Vivir en México no es fácil. Tenemos una cultura que cultiva la desigualdad, la contradicción y el enojo. A cualquier nivel –social, político, económico y hasta familiar- tenemos muy claro lo que nos molesta pero no atinamos a encontrar las decisiones adecuadas para resolverlo. Asumimos que los fallos están en las otras personas y no en nosotros mismos, lo que nos hace sentir a veces incomprendidos en nuestra sinrazón.

Y así estamos construyendo nuestra sociedad y nuestras instituciones: a partir de lo que rechazamos y no de lo que necesitamos. Las consecuencias de esta cultura donde prevalece un encolerizado pesimismo están arrastrando a esta elección presidencial.

Hasta ahora, las encuestas sobre la preferencia electoral muestran un escenario de alta competencia, donde Andrés Manuel López Obrador mantiene una ventaja considerable, aunque no definitiva. Sin embargo, estas tendencias son resultado en buena parte del enojo y no de la razón; y en esta lógica, la competencia se centrará tarde o temprano en sólo dos candidatos: José Antonio Meade y Andrés Manuel López Obrador.

Para decirlo claro: el triunfo de José Antonio Meade o de Andrés Manuel López Obrador depende en buena medida de cómo sepan administrar y resolver el anti voto, es decir, el antipriismo y el antilopezobradorismo que se empiezan a apoderar de las redes y las conciencias, conforme avanzan las campañas.

Las tendencias muestran poco de las capacidades y habilidades de los candidatos; son más bien el reflejo de lo que enoja a los electorales. Y eso explica la ventaja de López Obrador respecto de José Antonio Meade, y al mismo tiempo, abre la posibilidad de que esas tendencias cambien. Me explico.

Así como hay un antipriismo inobjetable, también hay un antilopezobradorismo que sigue creciendo. En efecto, las tendencias marcan que alrededor del 40 por ciento de los electores ha dicho que podría votar por López Obrador, pero al mismo tiempo, hay un 60 por ciento que se muestra convencido de que no votará por él. Y que están haciendo su chamba para evitar que el tabasqueño llegue a la presidencia.

Del antipriismo hay poco qué decir. La gente tiene razones suficientes para rechazar al PRI como opción política y en consecuencia, tener reservas de un candidato que lo representa pero que nunca ha militado en él. José Antonio Meade lo tiene claro y sus esfuerzos están enfocados a marcar esa diferencia.

Del antilopezabradorismo. A estas alturas del partido es muy difícil que Andrés Manuel ofrezca una característica nueva y atractiva para el electorado; pareciera que su labor está en administrar su ventaja, pero sobre todo, no hacer enojar al elector, sentimiento que al parecer va a incidir en la elección de julio. Tal vez AMLO no ha hecho enojar a muchos mexicanos, pero empieza a sembrar dudas respecto de amplios sectores apolíticos que no profesan preferencia partidista.

El encontronazo de ayer con Carlos Slim por el tema del nuevo aeropuerto volvió a mostrar al López Obrador de siempre: intolerante ante los argumentos –el magnate ni siquiera lo criticó a él, sino que habló de las ventajas del NACM-, obcecado y proclive a frases y lugares comunes que lo salvan de tener que responder con inteligencia. Andrés Manuel está reviviendo enojos con la clase política empresarial; su paciencia y pragmatismo son un polvorín.

En el caso de Veracruz, hasta ahora ningún candidato del PRI ha tenido la habilidad de contrarrestar el creciente antipriismo –en realidad un antiduartismo- que empoderada a cualquier desconocido, como ha sucedido con los candidatos de Morena en las elecciones pasadas. Se trata de un voto de castigo a las pasadas administraciones estatales capaz de decidir elecciones, como sucedió en la sucesión gubernamental de 2016.

Y esa pesada losa sigue sobre los hombros del candidato Pepe Yunes. Al final del día, es muy probable que Pepe sea calificado por sus vínculos –a través de sus colaboradores y quienes hoy son candidatos- con los gobiernos pasados y no por sus habilidades y conocimientos en administración pública. Del pleito de tripas, hablamos en el estribo.

Eso explica nítidamente porqué sigue en el tercer lugar de las encuestas, donde podría quedarse definitivamente. Y por eso es que la disputa está entre Miguel Ángel y Cuitláhuac, quienes no se han tenido que esforzar mucho para sacar al PRI de la contienda. La gente sigue enojada por el desfalco duartista y no hay estrategia para acotarlo.

Hasta ahora, las encuestas muestran más el enojo que la preferencia.

Las del estribo…

  1. Tan ocupada estaba la dirigencia priista en soltar a sus demonios para satanizar a Vía Veracruzana y a sus integrantes, que no se dieron cuenta de la rebelión de la granja. Su dirigente estatal de la CTM, la Presidenta de la fundación Colosio y hasta ¡su vocero! han amenazado al PRI con retirar su apoyo, renunciar o hasta ir a tribunales porque no les favorecieron las candidaturas. ¿Qué no era de eso de lo que acusaban a Vía? Ternuritas.
  2. A “la negra”, como le decíamos a Martha Meza algunos de sus amigos, la conocí en 1986, cuando llegó de Monterrey a trabajar en El Sol Veracruzano. De carácter fuerte –a veces con razón o otras sin ella-, fue el referente de muchas generaciones de periodistas en Veracruz. Era disciplinada y tenaz, con un olfato periodístico como pocos. Hoy ha tenido que ausentarse para que muchos recordáramos sus méritos y volviéramos a ser sus amigos. Así de absurda suele ser la vida.