La semana anterior, con un gran dramatismo, el comisionado para la Seguridad y el Desarrollo Integral de Michoacán, Alfredo Castillo, acaparó la atención de los medios de comunicación al difundir que uno de los compinches del fundador del cártel de LosCaballeros Templarios, Nazario Moreno (a) “El Chayo”, había revelado en su declaración ministerial que el capo, ahora sí supuestamente abatido, no sólo traficaba con órganos humanos sino que obligaba a sus secuaces a comérselos en una especie de rito de “iniciación”.

 

Quién sabe si Castillo lo hizo sólo para desviar la atención del caso de Hipólito Mora –el líder de los grupos de autodefensas de la zona caliente de Michoacán que acusó de traición al gobierno del presidente Enrique Peña Nieto por haberlo procesado penalmente por un par de homicidios que él asegura no cometió– o, si de veras, el comisionado federal es tan ingenuo e ignorante.

 

Y es que desde antes de que descubriera las prácticas caníbales del líder templario ya se sabía del canibalismo de otros narcos mexicanos. En julio del año pasado, por ejemplo, la editorial Grijalbo sacó a la venta el libro “Los malditos. Crónica negra desde Puente Grande”, cuyo autor es el reportero michoacano Jesús Lemus Barajas, director del periódico El Tiempo de La Piedad, el cual permaneció recluido mil cien días, entre mayo de 2008 y enero de 2011, acusado de los delitos de delincuencia organizada y fomento al narcotráfico, en represalia por la investigación periodística que realizaba sobre las rutas del narco y una red de pederastas en las que presuntamente estaban implicados un diputado y un senador, ambos del PAN.

Durante su reclusión en Puente Grande, Lemus Barajas aprovechó para entrevistar a varios criminales. Uno de ellos fue Juan Sánchez Limón, quien había sido jefe de plaza de Los Zetas en Guanajuato y otras entidades, el cual proporcionó al periodista datos sobre una faceta singular del capo Heriberto Lazcano. En el capítulo cuatro, titulado “Los caníbales”, se reproduce la siguiente charla:

“–¿Cómo era El Lazca en el trato con ustedes, su gente?

“–Es un tipo a toda madre. No anda con chingaderas, es estricto pero benevolente. Muy inteligente, tiene una memoria fotográfica…

“–¿No es cierto entonces lo que se cuenta del Lazca?

“–Sé que tiene un rancho con un zoológico, pero no he sabido que aviente a sus enemigos a los leones; a esos más bien los ejecuta en forma rápida. A sus enemigos más bien se los come él.

“–Los tortura mucho…

“–No, se los come. Lo que es comer. Tragar, pues, para que me entiendas.

“–¿Come carne humana El Lazca? –pregunto dudando a todas luces de la veracidad del comentario.

“–Lo he visto.

“–¿Tú has estado en reuniones donde El Lazca ingiera proteína humana?

“–He estado en reuniones en las que luego de enjuiciar a alguien y sentenciarlo a la pena de muerte, antes de ejecutarlo le ordena que se bañe a conciencia, incluso que se rasure todo el cuerpo, y lo deja que se desestrese por unas dos o tres horas; hasta les daba una botella de whisky para que se relajen mejor. Después ordena su muerte en forma rápida, para que no haya segregación de adrenalina y la carne no se ponga amarga ni dura.

“–¿Y a poco tú también has comido carne humana? –le pregunto, acosándolo un poco.

“–Sí –contesta enfático, sintiendo mi incredulidad–, cuando he estado en reuniones con El Lazca; como en tres ocasiones comí carne humana.

“–¿Cómo preparan la carne para comerla?

“–He visto que al Lazca le gusta comerla en tamales y cocida en limón, en tostadas, como si fuera carne tártara.

“–¿Qué parte del cuerpo es la que se come? –pregunto asombrado por el curso que ha tomado mi interrogatorio.

“–Sólo la nalga y el chamorro; de allí se sacan los bistecs para preparar la comida. Una vez estuvimos en una reunión en la que juntó a toda la gente; fue en una posada que se hizo en Ciudad Victoria, y esa vez se mandó hacer pozole y tamales. Los que colaboraron con la carne fueron tres centroamericanos que se pasaron de listos. A mí me tocó ver cómo los prepararon para ponerlos en el pozole y en los tamales (…)”

 

CMAS: ¿PRIMER AJUSTE?

 

Si algo hay que recocer del alcalde Américo Zúñiga es el nuevo ritmo de trabajo que ha impuesto en el municipio. Su arranque ha sido impetuoso, se le nota dispuesto a enfrentar los diversos problemas que sufre Xalapa, pero sobre todo, sigue siendo ese político sencillo, no ha perdido sus signos de humildad y cercanía, mismos que muchos olvidan cuando llegan al poder.  Sin embargo, es penoso que en su gabinete existan personas que no quieran entender este estilo de gobernar. En la CMAS hay un funcionario de nombre Francisco Javier Escalera, que funge como Director de Administración y Finanzas, y quien, haciendo gala de su condición de “intocable”, en poco tiempo se ha ganado a pulso una mala fama entre los trabajadores quienes ya hablan de su incapacidad y poco compromiso, pues tan sólo se presenta a trabajar dos veces por semana (sin quedarse más de tres horas en su oficina), pero a su vez, mencionan que a poco más de 80 días de iniciada la nueva administración ya sacó a relucir su condición de nuevo rico adquiriendo una camioneta 2014, valuada en más de medio millón de pesos. Escalera, además, sigue pensando estar en las épocas donde los Directores Generales del organismo operador del agua servían como figuras decorativas y olvida constantemente que existe un superior jerárquico que ha demostrado tener la preparación y contar con el respaldo para cumplir con esta importante responsabilidad. Tal vez Francisco Javier Escalera no se ha dado cuenta que los tiempos han cambiado, que la gente ya está harta de funcionarios improductivos y poco transparentes. Seguramente a Américo no le pasó de largo el mensaje enviado desde el gobierno estatal la semana pasada, él tampoco dejará que defrauden su confianza.