No tener un sueldo mensual en este país convierte a cualquier persona en un agente creativo para lograr la sobrevivencia, pero si nos enfocamos en los artistas y creadores profesionales independientes -en solitario o agrupados en alguna organización cultural- el asunto cobra dimensiones trascendentes para poder vivir de la profesión que han estudiado en varios semestres o abandonarse a la mediana estabilidad de un sueldo en cualquier área mercantil.

En los días que corren, en nuestras ciudades, es visible que han crecido las comunidades de egresados de carreras artísticas, creativas o de las industrias culturales, sin embargo, su praxis cotidiana los está enfrentando a la cruda realidad de que, para vivir de la creación, no es suficiente, en el mejor de los casos, la excelencia de la técnica en la disciplina artística o creativa de que se trate.

Hasta pareciera un gran auto boicot de los artistas hacia sus profesiones creer que solo la gran calidad de sus creaciones lo catapultarán al éxito, y no es su responsabilidad. Las academias han dejado vacía la dimensión de cómo desarrollar su carrera, de cómo vivir de su profesión sin morir en el intento y, sobre todo, en las circunstancias económicas, políticas y de seguridad tan difíciles como las que caracterizan a nuestro país y estado.

En el siglo XIX y aun durante el siglo XX, al profesionalizar su actividad muchos artistas soñaban con ser descubiertos por un mecenas personificado en crítico, galerista o coleccionista, mientras se entregaban por completo a las musas del credo del arte por el arte.

Hoy aún funciona, un artista puede ser descubierto pero hay que trabajar mucho para dar batalla a los mercados de las artes y a las industrias culturales, hay que preparar el terreno, diseñar y organizar estrategias para generar opiniones favorables a su producción estética, lograr posicionamiento entre los colegas, poder penetrar en una ciudad, región o país o ser programado en los espacios que introducen al siguiente nivel.

La producción artística también tiene una dimensión empresarial. Los profesionales del arte y la cultura son, a su vez, agentes de desarrollo económico para el país, por lo que se necesita talento y creatividad para destacar pero también saberes de marketing cultural, capacidades de gestión del mercado de las artes y manejar principios estructurados de comunicación y relaciones públicas

No hablo de convertir a cada autor o interprete en un empresario, pero sí creo importante persuadirlos de estar preparados para abordar las sociedades, las redes o los mercados del siglo XXI , porque sus colegas de otros estados y países sí están adquiriendo conocimientos, estrategias y competencias, -colmillo, se dice acá- para organizar su promoción.

Pareciera un perfil de creador muy complejo de cumplir, sin embargo, artista que sabe promoverse, se defiende, encuentra compradores, sostiene su producción, crece y, por lo tanto, es más libre para crear, en el lugar, tiempo y con la estructura conceptual más independiente; vive realmente de su vocación, de su profesión. Los artistas más exitosos en México y en el mundo nos lo confirman.

Pero, ¿qué están haciendo bien ellos?

Para iniciar, se están convenciendo de algo que en la provincia mexicana aun estamos en proceso de asimilar: la mercadotecnia cultural no opera como la mercadotecnia comercial. La mercadotecnia cultural deja que primero se desarrolle el proceso autónomo de creación, gestión y producción de la obra y, una vez consolidado, busca el público que estaría dispuesto a consumir, disfrutar y pagar por el producto cultural o artístico y, entonces, despliega estrategias para hacerle sentir la necesidad de obtener el disfrute de la experiencia estética mediante acciones como:

  1. Escoger y definir lo más certeramente posible el mercado donde podrá ser bien acogida la propuesta de acuerdo a sus especificaciones y visualizando que nos dirigimos a un público que necesita estar bien informado para derribar sus resistencias a la adquisición de la obra
  2. Concretar los pasos para hacer más clara la oferta de nuestra propuesta: ¿con qué información van a valorar la importancia, innovación o unicidad de la producción?, ¿dónde la distribuiremos y con qué elementos para crearle visibilidad en la ciudad?, ¿qué acciones le darán notoriedad para ser apoyada por los críticos, los colegas, el público, las instituciones?, ¿cómo hacer deseable nuestra oferta a más usuarios?
  3. Si hubiera que argumentar sobre por qué los productos culturales o artísticos reciben menos atención del público masivo que los productos comerciales, bastará mencionar que para promover la producción artística se concentra apenas un máximo del 40% del tiempo total, mientras en las empresas de espectáculos comerciales utilizan hasta un 70% del tiempo en prospección, investigar mercados, promover el producto, buscar alianzas, estar vigentes etc.

Por muchos años, el concepto de marketing había estado en tensión con el mundo del arte por la falta de información masiva y el prejuicio que nos ha hecho relacionarla con la deshumanización del arte, entregarse a los mandatos del mercado, acabar con nuestra libertad creadora, crítica y propositiva o cancelar las posibilidades de crear algo nuevo bajo el sol.

En cambio, hoy el marketing cultural y la gestión de las artes se han convertido en valiosos sistemas de herramientas para apoyar a los creadores en defender su arte, lograr su autosuficiencia y conquistar su libertad estética.

De estos temas nos ocuparemos en este espacio para contribuir al desarrollo de las artes, los artistas y los productores culturales.

Mayor información en www.institutorealia.com  o en el correo gestorcultural2020@nullgmail.com