En la entrega pasada, Renato Domínguez nos habló del proceso de ocho meses en los que se metió a estudiar intensamente los videos de algunos bateristas de heavy metal, rock progresivo y jazz fussion. El relato continúa:
El nuevo soNido
En esos ocho meses hubo un giro absoluto entre lo que hacía antes y lo que ya podía hacer; me había desarrollado mucho con los videos de Dave Weckl, Steve Gadd, Chuck Silverman y empecé a meterle a la música tropical redobles de Dave Weckl, el doble bombo y cosas que no eran de ese código, de ese lenguaje, pero yo no tenía prejuicios en ese sentido, ¿quién me iba a decir no metas eso?, nadie me podía decir nada. Yo estoy consciente de que la música es un lenguaje que tienes que aprender y hablarlo de la manera más correcta posible; es como un idioma, un cubano habla español igual que yo, pero él tiene un acento especial por su cultura, por la sociedad en la que vive, por lo que come, por el clima, por muchos factores, y en la música es muy parecido, si tú conoces el entorno, no sólo sonoro sino social y todo lo que eso conlleva, es probable que puedas hablar ese lenguaje, aunque no necesariamente seas de ese lugar.
Con el grupo Bravo anduve entre año y medio y dos años. Yo tenía casi 16, entraba en la pubertad y empezaba a tener mis primeras experiencias amorosas, y a los 17 embaracé a la que fue mi primera pareja. En esa época me aparté de mi familia y me fui a un espacio propio en el que estaba mi batería, todo mi material, la mujer y un pequeñito que ya venía en camino. Cuando tenía 18 años nació mi primer hijo, Renatito.
En ese tiempo alternamos con grupos de acá que en ese momento estaban muy fuertes, y todos me conocían como el micro chip, el baterista aquel de La Manzana de Cristal; recuerdo que una vez alternamos en Puebla con los Junior Klan, nos conocíamos porque eran de Piedras Negras, igual que los Konyk. Cuando estaba probando la batería (para entonces mis pruebas de audio y todo, ya era diferente), se acercaron y yo veía que estaban enfrente de mí y especulaban, así como diciendo “¿quién es ese chamaco que está ahí, en la batería?”, como que me reconocían pero no estaban seguros; cuando me bajé a saludarlos me preguntaron “¿tú eres micro? Sí, les dije. “Oye, ¿pues qué hiciste?, hace muy poquito tiempo no tocabas así”. “Pues me puse a tocar muchas, muchas horas”. Empecé a compartir con ellos algunas de las cosas que había aprendido. Muchos de esos grupos empezaron a visitarme, porque tenían también la inquietud de aprender.
La Escoba, el retorno al Nido
Después, en Puebla, alternamos con los Kassino de Chucho Pinto, era el grupo que tocaba la canción de La escoba para barrer, que yo escuchaba cuando tenía como año y medio o dos años. En esa época no sabía quién la tocaba, solamente me gustaba. Ese mismo día alternamos también con el grupo Mojado, de Matamoros, Tamaulipas, un grupo que también tocaba muy bien, me gustaban sus canciones y ya las había tocado. Juan, el tecladista del grupo Mojado, se acercó y me preguntó, “¿a quién escuchas, qué es eso que estás haciendo?” “Es de tal baterista”, le contesté. “A nosotros también nos gusta, vente para acá”, y me subí al escenario, pero no a tocar cumbia, empezamos a tocar las cosas que a ellos y a mí nos estaban influenciando. Juan, el tecladista, y el Chapulín, el bajista, se había desarrollado en la música tropical igual que yo, la tocaban muy bien, pero ya andaban escuchando a la Electric Band y a Michel Camilo; platicamos de todo eso y me hablaron de un grupo de música cristiana que tocaba increíble, se llama Torre Fuerte. Estuvimos tocando un poco y me hicieron la invitación para irme a tocar con ellos, y quedó en “veremos”. Yo creo que a Chucho Pinto le gustó cómo toqué, porque al final del baile me llamó y me preguntó si me interesaba trabajar con ellos; puse en la balanza la distancia: el grupo Mojado está hasta Matamoros, y yo dije entre mí, “qué chingaos voy a hacer hasta el otro lado del país”, y los Kassino vivían en el DF y además estaban súper pegando en esa época, traían la canción de Juana la Cubana, tenían toda la influencia de la música caribeña y sonaban mucho, desde el centro del país, hasta el sureste.
Acepté y ya estaba con el grupo que había escuchado cuando tenía año y medio o dos, tocando la misma canción que había tocado con mis botes de leche Nido.
