, perdedor de los comicios internos.

Los meritorios, carne de cañón

Lo cierto es que en el proceso votaron personas que no estaban registradas en el padrón y todo parece indicar que en esa fuerza no reconocida, la de los cientos de los llamados ‘meritorios’, se basó el triunfo de la planilla encabezada por Juan Mendoza Gutiérrez.

Los meritorios siempre han sido carne de cañón. Doña Eloína Vargas, la mujer de hierro que condujo los destinos del SETSUV durante más de 30 años, logró que fuera el sindicato el que decidiera quién debía ser contratado con base, es decir, disponía de la capacidad para otorgar o negar la seguridad laboral de cada uno de los miembros del sindicato.

Y ella encontró en los meritorios la fuerza suficiente para movilizar al sindicato en cada negociación laboral, para armar las guardias que tomaban las instalaciones universitarias y se mantenían día y noche, lloviera o relampagueara; para quebrar cualquier manifestación que buscara derrocarla, cosa que nadie logró… salvo la muerte.

Hoy, esos mismos meritorios le han significado al nuevo “dirigente” la imposibilidad para la toma de nota y el sindicato prácticamente ha desaparecido jurídicamente: la anterior dirigencia ha terminado su gestión y la nueva no ha podido tomar las riendas.

A bote pronto

Que los veracruzanos estamos hartos de la violencia que se ha desatado por todos los rumbos de la entidad sin que las autoridades policiacas logren contenerla, no solo se expresa en los comentarios de café, en las asambleas de padres de familia, en las paradas de camión, en los parques y oficinas.

Este domingo, los veracruzanos han salido a las calles de varias ciudades, convocados mediante las redes sociales, a través de mensajes en teléfonos celulares, llamadas telefónicas, charlas directas, para mostrar su indignación frente a la ola de violencia que se ha desatado sin que haya respuesta eficiente de la policía estatal.

En Coatzacoalcos, donde recientemente se dio el caso de la niña Karime, asesinada en circunstancias no del todo aclaradas por las autoridades judiciales (más preocupadas en brindar una versión que les exonere de responsabilidad por omisión), los manifestantes han planteado una circunstancia que deberá analizarse: los delitos han crecido a partir de que se implantó el mando único.

Señalan que son los propios policías quienes se han dedicado al jugoso negocio del secuestro y la extorsión.

Esta escalada no parece tener solución. La mentira y la fabricación de pruebas inundan de impunidad la escalada de violencia que vive Veracruz. En lugar de aclarar, las autoridades se curan en salud, pero la población ya no se traga los garlitos.

Y lo más grave es que, mientras nos salen sumamente caros los juguetes del secretario de Seguridad Pública, la población empieza a exigir al gobierno federal una mayor participación en materia de seguridad en la entidad e, incluso, la participación de la nueva Gendarmería Nacional.

¡Sálvese quien pueda!

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