Al escuchar la palabra “sismo”, lo primero que viene a la mente de los habitantes de la Ciudad de México son los terremotos que sacudieron a la capital del país los días 19 de septiembre de 1985 y 2017, respectivamente. Sin embargo, décadas atrás hubo otro movimiento telúrico que también puso en jaque a esta metrópoli.

Alejado de la memoria colectiva de las nuevas generaciones, en la mente de varios capitalinos todavía viven los recuerdos del temblor que fue capaz de derribar al Ángel de la Independencia. Esta es un pequeño recuento de lo ocurrido durante y después del llamado “Terremoto del Ángel”.

El otro gran sismo de la Ciudad de México

Ocurrió durante la madrugada del domingo 28 de julio de 1957, para ser más exactos a las 2:43 horas. Con un epicentro ubicado cerca del Puerto de Acapulco, en Guerrero, las ondas sísmicas llegaron a la Ciudad de México con una magnitud de 7.7 grados en la Escala de Richter (aunque para el Servicio Geológico de EE. UU. alcanzó los 7.9 grados).

Varias crónicas publicadas en los periódicos retrataron la confusión que se generó entre los habitantes del entonces Distrito Federal, como un apagón que duró varias horas. La gente salió de sus viviendas en una cantidad importante sólo para descubrir que la ciudad estaba sumida en las tinieblas.

Al ser un domingo por la madrugada y al no contar con medios para informarse, los defeños regresaron a dormir sin imaginar que horas después la salida del sol les revelaría un escenario para el que nadie los había preparado, comenzando por la impactante imagen de la escultura de la Victoria Alada, mejor conocida como Ángel de la Independencia, tirada y destrozada en el corazón de Paseo de la Reforma.

Ante el miedo de las réplicas o de un nuevo sismo, en varios hoteles de la zona centro hubo turistas que prefirieron permanecer en los pisos más bajos. La sensación de incertidumbre que reinaba en la gente permaneció por semanas.

Los daños

El primer reporte oficial, emitido la mañana del domingo 28 de julio, hablaba de sólo de cuatro muertos, cifra considerablemente baja cuando se contrastaba con el reporte parcial de 25 derrumbes.

Poco a poco fueron encontrando más cuerpos, haciendo de esas primeras horas algo dramático. No obstante, el mayor golpe contra la realidad fue cuando comenzaron a removerse los escombros de un edifico que estaba en la esquina de Álvaro Obregón y Frontera, en la colonia Roma. Ahí, tras las vallas policíacas donde cientos de mexicanos veían las labores de rescate, yacían 12 familias sepultadas; al final fueron 33 cuerpos los recuperados. Ese predio ahora es ocupado por un hotel.

Por el derrumbe de las escaleras, decenas de personas quedaron atrapadas en los pisos superiores de las unidades habitacionales Presidente Alemán y Juárez, de reciente construcción.

También se reportó que se vino abajo el techo de la Nave Central de La Merced, que en aquel tiempo estaba en construcción.

Varias construcciones quedaron endebles, incluidos los cines Cervantes, Colonial, Ópera, Encanto, Insurgentes, Gloria, Goya, Roble, Cineac, Titán, Majestic y Capitolio, que debieron cerrar, dejando desempleadas a un importante número de personas.

Si bien la Ciudad de México fue la más afectada, hubo otras zonas de la República Mexicana que también presentaron daños materiales y pérdida de vidas humanas, sobre todo en la parte central del país y en el Estado de Guerrero. Por ejemplo, en Chilpancingo un tercio de las casas se vinieron abajo y en Acapulco el mar se retiró 30 metros para después dar paso a un tsunami que arrasó con la Costera de la ciudad.

El saldo final fue de 700 muertos y 2,500 heridos. A pesar de ello, el pueblo mexicano se mostró solidario y en medio de la tragedia la gente comenzó a colaborar en las labores de rescate, y a donar sangre y comida para los heridos y damnificados.

Caída y renacimiento del Ángel

Como parte de los eventos para conmemorar el Centenario de la Independencia de México, el 16 de septiembre de 1919 el presidente Porfirio Díaz inauguró el Monumento a la Independencia, en cuyo centro destacaba una estatua de siete toneladas y 6.7 metros de altura que representa a la Victoria Alada. En la mano derecha sostiene una corona de laurel y en la izquierda una cadena de eslabones rotos, símbolo de que la conquista española había llegado a su fin.

Esa escultura hecha de bronce posee un recubrimiento de oro, y es obra del escultor italiano Enrique Alciati.

Ubicada en lo alto de la Columna de Independencia, el popularmente llamado Ángel de la Independencia no tardó en convertirse en un icono cultural y monumento emblemático de la Ciudad de México. Por eso, ver a este símbolo del orgullo nacional abollado y resquebrajado en el suelo, con la cabeza tirada a varios metros de distancia, resultó impactante para los habitantes del Distrito Federal.

Los restos del Ángel de la Independencia fueron recogidos por el Departamento del Distrito Federal y llevados a una bodega donde se evaluaron los daños: sólo quedaron en buenas condiciones una pierna y un brazo, no era para menos, el “Ángel” había caído de una altura de 38 metros.

No hubo forma de rescatar el resto del cuerpo por lo que la Victoria Alada prácticamente tuvo que rehacerse desde cero por un grupo de técnicos y especialistas que estuvieron bajo el mando del escultor José María Fernández Urbina.

Tras más de un año de trabajo, la escultura del Ángel de la Independencia fue nuevamente colocada en la Columna de Independencia del 16 de septiembre de 1958.

Tras años de haber permanecido guardada, en 1986 el trozo de cabeza que fue recuperado del Ángel “original” fue puesto en la entrada del Archivo Histórico de la Ciudad de México, ubicado en Donceles y República de Chile, donde puede ser visitada por quienes deseen verla.

Como dato adicional, este pedazo de cabeza es tan pesado (unos 400 kilos) que se requieren a más de seis personas para moverla.

Más curiosidades del sismo de 1957

  • Fue un cuarto de millón de pesos lo que en conjunto perdieron los centros nocturnos del primer cuadro de la Ciudad de México, a causa de los clientes que salieron despavoridos cuando comenzó el temblor y no pagaron sus cuentas.
  • Para sorpresa de muchos, la Torre Latinoamericana, inaugurada meses antes no sufrió daño alguno por el sismo, incluso los vidrios de sus ventanas quedaron intactos, esto se debió a que cuenta con gatos hidráulicos y una estructura de acero que la protegen contra los terremotos de gran intensidad. Poco después la torre fue reconocida por el American Institute of Steel Construction por ser hasta entonces el edificio de mayor altura en haber sido sometido a una fuerza sísmica de gran intensidad. Hasta la fecha es considerado uno de los rascacielos más seguros del planeta.
  • Debido a la gran cantidad de daños y víctimas, las autoridades anunciaron que harían revisiones periódicas a los edificios para asegurar que no se repitiera una tragedia similar en la Ciudad de México. Casi treinta años después un nuevo sismo dejó miles de muertos.

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