Este grupo tenía influencias del jazz, tocábamos estándares hechos mambo, o música tropical; tocábamos Blue Bossa y La calle del avispón verde, por mencionarte sólo algunos. Había tremendos músicos que tocaban la música tropical, pero también tocaban jazz y eran músicos de cantantes famosos. Chucho Pinto estudió música, era pianista concertista de música clásica; tenía su piano de cola, blanco, y sintetizadores a diestra y siniestra. Ellos ya estaban a otro nivel y yo ya estaba ahí, tocando con ellos y viajando para arriba y para abajo. Económicamente no estaba mal, no me estaba haciendo millonario, pero tampoco me iba mal; ahí estuve como dos años.
Miraba al cielo y empezaba a sonar…
En todo este tiempo me seguí preparando con mi batería Ludwig, que era lo que más amaba, pero un día entré a una tienda de música y vi una batería Mapex, verde turquesa y dije, “esa batería tiene que ser mía”, pero costaba una cantidad considerable que en ese momento no tenía; estuve yendo como quince días a verla en el aparador, por la parte de afuera. Un día vendí mi Ludwig y conseguí otro dinero y llegué con el dinero en la bolsa; es una batería increíble, todavía la tengo.
Cuando ya había visto muchos videos y había observado cómo daban sus clases los bateristas, cómo explicaban su técnica, me dieron ganas de hacer lo mismo. Había recomendado en Puebla a un amigo de la Manzana de Cristal; él tenía una cámara y empezó grabarme, y ahí me tienes, explicando en español todo lo que había visto en inglés; lógicamente yo lo explicaba a mi manera, como yo lo había desarrollado. Ya tenía mis propios videos y casetes que yo mismo hacía con mi grabadora, y siempre andaba con mi porta baquetas, mis casetes y mis videos.
Un día vino el grupo Mojado aquí a Xalapa, a un baile en el que alternaban con Los Súper Lamas, y fui a verlos a la Central de Abastos. Ese año Mojado tuvo un boom tremendo y estaba funcionando muy bien. Yo no sabía si se acordaban de mí, cuando llegué me acerqué a la consola y saludé al ingeniero de sonido, y le pregunté si se acordaban de mí. Ya sabes cómo se expresan en el norte, me dijo: “sí, cómo no, siempre nos acordamos del chavo de Xalapa que tocaba con madres. Sí se acuerdan de ti, güey, de hecho Rubencillo anda trayendo tu casete y sacando cosas”. Ellos traían un chamaquito en la batería, un chavalito como de 16 años que tocaba muy bien. Terminaron su tanda y me fui saludarlos; estaba la pila de chavas haciendo fila para pedir un autógrafo y para tomarse una foto, y yo a un lado, mirándolos; me vieron entre la multitud y me saludaron de lejos y cuando se acabó la sesión de fotos, nos metimos al camerino a platicar, les dije que llevaba un video y unos casetes. Ellos siempre están interesados en ver cosas nuevas y aprender más, así que fuimos al autobús a ver mis videos. Cuando terminó el baile fuimos al hotel a platicar y Juan me volvió a hacer la invitación a tocar con ellos, y ahora sí me movió el tapete y le dije, “de acuerdo, en un mes llego a Matamoros”.
Hicimos el contacto, me dieron todos sus datos y se fueron.
Le di las gracias a Chucho Pinto, me despedí de los Kassino, y me vine aquí a Xalapa un rato, a tocar con grupos de baile, y un día agarré el bombo, le metí ropa adentro, agarré mi batería, y tomé un autobús a Matamoros.
Sueño y realidad
Cuando llegué me contacté con Juan, después llegó otro de los socios y me dijo, “ya estás aquí; a comer del pastel”. Empezamos a tocar y a viajar bastante, recuerdo que en esa época salió su disco de Sueño y realidad, que fue nominado a los premios Billboard en Estados Unidos, y a recibir premios, y a viajar por todo el país, y aviones y pues imagínate la dinámica en la estaba metido; era de salir de gira, tocar, salir para otro lado. Cuando íbamos a México nos iba bien económicamente; yo llegaba a las tiendas de música y empezaba como loco con los videos, José Luis Quintana, Michel Camilo, Dave Weckl, Spyro Gyra y salía yo como con 20 cd de jazz y como con 25 videos. Por fin podía comprar toda la música que se me antojaba y cuando regresaba a Matamoros, me ponía a estudiar como loco.
Allá me rentaron una casa amueblada, bien acondicionada, pagaban todo; me pagaban semanalmente, tocáramos o no, y además me pagaban las salidas a tocadas. Respetaban mi trabajo, se dieron cuenta de que yo era un músico responsable y que estaba de lleno en la música y pensaron que podía aportar algo al grupo.
