La libre manifestación de las ideas está consagrada en nuestra Carta Magna, en los artículos 6º y 7º, y fue el gobierno del presidente Miguel Alemán Valdés el que, en 1951, estableció el 7 de junio como el Día de la Libertad de Expresión en México.

En 1993, la Asamblea General de las Naciones Unidas, a iniciativa de los países miembros de la Unesco, proclamó el 3 de mayo como Día Mundial de la Libertad de Prensa, con la idea de «fomentar la libertad de prensa en el mundo al reconocer que una prensa libre, pluralista e independiente es un componente esencial de toda sociedad democrática».

Nosotros, los trabajadores de los medios de comunicación de Veracruz, seguimos considerando el 7 de junio como el día en el que hay que celebrar esta fecha para recordar que, con variantes muy claras, seguimos gozando de esa libertad constitucional de poder decir con libertad lo que queramos.

Cuáles son esas variantes a las que hacemos alusión: la presencia cada vez más abrumadora de empresarios de la comunicación (mercenarios) que se adueñan de los medios y distorsionan sus objetivos de informar, educar y entretener, para servir a la clase en el poder y de esa manera obtener jugosas ganancias a costa de explotar el trabajo de los periodistas mal pagados y sin ninguna seguridad social ni laboral, manipulando la realidad en perjuicio de la sociedad.

En la actualidad, el compromiso de orientar y servir a la sociedad se cumple solo en contados medios.

A diferencia de hace algunos años, hoy son también menos los que se dedican a buscar la información con verdadero olfato periodístico, la procesan y la presentan a la opinión pública para cumplir con ética profesional con el compromiso de orientar de manera imparcial sobre los problemas políticos, económicos y sociales que afectan a la sociedad.

El grupo en el poder se ha encargado de prostituir el ejercicio periodístico de tal forma que hasta se ha convertido en refugio de malandrines, extorsionadores y verdaderos hampones carentes de escrúpulos a los que solo interesa los mendrugos que les tiran para saciar sus apetitos.

Y aunque los riesgos para el ejercicio de la profesión han aumentado merced a la presencia de bandas delincuenciales coludidas con el poder, a las que el trabajo periodístico incomoda, y a la fuerte presión que ejerce el gobierno para apagar todo tipo de denuncia que ponga en riesgo su situación de privilegio, hay quienes seguimos en la trinchera ejerciendo esta noble tarea, enarbolando los ideales que dieron origen al trabajo periodístico, anteponiendo ética y principios. A ese reducido grupo, felicidades.