José Miguel Flores llegó a Xalapa al principio de los años noventa y tocó en bares, fiestas y presentaciones de salsa, música popular, jazz y acompañando a cantantes y cómicos. Tras cinco años de estancia en la ciudad, ingresó al grupo Orbis Tertius:
Los sintetizadores son abominables porque multiplican el número de las voces
Un día me encontré en Ávila Camacho a Sergio y me dijo: “Mañana van a ser los exámenes para entrar al Orbis”, pero yo veía al Orbis muy alto, decía: “híjole, yo nunca voy a llegar a eso, a tocar tanto”, porque yo tocaba salsa; me gustaba mucho el jazz pero realmente no lo tocaba; sabía dos o tres temas, pero nada más.
Él me insistió en que fuera; pensé que no perdía nada y fui. Cuál fue mi sorpresa al ver que había llegado al examen un bajista que fue mi compañero en la Escuela de Música; de hecho, formamos un ensamble cuando estuvimos en el taller del maestro Téllez, ahí él tocaba el bajo. Se llamaba Salvador, no recuerdo su apellido.
Solo nosotros dos nos presentamos. Sergio me dijo que llegara como a las 9 de la mañana, pero el Orbis ensayaba a las 8 y él llegó a esa hora, venía desde México para presentar el examen. Era bajista, pero le gustaba tocar el piano. Los primeros pianos eléctricos, los famosos Clavinova de Yamaha y los Fender Rhodes, nada más sonaban a piano; después empezaron a salir los sintetizadores, que eran más sofisticados, tenían sonido de violines, de guitarras… muchos sonidos. En el Orbis tenían uno de esos y mi amigo nunca pudo encontrar el sonido del piano, porque está lleno de botones el teclado y él era bajista; se puso muy nervioso y menos pudo.
Cuando yo llegué, me presenté; toqué un tema con el grupo, me pusieron a leer unos acordes, me pusieron a improvisar, y me dijeron, “vas a entrar a prueba, a ver cómo funciona esto”.
Entré al Orbis en el 95, época en que estaban Lucio, Franco, Humberto León y Javier Cabrera. Ya le habían dicho a Lucio que iba a ser el director, pero todavía no le daban el nombramiento, se lo dieron al año siguiente.
Para mí, el Orbis fue mi escuela porque, como te comenté, realmente no tocaba jazz, ahí aprendí.
Lo que sé lo he aprendido a los trancazos; el taller de Téllez fue a nivel teórico, nada más. Yo veo que ahora hay chavos bien jóvenes en la escuela de JazzUV y en otros lados, que tienen mucho talento; qué bueno pero, para mí, asimilarlo, ha sido difícil, me ha costado trabajo pero me apasiona mucho la cosa del jazz.
No hay rey sin Corona
Cuando entré al Orbis me metí al taller de Alejandro Corona; aprendí mucho con él porque me enseñó contrapunto, me ayudó a entender la armonía, y también me enseñó técnica. Yo lo admiro mucho, para mí es un gran maestro de la música, y muy completo; toca clásico y jazz. A partir de ahí me empecé a retirar de los bares, de los bailes, de las fiestas y todo eso. Pasé 20 años de mi vida en ese rollo; al principio era divertido y padre pero después dije: “esto ya no me llena, quiero hacer otra cosa”, y decidí dedicarme por completo al jazz.
Uno pone y también compone
Me apasiona, también, componer música. Cuando estuve en la Escuela Nacional de Música, entré a un taller de composición de Música Contemporánea, pero nunca hice nada, nunca pude terminar una obra. Como era música contemporánea, parecía que teníamos que componer cosas que sonaran raro, como que esa era la característica; no había música armónica, sino que tenía que sonar toda disonante, con ritmos raros, todo muy extraño. El maestro era un músico checo, esa era su onda y él buscaba eso en los alumnos. Yo trataba de hacer cosas más armónicas y no le gustaba, entonces nunca pude hacer nada; pero me gustaba mucho improvisar, siempre me gustó mucho improvisar, y aunque no sabía yo lo que era la improvisación, hacía lo que saliera, aunque no era propiamente jazz. Quién sabe qué era.
A partir de que entré al Orbis empecé a componer más en serio, y sí, me ha gustado mucho la composición y también el arreglo.
Cambia, todo cambia
En 2005, Lucio grabó su disco Caleidoscopio y nos invitó a presentarlo en Europa; fuimos Leo Colorado, Jerry López, Rey David y yo. Después de esa gira se fue de año sabático y luego se jubiló.
Cuando salió Lucio, Aleph Castañeda estuvo tocando con nosotros unos conciertos, pero en aquel entonces se estaba formando JazzUV, y decidió irse para allá; entonces entró Óscar Terán. En esa época pensé que Javier Cabrera debía ser el director; yo creo que él es la persona más indicada, puesto que tiene mucha experiencia como músico, y se me hace una persona muy equilibrada; también pensé que podría ser Humberto León, pero a ninguno de los dos le interesó. Los dos se fueron, descargados: Humberto se fue a Rondajazz, con Alci Rebolledo, y Javier se fue a hacer otras cosas: se fue a Jarocho, a Repercute; estuvo haciendo obras de teatro y trabajando en danza. Rolando Alarcón entró a suplir a Javier. Franco quedó como jefe de personal y agarró la estafeta de director. Él pensaba que Manuel Zepeda le iba a dar el nombramiento, pero nunca se lo dio, no sé qué pasó.
En 2008 grabamos Changing; después, Franco se fue de año sabático y, al regresar, se retiró.
The new age
A la salida de Franco, inmediatamente invitamos a Beto Cobos, un guitarrista poblano muy bueno, para que lo supliera. Aunque en el Orbis hay piezas que se tocan en dúo, en trío o en cuarteto, básicamente la formación ha sido en quinteto, por lo menos en los últimos años; para completar ese formato, después de que entró Beto, invitamos a Cristian Mendoza, un saxofonista chileno muy joven y muy talentoso. Con esa formación grabamos el disco, Orbis Tertius, Jazz Quinteto, que no pudimos editar hasta este año, lo presentamos en marzo.
Beto estuvo un tiempo y luego se fue, entonces invitamos a Felipe Fournier, que también es un gran músico y compositor, muy joven.
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