A media mañana de este martes 2 se realizó un impresionante operativo policiaco por aire y tierra en Xalapa.

Los centenares de automovilistas que quedaron varados varios minutos sobre la avenida Lázaro Cárdenas, en el carril de la carretera federal que va hacia el puerto de Veracruz, supusieron, por el helicóptero que sobrevolaba ese punto de la ciudad y por el impresionante retén policiaco que elementos de la Marina Armada de México y de la Secretaría de Seguridad Pública del estado montaron a casi 200 metros del distribuidor vial de Araucarias, que se trataba de un enfrentamiento contra sicarios bien armados de algún cártel de la delincuencia organizada o de una banda profesional de secuestradores.

Pero no. Según información oficial que circuló posteriormente y las investigaciones periodísticas de algunos portales de internet, todo ese operativo fue para perseguir y “abatir” a un delincuente solitario que minutos antes había asaltado una boutique de zapatillas en la calle de Independencia, el cual había herido con un arma de fuego a un vigilante de la Quinta Las Rosas que se percató del hecho delictivo e intentó él solo frustrar el asalto, en lugar de solicitar y esperar el apoyo de las decenas de agentes de seguridad que resguardan la Casa de Gobierno, ubicada a dos cuadras del sitio del incidente, o la asistencia policíaca de los elementos concentrados en el cuartel de San José, también muy próximo a la escena del crimen.

El policía Eloy Pozos, que al parecer no portaba el indispensable chaleco antibalas para enfrentar una riesgosa situación así, murió minutos después en la Clínica 11 del IMSS.

Ello, al parecer, desató la furia de sus jefes y compañeros que emprendieron un gran despliegue para cazar al solitario delincuente.

Pero ahora ha saltado la duda si la persecución era para detenerlo y consignarlo a las autoridades del Ministerio Público o –¡válganos Dios!– era para “ejecutarlo”, pues algunos portales de internet publicaron fotografías de la pistola que en su huida dejó tirada el ladrón sobre la avenida 20 de Noviembre, antes de ser “abatido” por las fuerzas del orden en el panteón “Palo Verde”.

Por supuesto que no se trata de hacer una apología de la delincuencia, pero sí es conveniente analizar este hecho por si acaso se trató de un exceso policiaco.

Y es que tal como lo puntualizaba este domingo 31 de agosto en su comunicado dominical la Arquidiócesis de Xalapa –titulado “Para la Transformación de México no bastan las reformas estructurales, se necesita la conversión del interior”–, en el que al abordar el candente asunto de la delincuencia lamentaba precisamente que “las cifras de muertos y desaparecidos cada día van en aumento”, dando “ la impresión que las estrategias de seguridad para proteger la integridad de los mexicanos ha tenido poco impacto; las novedades anunciadas al principio de la administración no han sido tan nuevas; lo que se criticaba de administraciones pasadas sigue siendo la forma de enfrentar al crimen organizado y por lo mismo sigue habiendo luto y lágrimas en los hogares mexicanos”, por lo que sentenciaba que “no podemos acostumbrarnos a ello”.

Pero entre las fuerzas policiacas del estado todo parece indicar que estas prácticas se les van haciendo costumbre y, por ende, parte de la “normalidad”.

Ello, obviamente, le ha acarreado algunas críticas a la administración estatal. En su edición impresa de este martes 2, por ejemplo, al reseñar la desarticulación de un centro de entrenamiento del crimen organizado descubierto en el rancho San Pedro del municipio de Acultzingo –operativo en el que murieron tres sujetos y fueron aprehendidos otros 33–, el influyente diario capitalino “Reforma” consigna que en un comunicado oficial, el gobierno del estado de Veracruz “refirió que se trató de una ‘intervención’ y señaló que los fallecidos fueron ‘abatidos’, que es el término con el que justifica la forma de operar de las corporaciones en contra de los que los enfrentan y que es una estrategia que ha arrojado más de 50 fallecidos”.

La misma publicación refiere que “el término lo usa desde el 15 de mayo, cuando reportó que un operativo similar ejecutó a 9 presuntos delincuentes en una casa de seguridad en Banderilla, en las afueras de la capital, sin que hubiese detenido alguno.”

En esa ocasión sorprendió que los miembros de la banda de plagiarios, en su totalidad, hayan sido acribillados y que la persona secuestrada –de la cual se sabría después que se trataba de un empresario zapatero de la región de Naolinco, emparentado con un funcionario federal veracruzano muy cercano a Roberto Campa Cifrián, ex candidato presidencial del Partido Nueva Alianza en 2006 y actual subsecretario de Prevención y Participación Ciudadana de la Secretaría de Gobernación– haya sido rescatada sana y salva sin que a uno solo de los delincuentes se le haya ocurrido utilizarla de “escudo humano” en un último intento por librar su propia vida.