Mucho ha hecho en el ámbito de la cultura, pero la Universidad Veracruzana tiene dos momentos estelares en su historia, que la colocaron en la palestra nacional e internacional y que se deben a dos literatos veracruzanos, ambos de nombre Sergio para mi regocijo: Sergio Galindo y Sergio Pitol.

Allá en los años 50 del siglo pasado y bajo el rectorado del doctor Gonzalo Aguirre Beltrán, el xalapeño Sergio Galindo fundó la Editorial UV y la revista La Palabra y el Hombre, que tanto lustre le dieron a nuestra casa de estudios y de cuyas glorias aún siguen viviendo y presumiendo muchos.

Ésa es otra historia que también merece contarse, pero hoy toca hablar del recientemente fallecido Sergio Pitol, que en su larga carrera como escritor y diplomático recibió innumerables distinciones, que fueron coronadas con el Premio Cervantes en 2005, considerado una especie de Nobel para los escritores que escriben en español.

Nuestro distinguido escritor decidió vivir en Xalapa y aquí llegó en 1993, como investigador emérito del Instituto de Investigaciones Lingüístico-Literarias de la UV, y en 25 años derramó sobre nuestra ciudad los dones de su cultura, sus vastas relaciones literarias y su talento.

Pitol es reconocido como un gran veracruzano, aunque fue a nacer en un hospital de Puebla porque en el ingenio El Potrero en donde vivían sus padres no había una clínica apropiada. Sin embargo, digamos que fue concebido en Veracruz, que sus progenitores eran veracruzanos, que creció y se formó inicialmente en nuestras tierras y que de acuerdo con nuestra Constitución local es considerado ciudadano de nuestra entidad, por ser hijo de padres oriundos.

En Xalapa, Pitol escribió la parte final de su obra y aquí desarrolló esa especie de nuevo género -a un tiempo ensayo y narrativa- en que culminó su obra con libros gloriosos y de culto como El arte de la fuga (1996), Pasión por la trama (1998), El viaje (2000), El mago de Viena (2005), Una autobiografía soterrada (2010) y Memoria: 1933-1966 (2011).

Viviendo acá también recibió premios como el Nacional de Ciencias y Artes en 1993, el Juan Rulfo de la FIL de Guadalajara en 1999, el Roger Callois en 2006, el Internacional Alfonso Reyes en 2015.

Y obvio, el Premio Miguel de Cervantes, que nos convirtió en una ciudad de lujo por tener un vecino de ese tamaño literario.

Ha fallecido Sergio Pitol después de una vida magnífica y productiva, y quienes vivimos en Xalapa le debemos respeto y agradecimiento.

Ésa es la razón por la que amigos de Pitol y de la literatura han empezado a solicitar al Ayuntamiento de Xalapa (y algunos hasta al influyente Andrés Manuel López Obrador, que era muy su amigo) que se imponga su nombre a una avenida importante de la ciudad.

La idea, que va prendiendo y creciendo entre muchos que reconocen la enorme valía de Sergio Pitol, es que se considere poner su nombre a la Avenida Xalapa. Y es así porque esa importante rúa solamente repite un nombre ya eternizado, porque lo lleva la ciudad.

A todos nos llenaría de orgullo poder decir, por ejemplo: “Ah, ese establecimiento está en la Avenida Sergio Pitol” o “Para entrar por Xalapa tiene que irse por la Avenida Sergio Pitol”.

Ahí está la idea para ver si la recoge el alcalde Hipólito Rodríguez, que seguramente conoce, aprecia y leyó con gusto la obra de nuestro gran escritor.

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