La cuestión de enseñar (…) me ayudaba a equilibrar y luchar contra el culto al ego, contra el “yo quiero ser famoso, y que me vean, y que me aplaudan”, -reflexiona Chucho Reyes en esta entrega final en la que nos habla de su papel como docente y del Ensamble de Percusiones que formó en la Facultad de Música y que ahora pertenece al ISMEV.
– Yo le digo a mis alumnos que (…) lo más importante es que aprendan a descubrirse a sí mismos, que encuentren su voz, y que la saquen, -termina diciendo
Diálogos platónicos y sinfónicos
En 1979 vi en México los Diálogos para Combo de Jazz y Orquesta, una obra de Howard Brubeck, hermano de Dave, con la Orquesta Sinfónica Nacional, y el combo de jazz estaba formado por Juan José Calatayud en el piano, Ponchito Martínez en el sax, un gran baterista que se llamaba Lalo Sánchez, y en el bajo no me acuerdo, tal vez era Roberto Aymes, pero no me atrevería a decirlo. Ponchito hizo la transcripción del disco, de oído, porque en la partitura nada más están unos cifraditos, no hay notas.
Esa obra se montó en 1994 con la Orquesta Sinfónica de Xalapa, el director era el maestro Francisco Savín, y en el combo de jazz estuvimos Ponchito Martínez en el sax alto, Alejandro Corona en el piano, Andrés Dechnick en el contrabajo y un servidor en la batería.
Algo muy interesante fue que le dije:
-Dame la partitura
-No, no hay partitura
-Ah, bueno
Como yo estaba en la sinfónica, pues quería tener una base, un guion, o un chart, entonces me dieron una copia de la partitura y ahí tampoco había nada, está escrito solamente lo de la orquesta; lo que Ponchito hizo fue sacar el dictado de todas las notas que tocaba Paul Desmond en el disco.
Se hizo un gran concierto y, para mí, tocar con Ponchito Martínez fue una revelación; ese tipo de cosas es invaluable.
Repercusiones en las instituciones
En 1986 entré a dar clases a la Facultad de Música, ya llevo 28 años ahí. Descubrí que se me daba mucho la cuestión de enseñar, y me ayudaba a equilibrar y luchar contra el culto al ego, contra el “yo quiero ser famoso, y que me vean, y que me aplaudan”. Aquí se trata de compartir con los chavos de las nuevas generaciones lo poco, mediano, o mucho que yo sé; eso lo he visto como una bendición, todos los días doy gracias a Dios de que me dio esa gracia o ese Don de poder dar clases a los jóvenes.
Como te decía al principio de esta plática, Pepe Hernández, el percusionista de la Orquesta Sinfónica Nacional y maestro en la Escuela Superior de Música, nos enseñó el repertorio de ensamble. En 1975-76, en México no había escrita mucha literatura para ensamble de percusiones, sin embargo, Julio Villeras formó, junto con otros profesores, el Ensamble de Percusiones de la Escuela Nacional de Música, entonces se dieron a la tarea de recopilar la literatura existente porque claro que había música, por ejemplo, Héctor Varèse escribió Ionización en 1930; la Toccata para percusión, de Chávez, fue escrita en 1942. John Cage era muy amigo de Carlos Chávez, y él con Lou Harrison tienen muchísima producción para música de percusiones. En la Escuela Superior de Música tocábamos obras de Carlos Chávez, de José Pomar, de Carlos Luyando -que era el timbalista de la Orquesta Sinfónica Nacional-, de Blas Galindo, y la música que se conseguía. Teníamos un cuarteto de baterías que era un exitazo, se llama 32 cabezas son mejor que una, de Al Hipri, era un show porque abríamos un espacio para un solo, libre, de cada uno. Tocamos eso en el V Festival Cervantino, en Guanajuato, y fue maravilloso.
Cuando entré a dar clases formé el Ensamble de Percusiones con Miguel González, Rodrigo Álvarez, Fernando Salazar, y René Pérez, todos fueron mis alumnos, y para 1989 ya estábamos presentándonos, más o menos con el mismo repertorio.
En 1995, logramos que la Secretaría de Educación de Veracruz nos diera plazas para el Ensamble de Percusiones; fue un gran apoyo y un detonante para las percusiones porque los chavos ya podían vivir de eso, y se empezó a hacer un ambiente en el que la percusión es cada vez más buscada, más requerida.
Yo dejé el Ensamble de Percusiones en el año de 1999, lo tomó René Pérez, y lo han ido evolucionando, y reforzando, y sigue siendo semillero y un lugar para prácticas de todo tipo de música porque manejan folclore, africano, cubano, música moderna, solistas, conciertos de marimba, vibráfono de jazz, batería, congas, etc.
Hay que dar gracias al Doctor Roberto Bravo Garzón porque cuando fue rector apoyó a los grupos artísticos de la universidad, y cuando fue Secretario de Educación creó todos los grupos artísticos de la SEV, y el Ensamble de Percusiones fue uno de los beneficiarios. El ensamble se mantiene hasta la fecha, a pesar de todos los cambios que ha habido con la Reforma Educativa, la Evaluación Universal, y la Ley del Servicio Profesional Docente. Los han querido reubicar frente a grupo, o detrás de un escritorio en una oficina, pero han podido mantenerse gracias a su calidad y a que la gente los busca.
Ya han creado un público, ya son conocidos, un ejemplo: casi todos los maestros de batería o de percusiones de JazzUV, han pasado por el Ensamble, o por la Facultad de Música, y esto es una satisfacción enorme para mí.
Colofón: no hay percusión sin corazón
A veces pienso que la música, si no la sabemos manejar, se va más del lado del culto a la imagen, como en el período romántico de la música clásica que había un culto al solista, al virtuoso porque cada vez eran pasajes más complicados técnicamente. Franz Liszt o Paganini son dos ejemplos de ese culto, pero yo pienso que es más importante buscar la autenticidad del sonido, que sea expresivo, porque en cualquier medio donde el músico esté, va a estar la música, entonces merece más respeto.
Yo le digo a mis alumnos que, claro, tienen que someterse a la disciplina de un programa, al sistema, y al coaching de un profesor, pero lo más importante es que aprendan a descubrirse a sí mismos, que encuentren su voz, y que la saquen.
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