Dice el dicho que cuando el río suena es que agua lleva. No de otra manera podemos entender que, desde hace casi dos años, en diversas áreas rurales de la entidad se hable de la organización y operación de grupos de autodefensa, conformados por ciudadanos comunes y corrientes, a quienes la presencia del crimen organizado ha terminado por hartarles.
La reiterada negativa del gobierno del estado a reconocer esta presencia no hace sino fortalecer la certidumbre de que existen; pero además ha habido diversas manifestaciones que anuncian la operación de estos grupos, incluso en la propia capital del estado.
No hay que olvidar la iracunda respuesta del secretario de Seguridad Pública, Arturo Bermúdez Zurita, quien hasta amenazó con llevar a juicio a un fotógrafo (que debió huir de la entidad) por haber publicado imágenes e un grupo de esa naturaleza en la zona de La Mixtequilla, mientras sus integrantes hacían rondines por las calles de su comunidad, acusando de haber truqueado el material fotográfico.
En la sierra de Zongolica, los grupos denominados de autodefensa han proclamado abiertamente su existencia, y se han reunido con autoridades estatales que, de todas maneras, se aferran al discurso de desconocer su existencia. Solo habría que recordar al secretario de Gobierno, Érick Lagos Hernández, sosteniendo una reunión con ellos en sus propias oficinas, según pudo apreciarse en fotografías tomadas por estas personas y en las que se aprecia tanto el funcionario como los campesinos empoderados para luchar contra los criminales.
Lo más reciente fue el anuncio de la operación de un grupo de autodefensa en Soledad Atzompa. La publicidad que ellos mismos se han dado puede tener dos objetivos: primero, que las fuerzas estatales y federales reaccionen y acudan a brindar una seguridad en sus bienes y sus personas que, a todas luces, no disfrutan, porque nadie en su sano juicio va a dejar la tranquilidad de su hogar para salir a hacer rondines, luego de hacer el gasto de adquirir un arma de fuego, y segundo, como una acción inhibitoria contra los grupos de criminales para que eviten merodear su comunidad, a sabiendas de que la comunidad no estará indemne del todo.
Sin embargo, la iniciativa no ha sido tomada con filosofía en el aparato estatal. Se ha tratado de negar esa presencia irrefutable mediante el sambenito de que son miembros de una ‘policía auxiliar o comunitaria’, lo que descartaría semánticamente (aquí acudo a la lección de la ilustrada diputada Anilú Ingram) la existencia de un grupo de autodefensa.
¿Qué es lo que distingue una de otro? Prácticamente nada. Aunque el término autodefensa ha sido usado en Michoacán, y allá la dimensión se ha trastocado pese a que el senil gobernador Fausto Vallejo señale que están mejor que acá, lo cierto es que el término señala la voluntad de una comunidad o grupo de ciudadanos de crear una especie de escudo contra las amenazas externas que se ciernen sobre ellos.
¿Por qué negarlos?
Por supuesto que la negativa tiene su miga. Que haya un grupo de autodefensa implica que los miles de millones de pesos invertidos por el gobierno estatal en armamento, equipamiento de transporte y policías ‘calificados’ de poco o nada han servido para que los veracruzanos nos sintamos protegidos por el Estado, por lo que –abandonados a su suerte- grupos comunitarios deciden convertirse en sus propios guardianes.
Cuando Arturo Bermúdez Zurita mostró su ánimo represor contra la prensa, amenazando con llevar a juicio (o levantar o calentar) al fotógrafo Félix Márquez, de la agencia Cuartoscuro, por publicar imágenes de un grupo de autodefensa en la comunidad El Soldado, en Tlalixcoyan, en realidad el ampuloso comentario contra el colega, al que solo´quería ver tras las rejas, derivaba de su situación laboral vulnerable.
Recordemos el atropellado fraseo del poderoso secretario:
“Ya lo dijo el secretario de Gobierno ayer, el que debe estar detenido es el que fue a tomar las fotos y les paga a los ciudadanos para que rayen, pongan grafitis en la ciudad y para que puedan hacer las cosas y es lo que están haciendo en todas partes de la República. Lo que sí te puedo decir es que en época electoral la seguridad no gana, la seguridad somos todos los ciudadanos”.
Luego lanzó un discurso que se ha repetido desde entonces: “no tenemos ningún grupo de autodefensa”.
Y aunque las fotografías de los grupos ciudadanos custodiando sus poblados cada vez son más numerosas, con carabinas, pistolas y resorteras; aunque se reúnan con personal militar para ponerse a las órdenes de las fuerzas de seguridad, porque no son guerrilleros ni los malos de la película, Érick Lagos Hernández (Bermúdez, por fortuna, ya no abre su bocota) sigue con la cantaleta de que no existen.
El gobierno estatal debería abolir ese discurso. Que la delincuencia creció a niveles insostenibles e incontrolables en los años recientes, que diversos grupos delictivos se han multiplicado por todos los rumbos gracias a la impunidad reinante, que las fuerzas de seguridad estatales y federales son insuficientes para atacar todos los frentes que están abriendo las bandas delictivas, son circunstancias que no se pueden tapar con declaraciones.
Acá abajo, a nivel de piso, todos sabemos la crudeza de la situación de violencia e inseguridad. Y los veracruzanos no van a esperar a que desaparezcan sus familiares, los extorsionen y secuestren, mientras la policía estatal se capacita y atiende los centros urbanos, antes de ir a socorrer a quienes viven en las comunidades rurales y serranas.
La recomendación es: pónganse en los zapatos de los veracruzanos, caminen por las calles sin guaruras y no circulen en camionetas blindadas. Solo así, vulnerables como cualquier hijo de vecino, podrán entender por qué se están armando grupos de autodefensa.
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