Úrsula Iguarán murió un jueves santo. Gabriel García Márquez, el (re)creador del universo casi bíblico de Macondo, murió como la centenaria compañera del primer José Arcadio, la matriarca de los Buendía en Cien años de soledad. La crónica de su muerte esperada, anunciada, tuvo su punto final ayer en la Ciudad de México.
Desde que salió al portón de su casa en el DF el pasado 6 de marzo para escuchar, agradecido, Las Mañanitas que le cantaron vecinos y periodistas, casi rodeado de mariposas amarillas, el Premio Nobel de Literatura 1982 lucía demacrado, debilitado por la edad. A diferencia de su icónico personaje, que vivió más de 120 años, a Gabo no le alcanzó el hálito para acercársele: sumó solo 87 años a su vida creativa.
La partida tan consecutiva de enormes personajes de la literatura latinoamericana, como su gran amigo y compatriota Álvaro Mutis, fallecido el pasado 22 de septiembre, también en la Ciudad de México, parece convertirse en una epidemia. José Emilio Pacheco había dejado en la orfandad a los mexicanos el 26 de enero, a los 75 años, y un año antes había subido a la barca de Caronte el poeta cordobés Rubén Bonifaz Nuño.
Desde que hace unos días fue internado en el hospital Salvador Zubirán, se nos agolpó su biografía. Como periodista, nuestra obligación era preparar su semblanza porque los signos apuntaban a su próxima partida. Cuando salió del hospital rumbo a su casa, surgió la paradoja: ¿se había restablecido o buscaba estar en su territorio al momento de expirar? Fue esto último.
De su trascendencia mundial dio cuenta la inmediata difusión de su fallecimiento en los principales periódicos del mundo, desde La Gazeta de Varsovia hasta The Washington Post, desde México hasta Buenos Aires, desde Madrid hasta Bogotá.
Ayer fue un ir y venir por su narrativa, a la búsqueda de los necesarios paralelismos entre realidad y literatura. De inmediato saltó la imagen de Úrsula, ese personaje que vertebró la larga crónica de Macondo (Aracataca), en la novela publicada en Buenos Aires en 1967, por la editorial Sudamericana.
El patriarca ha muerto.
Gabo, Xalapa y la Universidad Veracruzana
Poco antes de su consagración con Cien años de soledad, Gabriel García Márquez había recibido la generosidad del escritor veracruzano Sergio Galindo, director de la Editorial de la Universidad Veracruzana, quien habría de publicarle su primer libro, Los funerales de la Mamá Grande, en 1952.
El maestro Fernando Figueroa Sánchez lo explica mejor en un artículo para la revista electrónica Jornada Filosófica:
“A Gabo no le había ido bien en Nueva York, ni en Nuevo Orleans ni como guionista de cine al llegar a México a pesar del apoyo de Álvaro Mutis y, justo cuando más lo necesitaba entonces, casi recién nacido su segundo hijo, cuando Gabo más endeudado estaba, la Universidad Veracruzana le publicó en 1962 el libro de cuentos que Elena Poniatowska había extraviado y finalmente recuperó: Los funerales de la Mamá Grande. Por supuesto, la Universidad Veracruzana apostó a un extraordinario cuentista de ficción como Gabo porque ni más ni menos que otro brillante narrador como Sergio Galindo dirigía la sección de ficción (…) La Universidad Veracruzana no se equivocó, a pesar venderse con lentitud los 2 mil ejemplares tirados, sólo un par de años después Gabo impactaría con Cien años de soledad.”
Al escribir sobre la labor editorial de Sergio Galindo, José Luis Martínez señala:
“Gabriel García Márquez, Juan García Ponce, Álvaro Mutis, Jaime Sabines, Rosario Castellanos, Rosa Chacel, José Revueltas y Elena Garro constituyen apenas unos cuantos nombres, tomados al azar, de escritores que conforman el catálogo de la colección Ficción, orgullo editorial de la Universidad Veracruzana (UV) desde hace 50 años cuando, bajo la conducción de Sergio Galindo, editor y autor, dio inicio una etapa de especial notabilidad para la cultura latinoamericana, al dar cobijo y difusión a obras y autores que, con el tiempo, se convirtieron en modelo del pensamiento, el arte y la creación literaria en el ámbito hispanohablante.”
La viuda de Montiel (1979)
Pero la resonancia de la Universidad Veracruzana en la obra de Gabo no solo se reduce a ese primer libro de cuentos publicado por el colombiano. Dos películas con guiones adaptados de su obra narrativa, fueron coproducidas por le casa de estudios de la entidad.
Justamente uno de los cuentos del libro Los funerales de la Mamá Grande, publicada en la UV, “La viuda de Montiel”, fue llevado a la pantalla grande en 1979 bajo la dirección del cineasta chileno Miguel Littín, quien hizo mancuerna con el escritor mexicano José Agustín para la elaboración del guion cinematográfico.
Con música del compositor cubano Leo Brower, “La viuda de Montiel” tuvo como reparto a Geraldine Chaplin, Katy Jurado, Ernesto Gómez Cruz y Alejandro Parodi, entre otros. Para su filmación se usaron escenarios de Tlacotalpan y de la exhacienda de San Marcos de León, en el municipio de Xico.
El coronel no tiene quien le escriba (1999)
La siguiente realización cinematográfica basada en la obra de Gabriel García Márquez, coproducida por la UV, fue “El coronel no tiene quien le escriba”, dirigida por Arturo Ripstein, con guion de Paz Alicia Garciadiego. Fernando Luján, Marisa Paredes, Salma Hayek, Rafael Inclán, Daniel Giménez Cacho, Patricia Reyes Spíndola y Odiseo Bichir, entre otros, interpretaron los personajes de la novela homónima del Premio Nobel colombiano.
Filmada en 1999 en escenarios del río Papaloapan, la película fue presentada por la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas para competir por el Óscar a la Mejor Película Extranjera; también participó ese mismo año en el Festival de Cannes. En ninguna de esas competencias logró el premio.
Ahora solo nos resta releer la obra narrativa de Gabriel García Márquez y ver las películas producidas en torno a ella.
Recomiendo leer este largo artículo sobre el autor, sus libros y sus versiones cinematográficas, escrito por el buen amigo Omar González: http://notasomargonzalez.blogspot.mx/2013/08/los-funerales-de-la-mama-grande.html
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