No parece estar en su mejor momento la imagen del Gobierno del Estado de Veracruz. La cascada de críticas por cómo se han comportado las finanzas públicas durante el presente año, periodo en que el destino finalmente nos ha alcanzado, han arreciado por todos los frentes y, aunque le quedan cinco meses al año, no parece que vaya a mejorar mucho, sobre todo porque las deudas con proveedores se habrán ensanchado.

Los ayuntamientos han sido particularmente castigados. Por doquier hay quejas, unas soterradas y respetuosas en lo público, pero realistas en la intimidad de las comunas; otras, en cambio, han trascendido a los medios de comunicación. Las participaciones federales llegan tarde e incompletas, lo que impide que ese nivel de gobierno ataje aún las necesidades básicas de sus gobernados.

El nuevo secretario de Finanzas y Planeación, Mauricio Audirac Murillo, poco ha podido hacer, y lo que ha salido de su ronco pecho ya ha sido desmentido por el mismísimo secretario de Hacienda y Crédito Público, Luis Videgaray, en el propio solar jarocho: las participaciones federales han sido suministradas en los tiempos previstos, sin retraso alguno.

Y todavía más: Veracruz, según el mexiquense, ha sido beneficiado en esas partidas –que constituyen el grueso del presupuesto estatal– con flujos extraordinarios que sobrepasan los mil 100 millones de pesos. Es decir, las ministraciones han sido puntuales y sumamente bondadosas.

¿Por qué, entonces, la carreta no parece moverse ni para atrás ni para adelante? ¿Cuál es la razón de que los empresarios veracruzanos de diversos sectores no tengan ni dónde rascarse que no esté llagado el pellejo?

¿Pedigüeño y mal pagador?

A la sospechosa cancelación de las villas centroamericanas en Xalapa y Veracruz-Boca del Río, el gobierno estatal dio como alternativa hospedar a miles de atletas y directivos de las delegaciones participantes en los hoteles de esas ciudades.

Los hoteleros, sin embargo, no reaccionaron con alegría a la prometedora avalancha de clientes que colmarían todos los espacios disponibles durante una temporada considerada baja. Todo lo contrario: se opusieron en masa a prestarle el servicio a un cliente tan moroso como exigente.

En efecto, el secretario de Turismo, Harry Grappa, ha debido salir en varias ocasiones a esgrimir el argumento de que los recursos para saldar ese gasto están etiquetados y a salvo, para tratar de minar la desconfianza de los empresarios del ramo turístico que prefieren pasar noviembre con sus instalaciones semivacías, en lugar de gastar hasta sus reservas, contratando a más personal, sin la garantía de que sus servicios serán pagados como lo estipula el mercado.

La experiencia en malos negocios con el actual gobierno debe estar muy fresca, donde han llegado a la confrontación, al señalamiento público de que no prestarán servicios como los que ellos prodigan si no se los pagan por adelantado.

El presidente de la Asociación Mexicana de Hoteles y Moteles de Veracruz y Boca del Río, Fernando Ortiz González, indicó el miércoles de la semana pasada que el Gobierno del Estado no podrá utilizar las habitaciones donde se hospedarán los atletas que participarán en los Juegos Centroamericanos y del Caribe 2014 si no cubre el 95 por ciento de los 90 millones de pesos que costará su alquiler.

Y sí, el comité organizador de los JCC deberá expedir los cheques para que los hoteleros le abran la puerta.

Un candado, un perro y un santito

A su pésima gestión al frente de la Secretaría de Seguridad Pública, donde solo ha hecho gastar lo indecible a un gobierno estatal que pena por la falta de recursos, a Arturo Bermúdez Zurita le ha dado por hablar con desparpajo y, según su débil discurso, evidenciar la ausencia de una sólida política pública en materia de seguridad.

 Incapaz de lidiar con la prensa, no hay ocasión en que Bermúdez no muestre la debilidad de su intelecto, movido por un impulso automático de molestia incontrolada ante preguntas incómodas.

En ese trance, acostumbra decir cosas que ponen en serios aprietos no solo al gobernador Javier Duarte de Ochoa, que recibe una andanada de críticas en la prensa nacional, sino también a los veracruzanos, por dos razones:

Primera (y más preocupante), que al miedo a la delincuencia debemos agregar una total desconfianza en nuestras caras autoridades policiacas, y

Segunda: a nivel nacional e internacional, quedamos como una población inculta e incapaz de deshacerse de malos funcionarios y, en cambio, capaz de creer en la aparición de sirenas moribundas en alguna playa no identificada.

Mire usted algunas de las perlas del señor: la semana pasada, en Coatzacoalcos, criticó acremente a dirigentes del PAN por haber propuesto a los alcaldes contratar seguridad privada para preservar su libertad y su vida de manos de los delincuentes, justo unos días después de que se supo del asesinato del tesorero municipal de Coatepec, Guillermo Pozos Rivera.

Bermúdez Zurita, a quien custodian permanentemente más de 20 elementos de la SSP, que utilizan cuatro o cinco patrullas blindadas, dijo que esas eran propuestas de personas “que no saben de seguridad”.

Puede que tenga razón, lo que sí es grave es que él, siendo un experto en el tema (a estas alturas algo debió haber aprendido), en la misma oportunidad haya alimentado el anecdotario más deleznable de los políticos del país, al recomendar a la población que se sienta insegura, invertir en un candado, en una alarma “que ahora son muy baratas” o “hasta tener un perro”.

¿Y por qué no, en lugar de gastar tanto dinero en una dependencia que no ha logrado contener la violencia creciente en la entidad, el Gobierno del Estado no compra un millón de candados, centenares de miles de sistemas de alarma o regala perros de ataque para que nos cuidemos solitos?

Que Bermúdez Zurita se atreva a decir que su dependencia solo es responsable de la seguridad en las calles, mientras que los ciudadanos lo somos de lo que sucede en nuestras casas, no solo muestra su ignorancia y su perfidia, sino el más bajo nivel de compromiso de él y el gobierno al que sirve, porque los ladrones, secuestradores y asesinos que ingresan a nuestros domicilios llegan justamente de las calles que el señor no puede mantener en paz.

Y nos da un norte: aunque lo niegue, aunque le encabrone al grado de amenazar a periodistas y fotógrafos, su recomendación es que los ciudadanos creemos mecanismos de autodefensa, porque él, simplemente, no quiere embromarse con lograr la seguridad de los veracruzanos.

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