Por todos lados se anuncia, de manera ominosa, la debacle del Partido Revolucionario Institucional (PRI), su derrota más imponente en su historia, incluso muy por encima de la sufrida en 2000 ante el triunfo del panista Vicente Fox Quesada, cuando pese a ello mantenían en su poder la mayoría de gubernaturas en los estados, muchas de las cuales –para su desgracia– ha venido perdiendo, con la subsecuente sangría en apoyos institucionales que hoy operan a favor de los demás partidos y candidatos.

Nadie da como segura una posible victoria del PRI en los próximos comicios del 1 de julio en el país. Tanto a su candidato presidencial, José Antonio Meade, hasta a quienes buscan una diputación local o una alcaldía, los dan por muertos las encuestas, la opinión en redes sociales, los analistas políticos  y los dirigentes sociales, que los ubican en un tercer lugar.

La situación en Veracruz es similar, aunque con peculiaridades que pueden operar en favor del priista José Yunes Zorrilla, al menos si consideramos que el hijo del gobernador Miguel Ángel Yunes Linares deberá cargar sobre sus hombros con la incapacidad del gobierno panista para contener y disminuir la violencia criminal que ha convertido al estado en una zona de guerra, para elevar la imagen de Veracruz que permita atraer inversiones y recuperar el empleo, y para promover el desarrollo equitativo de las regiones de Veracruz, donde es posible ver una o dos zonas de primer mundo frente al resto sumido en el más denigrante atraso.

Y puede servirle a Pepe Yunes para colocarse en un mejor sitio para enfrentar la ola de Morena, que sigue teniendo el impulso de la figura de su candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador en favor de su candidato Cuitláhuac García, quien la busca por segunda ocasión. Y sí, no la tiene nada fácil el priista, quien tiene que enfrentar en estos comicios la avasalladora presencia y el apoyo político y financiero de todo el gobierno estatal (sí, de todo, incluyendo los empleados de la parte más baja del escalafón, que si no apoyan corren el riesgo de ser despedidos), por un lado, y por otro, la constante presencia de López Obrador, que ha operado verdaderos milagros en  las últimas elecciones.

La caída del PRI del árbol del poder

Hasta antes de los comicios de 2017, cuando estuvieron en juego tres gubernaturas, el PRI gobernaba 20 estados (Sonora, Campeche, Coahuila, Colima, Hidalgo, Estado de México, Nayarit, San Luis Potosí, Tlaxcala, Yucatán, Zacatecas y Jalisco); el PAN, 10 (Baja California, Baja California Sur, Guanajuato, Puebla, Chihuahua, Tamaulipas, Veracruz, Querétaro, Durango y Aguascalientes); el PRD, 3 (Michoacán, Tabasco y Quintana Roo), el PVEM, uno (Chiapas), y un estado con gobernador independiente (Nuevo León).

El 4 de junio de 2017, cuando se celebraron los comicios en los estados de Coahuila, México y Nayarit, el PRI perdió una gubernatura, para quedar en 19, mientras que el PAN sumó ese gobierno y quedar en 11.

Aunque fue muy polémica la elección contra Morena, el candidato priista en el Estado de México, Alfredo del Mazo Maza, retuvo el poder para suceder a Eruviel Ávila, mientras que en Coahuila, el también priista Miguel Riquelme Solís despacha ahora en el Palacio de Gobierno de Saltillo, pese a la batalla poselectoral emprendida por el PAN. En Nayarit, ganó Antonio Echevarría García, postulado por una coalición encabezada por el PAN y el PRD, con apoyo del PT y un partido local.

No es la primera vez que el PRI gobierna solo 19 estados. Ocurrió en 2000, a la asunción del primer gobierno federal de la alternancia, con Vicente Fox a la cabeza. En ese momento, el PRI tenía 19 estados, el PAN 7, el PRD 4 y 2 de alianzas entre el PAN y el PRD. Sin embargo, a diferencia de hoy, tenía estados muy fuertes, como Veracruz.

Seis años después volvió a ganar el PAN la presidencia con Felipe Calderón; el PRI, entonces, ya había perdido dos gubernaturas para quedar en 17, frente a 8 del PAN, 6 del PRD y una para PAN-PRD.

