Tras una estancia de tres años en Estados Unidos, Edgar tuvo que regresar a México:
Y volver, volver, volver, a la Atenas otra vez…
Regresé de Estados Unidos por ahí de marzo o abril y me puse a buscar trabajo; llamé a Lucía Ortiz a la Escuela Municipal de Bellas Artes de Veracruz y me recibió con los brazos abiertos, me contrató y abrí un diplomado de jazz. Unos meses después me enteré de que había una opción de trabajo en la Universidad Veracruzana; salió un concurso para una plaza como maestro de Jazz en la Facultad de Música, lo cual se me hizo extrañísimo porque el programa de ahí de música clásica; total que me presenté y gané entre ocho concursantes. Empecé a hacer las dos cosas a la par, iba los fines de semana a dar el diplomado y comencé a dar clases en la facultad; así fue durante un año y medio, hasta que se terminó lo de Veracruz.
Después me enteré de que esa plaza la sacó la universidad porque un profesor se había ido a estudiar jazz al extranjero, con una beca Promep y, en esos convenios, la Universidad Veracruzana se compromete a abrir una plaza en el campo en que mandó a estudiar a sus profesores, pero la Facultad de Música no la había solicitado y se quejaron porque no necesitaban un maestro de jazz, entonces sacaron un desplegado para decir que el examen iba a ser de maestro de Jazz, para respetar esa parte, pero también de maestro de Instrumento, y de maestro de Teoría Musical, ambos de clásico. De los ocho que nos inscribimos, cada quien podía escoger su área; como yo hago las tres y venía bien preparado de Estados Unidos, me inscribí en todas pero, estando ahí, me dijeron que no podía hacer los tres exámenes, que tenía que elegir uno, entonces elegí jazz y gané la plaza.
Sembrando semijazz
Al entrar a la Facultad de Música, lo primero que me encontré es que, aunque estaba contratado como maestro de Jazz, no podía dar clases de jazz, querían que diera clases de solfeo y les dije: “Con todo respeto, creo que me pueden aprovechar mucho mejor”; entonces me pusieron a dar clases de música de cámara, de orquesta sinfónica y de composición. Después de un año cedieron un poco y me dijeron que no podían cambiar de nombre a la materia, no podían inventar otra carrera, pero que me daban chance de dar los contenidos de jazz; entonces, en la materia de orquesta de cámara, enseñaba ensambles de jazz; en la de orquesta sinfónica, abrí una big band, y en la de composición clásica, daba clases de arreglos y composición, y de teoría del jazz. Ahí tuve una generación de chavitos muy talentosos entre los que estaban Emiliano Coronel, Vladimir Coronel, Yaury Hernández, Alonso Blanco, Alberto Jiménez, Arturo Caraza, Tonatiuh Vázquez, Mauricio Franco, Nissiel Ceballos y otros que ahora se me van, perdón. Esa fue la generación que llegó a dar el empujón a JazzUV; algunos se quedaron como maestros y otros se fueron a Puerto Rico.
Al mismo tiempo, varios músicos me buscaron para que diera clases de jazz de manera particular, entonces abrí un curso en La Tasca y acudieron entre 60 y 80 personas. En esa época había como un boom, como una necesidad fuerte de aprender más, porque las únicas opciones que había eran o música clásica o tocar en las bodas; entonces, además de La Tasca, abrí las puertas de mis clases en la Facultad de Música y se llenaban; tenía alumnos de la facultad, músicos de la sinfónica, de la Orquesta de Música Popular, músicos de son jarocho, músicos de pastel (así se le dice a los grupos que amenizan fiestas), y todos lo que buscaban era información; querían ser mejores para hacer su música y sabían que el jazz te da una muy buena oportunidad porque el proceso creativo del jazz se trata de eso, de manejar la mayor cantidad de elementos musicales que sea posible, y de manejarlos de miles de maneras distintas, para que puedas improvisar la música que tú quieras. Muchos músicos ven en el jazz esas herramientas y tienen razón porque con el jazz, o aprendes o no aprendes, no hay de otra.
Del tingo al tango con el jazz
Después pasaron muchas cosas: en el 2004 grabé un disco, He’s Coming, con Aleph Castañeda en el contrabajo y Daniel Ávila en la batería, y con algunos invitados: Miguel Cruz en las percusiones, Francisco Lelo de Larrea en la guitarra, Rey David Alexandre y Jakub Dedina en el trombón, y Kenny Leeper y Alex Freund en la trompeta.
Lo hicimos de manera muy casera y no tuvo, la verdad, mucha distribución y algunas cosillas no salieron tan bien. Seguí tocando aquí en Xalapa, en muchos lados; fui a Canadá a dar clases; regresé y me fui con la sinfónica de gira a Europa, en fin, seguí haciendo muchas cosas con el jazz y con la música clásica.
(Continuará)
https://www.youtube.com/watch?v=oamugbkOGmU
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