«Mi filosofía es pasarla bien de verdad
y no permitir que nada me impida,
nunca, hacer lo que quiero.»
Michel Petrucciani

Son muchos los silencios, muchos los retiros, muchos los jazzistas que han hecho una pausa en el camino. Sonny Rollins se retiró un par de veces;

Miles Davis
Miles Davis

primero entre 1959 y 1962, período que pasó ensayando en el puente de Williamsburg, sobre barcos y peces, y entre autos y trenes; el segundo entre 1969 y 1971, tiempo que dedicó a la meditación. Miles Davis enmudeció totalmente durante un lustro; entre 1976 y 1981 se dedicó a desintoxicarse y librarse de las drogas. Shirley Horn no pisó los escenarios durante dos décadas, pues decidió formar una familia y dedicarse a ella. Thelonious Monk pasó la última década de su vida recluido en la casa de Pannónica, la gran baronesa del jazz. Es demasiado larga la lista como para hacerla caber en una semana, mejor es cerrar esta serie con la antítesis del silencio: el pianista francés que fue a rescatar a Charles Lloyd del cautiverio, para devolverlo a los mortales.
Michel Petrucciani nació el 28 de diciembre de 1962, el Día de los Santos Inocentes, y la vida le jugó una broma de muy mal gusto; nació con osteogénesis imperfecta, una extraña enfermedad congénita e incurable también llamada huesos frágiles, o huesos de cristal, caracterizada por una fragilidad excesiva de la estructura ósea, que trae consigo una serie de secuelas. En la edad adulta, Petrucciani apenas alcanzaba el metro de estatura, tenía dificultad motriz, y padecía fuertes dolores musculares. Sólo una gracia le concedió el destino: sus manos se desarrollaron de tamaño normal.

Nació entre músicos; su padre, Antoine, y su hermano Philippe son guitarristas, y su hermano Louis, contrabajista. Desde niño anheló tocar piano; dado su diminuto tamaño, le compraron uno de juguete. Su indignación fue tal que, a pesar de su debilidad, reunió las fuerzas suficientes para destrozarlo.

Michel Petrucciani
Michel Petrucciani

Su padre entendió que quería ser pianista de verdad, mandó a adaptarle un piano con los pedales adecuados a su estatura, y comenzó a darle clases desde los cuatro años.
Inició su formación en la música clásica, sus compositores preferidos eran Debussy, Ravel y Satie, pero cuando descubrió a Errol Garner se volvió asiduo escucha de los pianistas de jazz; Art Tatum, Oscar Peterson, Duke Ellington, y Bill Evans fueron sus referentes. A los 12 años formó su primer trío, con su padre en la guitarra y su hermano Louis en el contrabajo.

A los 15 años conoció a Kenny Clarke, y a los 16 tocó en el trío del trompetista Alain Brunet, con Bernard Lubat en las percusiones; este fue su primer grupo profesional.

Michel Petrucciani con Aldo Romano
Michel Petrucciani con Aldo Romano

Más tarde conoció a otro gran baterista, Aldo Romano, con quien grabó su primer álbum, Flash, en 1980.
Cuando escuchó a Charles Lloyd se obsesionó en conocerlo y tocar con él; ese sueño se cumplió cuando, a la edad de 20 años, viajó a los Estados Unidos y fue a buscarlo a los acantilados de Big Sur. El saxofonista quedó impactado “por la belleza que emanaba de Petrucciani”, y decidió que su retiro había terminado. Formaron un cuarteto con el que se presentaron en muchos escenarios del mundo entre 1982 y 1983, y grabaron dos discos.

Michel Petrucciani con Charles Lloyd
Michel Petrucciani con Charles Lloyd

Ese fue el inicio de una carrera vertiginosa, que no se detuvo hasta la muerte del pianista que, en 1985, se convirtió en el primer músico europeo lanzado la prestigiada disquera Blue Note.
A pesar de las adversidades, Petrucciani siempre enfrentó la vida con un gran sentido del humor. Hacía bromas a partir de su enfermedad; le decía a sus admiradoras que sus genitales, por carecer de huesos, habían crecido de manera normal, y las invitaba a palparlos; se escondía tras las puertas de los hoteles para espantar a las camareras.
Sabía que tenía poco tiempo, así que vivió de prisa; disfrutó el alcohol, los desvelos, las mujeres. Tuvo dos matrimonios y tres hijos.
«Soy muy rápido. Quiero ir a velocidad porque esto es así. Yo hice muchas experiencias en mi vida como si hubiera vivido varias veces. La rapidez no es una elección ni un deseo: es mi vida que va rápido. En tres años se pueden acumular 15 vidas», afirmaba.

Plaza Michel Petrucciani en Paris
Plaza Michel Petrucciani en Paris

Pero tras de ese optimismo y ese placer por la vida había una realidad inocultable: se trataba de un hombre enfermo que tenía, siempre, tres médicos a su disposición. «Uno no se acostumbra jamás al dolor —comentaba—, pero hay que andar o reventar».En veinte años de carrera, Michel Petrucciani se convirtió en uno de los pianistas de jazz más respetados, se presentó en los festivales más importantes del mundo, fue premiado muchas veces, y grabó más de una veintena de discos.
Diez días después de cumplir los 36 años, el 6 de enero de 1999, se fue del mundo, quizá persiguiendo a los Reyes Magos.
Petrucciani no tuvo tiempo para la pausa, ni para el silencio; vivió entre prisas y risas, entre fuertes dolores y gratos sabores. Enfrentó la adversidad con las pocas armas que le dio la vida: un talento de gigante, una férrea voluntad, un optimismo a toda prueba, y diez dedos cargados de notas para que dejara su impronta en el planeta, y no se llevó ninguna.

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