Voy luchando sin parar, para alcanzar a tocar…
En esa época tenía ya como unos veinte años y me metí otra vez a estudiar como loco. La casa en que vivía tenía de esas cortinas aterciopeladas por un lado y ahuladas por el otro, que si las cierras, no sabes si es de día o es de noche. Junto a mi cama estaba la batería y cuando me ponía a tocar, no tenía conciencia si era día o era noche, de repente veía el reloj y era las 4 de la mañana. Ponía un video y veía que en ese video había muchas cosas que yo no sabía, y me sentaba en la batería a estudiarlo y me pasaba días enteros; no sabía si era lunes o miércoles, lo único que sabía era que me avisarían cuándo teníamos que tocar y al regresar volvía a encerrarme y me ponía a tocar y tocar y tocar y perdía la noción del tiempo.
Cuando estaba en la batería no sentía el cansancio ni el hambre, ni el sueño, ni el tiempo, ni nada; recuerdo que me acostaba a dormir y acostado seguía tocando, o sea, yo estaba dormido pero estaba tocando, estaba moviendo los pies y estaba moviendo las manos en la cama y esos movimientos me despertaban. Mi casa estaba en una esquina; enfrente estaba una cancha de básquetbol, junto estaba la casa de la familia que me rentaba, pero casi nunca estaban ahí porque vivían en Brownsville, y junto había una casa abandonada, entonces no tenía problemas con nadie. Muchas veces estudiaba solamente con las yemas de mis dedos en los aros, y las puntas de mis pies moviéndose adentro de los zapatos, ni siquiera agarraba las baquetas porque yo sabía cómo tenía que sonar eso.
A veces salía a comprar víveres y los metía al refrigerador para prepararme algo cuando me diera hambre y no tener que salir.
Un día, metido en ese trance, me di cuenta que tenía hambre; fui al refrigerador, saqué unos huevos, unas salchichas y los preparé, y cuando ya estaban listos, pensé ir a tocar un rato en lo que se enfriaban un poco; me metí a la recámara y empecé a tocar, completamente a oscuras y no supe cuánto tiempo pasó, hasta que me acordé que tenía hambre y que mi comida estaba preparada, entonces me levanté, fui a la cocina y la comida ya estaba agusanada; yo supongo que para que la comida se descompusiera, tuvieron que haber pasado unos tres días.
Fue un proceso bien bonito porque aprendí muchísimas cosas, de muchas músicas, y en ese grupo me consintieron mucho, me compraban los instrumentos que pidiera, y me trataban muy bien. Estuve con ellos como dos años.
Todas las líneas crucé / de contrabando y Mojado / y yo jamás me rajé…
El grupo también tocaba mucho en Estados Unidos. Yo llegué como en febrero o marzo, pero el visado era anual y yo tenía que esperar hasta el siguiente año para que me dieran la visa de trabajo, y en ese lapso iba a llegar a McAllen, Dave Weckl, a dar una clínica, ¿tú sabes lo que era eso?, digamos que él había sido mi maestro, yo lo admiraba. Hubo una época de Wecklmanía, todo mundo quería tocar como él, o como Vinnie Colaiuta o Steve Gadd, fue como una transición entre la era de los bateristas del jazz tradicional y los de la fusión, entonces, imagínate, iba a estar Dave Weckl a veinte minutos de donde yo estaba, no recuerdo si iba a estar en Brownsville o en McAllen, y yo sin poder cruzar. Ya te imaginarás lo que fue que hice, me dije, “yo lo tengo que ir a ver porque es mi sueño, yo tengo que ver esto”. Mojado tenía su propio estudio de grabación en Brownsville, Texas, y ahí se hacían las producciones de los discos y todo eso, y una vez me crucé el río porque yo quería conocer el estudio, crucé literalmente de mojado.
Uno de los cantantes era ciudadano americano, sus papás eran mexicanos pero vivían en Brownsville y él nació ahí; cuando nos enteramos de la clínica, me dijo, “vamos”, y nos trepamos a su coche. Yo ya más o menos, como dicen allá, “speakeaba” el inglés; cuando llegamos al puente, le pidieron sus datos y pasó bien, pero de repente vieron y me dijeron, “a ver pásele allá por favor”, me dijeron que quería pasar de ilegal, y bla, bla, bla, y total, que me tuvieron detenido unas horas y después me regresaron; esto afectó al trámite de mi visa.
Veinte días después fuimos a una gira a Cancún y de regreso al DF vi que iba a estar Dave Weckl, y me quedé para verlo, y después de eso lo vi muchas veces más.
Seguí trabajando con el grupo, hacíamos todo Centro y Sudamérica, pero no podía pasar a Estados Unidos.
(Continuará)
https://www.youtube.com/watch?v=Detnn6ybCRw
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