La ola Peña Nieto no solo hizo regresar al PRI a Los Pinos sino recuperar una gran cantidad de estados; en 2012 el PRI gobernaba 21 entidades federativas, contra 4 del PAN, 4 del PRD y 3 del PAN-PRD. Para su desgracia, esta ola triunfadora se convirtió seis años después, gracias a la corrupción, en un verdadero lastre que amenaza con regresarlo al mayor ostracismo, si no ocurre algo inconcebible.

¿Qué le depara 2018?

Este año, el PRI podría perder dos de las gubernaturas que están en su poder, Jalisco y Yucatán, y se ve muy difícil que pueda arrebatar a la oposición algunas de las 7 gubernaturas restantes, entre ellos Veracruz. Si logra retener Jalisco y Yucatán mantendría por un tiempo su preeminencia en 17 estados, lo que se antoja una tarea casi imposible.

Los estados que están en manos de partidos distintos al PRI, que este año elegirán nuevo gobernador, son: PVEM, 1 (Chiapas); PRD, 3 (Ciudad de México, Morelos y Tabasco), y PAN, 3 (Guanajuato, Puebla y Veracruz). En Ciudad de México, Morelos, Tabasco, Chiapas y Veracruz, los momios apuntan a una ventaja de los candidatos de Morena, más claramente en los dos primeros, con Claudia Sheinbaum y el futbolista Cuauhtémoc Blanco.

En Chiapas marcha con buen paso el morenista Rutilio Escandón, sobre todo por las fisuras en la alianza del PRI con el gobernante PVEM, que van juntos con Roberto Albores Gleason. En Guanajuato, la elección no está definida porque los candidatos de las tres coaliciones son favoritos: Diego Sinhué, del PAN; Ricardo Scheffield, de Morena, y Gerardo Sánchez García, del PRI.

Es prácticamente seguro que, en Jalisco, el PRI pierda ante un candidato fuerte de las filas de Movimiento Ciudadano, Enrique Alfaro, exalcalde de Guadalajara. En Yucatán no se ve del todo claro un favorito, aunque dos Mauricios, uno del PRI (Mauricio Sahuí Rivero) y otro del PAN (Mauricio Vila Dosal) tendrían la competencia más fuerte por la gubernatura, dejando a un lado a Jorge Zavala Castro, del PRD, y Joaquín Díaz Mena, un expanista que perdió la gubernatura en 2012 ante el priista Rolando Zapata, y quien hoy viste la camiseta de Morena.

En Veracruz, las encuestas locales y nacionales apuntan a una batalla encarnizada entre el candidato de Morena, Cuitláhuac García Jiménez, y el candidato con mayores apoyos financieros y políticos, el del PAN, Miguel Ángel Yunes Márquez, hijo del gobernador actual. Sin embargo, en varios círculos no se descarta que el candidato priista José Yunes Zorrilla pueda remontar durante la campaña a sus oponentes para lograr la proeza de recuperar el estado para el tricolor, lo que podría servir incluso para una regular cosecha de votos a favor el candidato presidencial priista José Antonio Meade.

¿Cómo se ha repartido el voto en Veracruz?

Hasta las elecciones presidenciales de 2012 y las de gobernador en 2016, la tendencia en Veracruz ha sido de tercios, y en ambos casos ha ganado el PAN, aunque en la elección presidencial fue por una diferencia mínima.

Hay que recordar que en la pasada contienda presidencial, celebrada en 2012, el candidato Enrique Peña Nieto quedó en segundo lugar en Veracruz, con 1 millón 203 mil 114 votos (33.59%). Josefina Vázquez Mota, la candidata presidencial panista, obtuvo 1,598 votos más, para lograr el 33.63% de la votación (gracias a 1 millón 204 mil 712 votos), dejando en tercer lugar al candidato de la alianza PRD-PT-MC, Andrés Manuel López Obrador, que obtuvo 1 millón 37 mil 23 sufragios (28.95%), según datos oficiales del Instituto Federal Electoral.

En 2016, en la elección para suceder el nefasto gobierno de Javier Duarte de Ochoa, el PAN volvió a obtener el triunfo, esta vez con mayor margen de sufragios éntrelos contendientes. Miguel Ángel Yunes Linares, postulado por la alianza PAN-PRD, ganó con 1 millón 54 mil 773 votos, obteniendo el 34.39 por ciento de la votación; en segundo lugar quedó el candidato de la coalición PRI-PVEM-Panal-AVE-Cardenista, Héctor Yunes Landa, con 928 mil 249 sufragios (30.27%), y en tercer lugar el candidato de Morena, Cuitláhuac García Jiménez, que logró 809 mil 626 votos (26.40%).

