Ayer cumplió un cuarto de siglo el Partido de la Revolución Democrática, fundado en 1989 por dirigentes y organizaciones de izquierda de muy disímbolos orígenes y apetitos, desde la izquierda radical hasta los denominados reformistas, aglutinados por una pléyade de expriistas como Cuauhtémoc Cárdenas, Andrés Manuel López Obrador, Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez, junto con dirigentes históricos de la izquierda mexicana como el veracruzano Heberto Castillo y Gilberto Rincón Gallardo.
Demasiada voluntad política debió haber para unir bajo las mismas siglas a corrientes de la izquierda que tradicionalmente se comportaban como el agua y el aceite.
Veinticinco años después, aquellas corrientes de tan alejadas estrategias y formas de concebir la realidad, desde el Partido Mexicano Socialista (derivado a su vez del PSUM, originado en el Partido Comunista), único que contaba con registro como partido político nacional, hasta quienes los partidos que lo constituyeron, cuyas siglas hoy suenan a prehistoria, como el Partido Mexicano de los Trabajadores (PMT), el Partido Socialista Unificado de México (PSUM), el Partido Patriótico Revolucionario (PPR) y el Movimiento Revolucionario del Pueblo (MRP), entre muchos otros.
Mal haríamos en tratar de hacer arqueología para analizar las corrientes de izquierda que confluyeron en el proyecto del PRD, solo posible por la iniciativa de destacados priistas que decidieron salir del partido en el poder para llevar a cabo el proyecto original del nacionalismo revolucionario. Lo cierto es que su irrupción en la vida política nacional se constituyó en uno de los principales motores de una democracia decadente, organizada en torno a dos partidos, el PRI y el PAN, bajo el dominio absoluto del primero.
La marca de los padres fundadores
Un año antes de su fundación, con Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano como candidato presidencial, el PSUM habría logrado el triunfo en los comicios, arrebatado por el equipo de Carlos Salinas de Gortari, quien logró esconder su derrota tras la famosa frase del hoy ‘izquierdista’ exgobernador de Puebla, Manuel Bartlett Díaz, entonces secretario de Gobernación, de “se cayó el sistema”, cuando el conteo favorecía al exgobernador michoacano.
En 1994, de nueva cuenta, el ingeniero Cárdenas se subió al tren de la elección presidencial. Se enfrentó con el candidato priista Luis Donaldo Colosio y, tras su asesinato, con Ernesto Zedillo. La correlación de fuerzas era favorable al candidato panista Diego Fernández de Cevallos, quien tras su exitosa participación en el primer debate, que ganó a pulso, negoció con Salinas y bajó la intensidad de su campaña. De esa manera, Zedillo obtuvo la presidencia con poco más de 17 millones de votos, mientras que Diego apenas acumulaba arriba de 9 millones, y Cárdenas hundía en el tercer lugar a su partido, con menos de 6 millones.
En 1997, el PRD cosechaba su primer gran triunfo electoral con el triunfo de Cuauhtémoc Cárdenas como jefe de gobierno del Distrito Federal, superando con 40 por ciento la votación del candidato priista Alfredo del Mazo. Tres años después, Cárdenas dejaría el gobierno capitalino para ir por tercera ocasión en pos de la Presidencia, generando la salida de Porfirio Muñoz Ledo que la buscaba también.
En esta ocasión, con un candidato priista débil en la persona del exgobernador sinaloense Francisco Labastida y un aletargado Cuauhtémoc Cárdenas, triunfó el panista Vicente Fox Quezada, exgobernador de Guanajuato, para comenzar un periodo de supuesta avanzada, tras el derrocamiento por la vía pacífica de un régimen acostumbrado a ganar o a arrebatar. Fox logró cerca de 16 millones de votos, Labastida, 13.5 millones, y Cárdenas, apenas 6.2 millones.
