Migrantes, andariegas, trashumantes, las ferias del libro en Xalapa no han encontrado nunca un espacio adecuado para realizarse y, mucho menos, para expandirse. De su fama como ciudad de las ferias en siglos pasados, Xalapa ha tenido fuertes dificultades para consolidarse como el sitio idóneo para conjugar la cultura y el comercio.

Durante el siglo XVIII, la Corona española estableció la feria de Xalapa, que se convirtió en la más importante de la Nueva España; de hecho, la celebración de la feria permitió la multiplicación de su población y, por consecuencia, el número de casas, negocios, almacenes y posadas. Según datos históricos, a la ciudad se le conoció como Xalapa de la Feria y en 1791 adquirió el título de villa.

En los últimos años, Xalapa perdió uno de sus más significativos sellos: la feria de las flores. Las autoridades estatales y municipales dejaron morir la tradición de mostrar la diversa producción florística de la región, particularmente la del bosque de niebla. Del Parque Juárez, la feria anual de las flores recaló en el Paseo de las Lagos, donde la ciudad le dio la espalda a una muestra que pronto fue invadida por puestos de fritangas y el desdén de los floricultores.

Pero las ferias editoriales siempre han estado en la ciudad desde hace décadas. La más persistente ha sido la Feria del Libro Infantil y Juvenil, celebrada en el patio y los corredores del hermoso edificio donde desde 1850 funciona el Colegio Preparatorio de Xalapa (la Prepa Juárez), fundado siete años antes, cuya hermosa biblioteca alberga libros incunables, adjetivo que refiere a toda edición hecha desde la invención de la imprenta hasta principios del siglo XVI.  Este año, esa feria cumplirá 25 años.

Para dar una idea de la importancia de una feria de esta naturaleza baste recordar que este año se celebrará la versión 28 de la Feria Internacional de Libro (FIL) de Guadalajara, apenas tres años más antigua que la xalapeña, que se ha convertida en la segunda a nivel internacional, después la de Frankfurt, Alemania, y que cada año reúne a decenas de miles de visitantes del país y el mundo, que convierten a la capital jalisciense en un poderoso polo de atracción del turismo cultural.

Xalapa, sin instalaciones feriales

Más como un deseo que como un objetivo cumplible, el director del Instituto Veracruzano de Cultura, Rodolfo Mendoza Rosendo, un extraordinario bibliófilo que ha aportado un valioso legado editorial con el apoyo de la Universidad Veracruzana y el escritor Sergio Pitol, se refirió a la posibilidad de que la feria internacional del libro se expanda y busque acercarse al modelo de la FIL de Guadalajara.

Hace muchos años, una iniciativa similar ocupó a la Universidad Veracruzana al convertir en internacional la feria del libro universitario. Los esfuerzos chocaron con la miserable infraestructura con que cuenta la capital veracruzana. La FILU buscó espacios para su celebración, se realizó en la USBI, en el antiguo Museo del Transporte que hoy ocupan las oficinas del DIF estatal, se armó una enorme tienda de campaña en el parque de beisbol del Campus para la Cultura, las Artes y el Deporte (erróneamente conocido como USBI, que es solo una parte de ese conjunto) y, finalmente, en la Casa de Artesanías en el Paseo de los Lagos.

Nunca ha logrado contar con espacios dignos para un encuentro de esta naturaleza. Habría que recordar cuando, en uno de los eventos de la FILU, en el espacio abierto en lo que hoy se conoce como la Casa del Lago, un chaparrón que amenazaba con desbordar los lagos, el agua corrió por el piso y tanto el entonces rector Raúl Arias Lovillo como el escritor Sergio Pitol y la exalcaldesa Elizabeth Morales, tuvieron que subir los pies para evitar que la corriente los dejará descalzos.

Bicicletas en lugar de libros

La próxima celebración de los Juegos Centroamericanos y del Caribe pudo más que la gran tradición cultural de la ciudad. Aunque ha sido un sueño largamente acariciado por diversos sectores educativos y empresariales contar en la ciudad con un centro de convenciones para relanzar la economía regional y atraer (o conservar aquí) eventos que deben realizarse en Boca del Río, en lugar de eso lo que habrá es un velódromo para las pruebas ciclistas del evento deportivo.

Lentamente, el armatoste va erigiéndose en la entrada de la autopista Coatepec-Xalapa, frente al DIF estatal. Tras el evento de noviembre, será menos que un elefante blanco, porque en la ciudad no se practica más que el ciclismo de montaña y, en poca escala, el de ruta, pero no las pruebas de velocidad.

Los xalapeños contarán con un nuevo edificio que, una vez terminados los JCC, solo podría servir para corridas de toros bajo techo, palenque de lujo, sala de conciertos masivos, pero no para una feria del libro o para convenciones.

Aunque se ha comentado que se reformará para que sirva para los efectos que tanto añoran universitarios y empresarios, lo cierto es que la propia estructura impide imaginar que pueda dar cabida a eventos de gran magnitud como exposiciones de libros, eventos artísticos, conferencias o presentación de ediciones, como no es sano imaginar al Estadio Xalapeño para eventos que no sean competencias atléticas o mítines políticos.

De manera que el nomadismo de las ferias editoriales continuará per secula seculorum. Amén.

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