Los cálculos que no salen en las encuestas

Ya sabemos que los expertos priistas en comicios no solo observan discursos, tendencias y encuestas sino que buscan reunir la mayor cantidad de votos y quedar en el mejor lugar posible, sobre todo en aquellos estados que cuentan con el mayor padrón electoral. Si bien es cierto que la Ciudad de México es un bastión de la izquierda, que el 1 de julio puede pasar del PRD a Morena, tanto el PAN como el PRI buscarán rescatar el mayor número de votos para sumarlos con los que obtengan en otras entidades.

El Estado de México, otra de las entidades con mayor padrón electoral, será decisivo para José Antonio Meade, pues el Grupo Atlacomulco, en el poder presidencial y estatal, hará hasta lo indecible por suministrarle una cantidad mayor incluso a la que logró Alfredo del Mazo el año pasado.

En Veracruz, obtener el tercer lugar con una votación a tercios será oro molido para Meade, aunque si la tendencia es favorable a José Yunes puede tener una mejor ventaja. En el caso de Jalisco, también le ayudará la dispersión del voto de la derecha y de la izquierda. Hay que recordar que aquí no va la coalición Por México al Frente. Movimiento Ciudadano va solo, con Enrique Alfaro que, junto con Miguel Castro Reynoso del PRI-PVEM y Carlos Lomelí Bolaños de Morena-PT-PES, son los favoritos, lo que quiere decir que puede haber una buena cosecha para las aspiraciones presidenciales priistas.

La batalla por los estados del norte del país será decisiva para las aspiraciones tanto de Meade como de Ricardo Anaya. Pese a que Andrés Manuel López Obrador ha levantado mucho polvo en ciudades del norte del país, no podemos olvidar el claro predominio que se han disputado el PRI y el PAN, por lo que dependiendo de quién quede en la mejor posición ante Morena, puede que la votación se decante por uno o el otro.

Nunca como ahora, la carrera presidencial de México se parecerá más a una competencia ciclista de ruta. Al final puede que el ganador no sea el que acumule más etapas portando el suéter amarillo, sino el que acumule más puntos aunque nunca haya llegado a dominar una sola etapa.

Todo el poder del Estado a favor de Yunes Márquez

Nada más para remarcar lo que aquí hemos insistido, que las autoridades electorales (llámese OPLE o Tribunal Electoral) están colocados en sus puestos para apoyar al gobernador y a su hijo candidato, baste agregar lo que ocurrió el viernes 13 (por cierto, una fecha supuestamente fatídica): los magistrados electorales determinaron que el gobernador Miguel Ángel Yunes Linares no aprovechó su posición como titular del Poder Ejecutivo para promocionar a su hijo Miguel Ángel Yunes Márquez, durante la inauguración del Hospital Infantil ubicado en el Puerto de Veracruz.

En la sesión ordinaria del Tribunal Electoral del Estado de Veracruz (TEEV), desecharon el Proceso Especial Sancionador 12/2018 que presentó Morena y el Revolucionario Institucional, contra los Yunes, al quejarse que usaron el evento de gobierno para promocionar al entonces precandidato a la gubernatura de Acción Nacional, lo que fue muy claro para todos menos para los benditos magistrados maiceados.

El pasado 1 de marzo se realizó la inauguración de la obra y al acto de protocolo asistió el precandidato de la coalición Por Veracruz al Frente, quien justificó su presencia declarando que era en calidad de “hijo” del Gobernador. Los magistrados, sin temblarles la voz, concluyeron que, en el acto, Yunes Linares no se expresó a favor de algún partido, ni pidió el voto en favor de su hijo o del Partido Acción Nacional, ni hizo mención de la asistencia de Yunes Márquez a la inauguración.

“No se acredita que el servidor público denunciado haya aprovechado su posición en el evento de inauguración del Hospital Infantil en la ciudad de Veracruz, para promover a su hijo, el virtual candidato de la coalición “Por Veracruz al Frente (…) se declara la inexistencia de la violación objeto de la denuncia”.

Tanto el PRI como Morena consideraron que Yunes Márquez incurría en actos anticipados de campaña, lo que lesiona el contenido esencial del principio de equidad en la contienda. Para los magistrados, sin embargo, no pasó de ser una fiesta familiar con payasos, pambazos y bolsitas con dulces. ¿Cómo ve?

 

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