Las siguientes dos elecciones presidenciales, ya lo sabemos, el PRD llevó como candidato a Andrés Manuel López Obrador. En 2006, el candidato de izquierda habría ganado los comicios ante el panista Felipe Calderón Hinojosa, pero el partido en el poder no lo dejó llegar, pese a que Calderón no era el candidato de Fox. El priista exgobernador tabasqueño Roberto Madrazo Pintado hundió a su partido en el tercer lugar. Calderón ‘obtuvo’ un poco más de 15 millones de votos (35.89%); López Obrador, 14 millones 756 mil votos (35.33%) y Madrazo, 9.3 millones.
En los más recientes comicios, celebrados en 2012, Andrés Manuel López Obrador se volvió a postular y, aunque volvió a ocupar el segundo lugar, desbancando a la panista Josefina Vázquez Mota, quedó muy lejos del candidato priista Enrique Peña Nieto. Según los datos oficiales, el PRI (en alianza con el PVEM) obtuvo más de 19 millones de votos, mientras que López Obrador logró cerca de 16 millones, mientras que Josefina, apenas 12.7 millones.
¿En Veracruz sirve de algo el PRD?
Tocadas por el poder y el dinero, las tribus perredistas se enfrentan a una encarnizada lucha en Veracruz. Hasta la dirigencia de Sergio Rodríguez Cortés, quien se ha mantenido hasta el fin de su gestión, casi todas las anteriores han sido derrocadas por una u otra tribu. Pero el milagro ha sido posible a costa de perder toda posibilidad de triunfo electoral, a no ser en aquellos municipios o distritos electorales donde previamente se ha negociado su victoria.
El último escándalo protagonizado por el exempleado de Fidel Herrera Beltrán tiene que ver con el apoyo que su candidato para los comicios extraordinarios a la presidencia municipal de Las Choapas, Marco Antonio Estrada Montiel, en lo oscurito ha logrado el apoyo del PRI para que gane y, de paso, se evite el fortalecimiento de los Tronco como la mafia familiar que pondría en riesgo la gobernabilidad en el sur de Veracruz.
Ya comentamos ayer cómo quien iría como candidato de la alianza PVEM-PRI, Miguel Ángel Tronco Gómez, renunció a ir a una derrota segura y, en ‘solidaridad’, el diputado local Renato Tronco, su hermano, está con que pedirá licencia en el Congreso, como protesta por la chicantana que le estaba haciendo el PRI y el gobierno estatal a su hermano.
Pero esta circunstancia no es ni mucho menos la más notoria del reinado de Sergio Rodríguez, contra quien se han unido otros dirigentes perredistas que buscarán en octubre ganar las elecciones internas para expulsarlo del control del partido. Los negocios millonarios que ha hecho bajo la sombra (extraña paradoja) del sol azteca han sido muy evidentes. En primer lugar, tiene totalmente desarticulado al PRD, que ahora menos que nunca cuenta con una estructura territorial.
Para evitar que los comités municipales le obliguen a repartir las prerrogativas que obtiene mes con mes, Sergio Rodríguez simplemente ha desaparecido esas estructuras: en prácticamente todos los municipios de la entidad no hay comité, en parte por la encarnizada lucha entre facciones locales, y en parte por el desinterés del ‘dirigente’ estatal por crear al menos un remedo de partido democrático.
En la pasada elección municipal actuó como verdadero vendedor de seguros. Ahí donde podría tener un buen caudal de votos, eligió a los peores candidatos para permitir que ganaran los priistas. En otros, nominó como candidatos a quienes le señaló Fidel Herrera o el gobierno o el PRI. De manera que dinero sí ha obtenido él, en lo personal, pero ha llevado casi a la desaparición a un partido que estaba llamado a garantizar un mejor juego democrático.
Como dicen sus contrarios, tanto Sergio Rodríguez como el CEN del PRD, constituido por el grupo de los Chuchos, han convertido a esa organización en una verdadera franquicia. Y así será muy difícil que se levante en poco tiempo.
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