En esta segunda entrega
de tan amena entrevista,
Delgado pasa revista
de su camino en la brega
del son jarocho, y agrega
-con fervorosa pasión-
muy valiosa información
del son de hoy y el de ayer
que permite conocer
bien al fandango y al son

Y casi sin darse cuenta…

Y casi sin darse cuenta
se fue haciendo jaranera;
sin sospecharlo siquiera,
se vio envuelta en la tormenta
de una música irredenta
que hoy da sentido a su vida.
Bemberecua fue partida
de un viaje con rumbo al son,
más tarde llegó Ramón
a apresurar la subida.

Un día, creo que de 2010, Mario Baruch me dijo vamos a grabar el disco de Bemberecua, ven a la casa, vamos a estar ensayando. Con mi amigo Pablo ya tocábamos juntos algunas cosas, hacíamos arreglos chafas (risas), la verdad, de algunos sones, estaban feos pero a nosotros, en ese momento, nos parecían una maravilla (risas). Entre esos arreglos estaba El son de la indita, se toca en una tonalidad mayor y nosotros lo empezamos a tocar en una tonalidad menor porque nos gustaba, decíamos así se escucha más doloroso, vamos a tocarla así. Empecé a cantarla en el ensayo del grupo y Mario me dijo:
-Oye, tienes que grabar eso con nosotros
-No, hombre, ¿cómo crees yo que voy a grabar?, yo nunca he cantado
-Por favor piénsalo
Siempre he sido un poco tímida e insegura, entonces no me atreví, dije no, gracias, pero esto es juego, no estoy preparada para algo así.
El día de la grabación, me habló:
-Oye, estamos en el estudio, ¿vas a venir o no vas a venir?
-Pues sí voy
Era un día terrible, hacía un frío espantoso, estaba lloviendo, me mojé toda, horrible. Llegué, grabamos La Indita en el primer disco de Bemberecua y la presentamos en Tlacotalpan el Día de la Candelaria del siguiente año. Fue muy grato porque ahí aprendí muchas cosas de mí misma, dije ah, bueno, a lo mejor sí puedes cantar, a lo mejor tú también tienes cosas qué decir con tu voz. La gente comenzó a decirme oye, tienes una voz preciosa, y yo decía ¿de verdad?, pues todavía no entiendo qué es lo que le gusta a la gente, pero a lo mejor sí, y me dediqué a estudiar un poco más y un poco más y un poco más.
Ese disco fue grabado y producido por Manuel Vásquez, creo que desde que me escuchó, también le gustó. Años después, Ramón Gutiérrez estaba buscando una vocalista para su septeto. La primera cantante de ellos fue Martha González, que es la vocalista de Quetzal; la segunda cantante fue la Marisoul, cantante de Santa Cecilia, son dos mujeres impresionantes, con una fuerza escénica inigualable, con una voz increíble. Yo ya las había escuchado, a Marisoul no la conocía pero a Martha sí, la conocí cantando blues. Un día, Manuel me dijo:
-Oye, Ramón está buscando una cantante para su septeto y creo que tú podrías encajar muy bien, le voy a pasar tu teléfono y un día de estos se va a comunicar contigo.
-Bueno, voy a ir, pero la verdad es que creo que no va a pasar nada (risas), yo creo que me va a decir regrésate por donde entraste o algo así (risas)
En ese entonces yo conocía a Ramón de lejitos -como nos conocemos todos aquí en Xalapa-, ya había escuchado los discos de Son de Madera, ya había escuchado su requinto en un fandango en el Patio [Muñoz], pero nunca me pasó por la cabeza que yo pudiera llegar a tocar con alguien como Ramón, que para mí ya es un personaje admirable.
Un año atrás conocí a Miguel Cicero, el pianista del septeto, en un seminario de son jarocho en Luna Negra, que es el rancho de Los Cojolites. Miguel fue a tocar con Ramón y platicamos un poco. El día que llegué al taller de Ramón, Miguel estaba ahí. Ramón me dijo:

-Oye, necesitamos una vocalista porque queremos tocar y ellas no pueden porque no están acá. Queremos alguien que se integre y Manuel Vásquez nos habló de ti. Escúchate esta canción
Y me puso la pieza La esperanza, que es dificilísima. Yo nunca había cantado ritmos tan complejos, estaba acostumbrada al 6/8 del son jarocho o al 4/4 o hasta al 3/4, cosas así, pero de repente escucho cosas con una métrica que estaba en 7, en 9 o en 11 y yo decía ¿qué es esto?, ¿dónde empiezo a cantar? Además, con la voz de Martha González resonando en las bocinas, yo decía no, está imposible, no hay forma.
Empezamos a tocar un poquito, me grabé dos o tres fraseos de Martha y dije bueno, pues lo voy a hacer. Seguimos tocando por un rato y Ramón me dijo tienes mucho qué trabajar, pero creo que sí puedes. Y Miguel me dijo:
-Oye, tú y yo ya nos conocíamos
-Si, nos conocimos en Luna Negra
-Tienes una voz muy bonita, no tengas miedo, canta.
Seguimos tocando y Ramón me dijo vete a tu casa y te hablamos al rato. Más tarde me llamó:
-¿Quieres entrarle, te interesa?
-Claro que me interesa, por supuesto que me interesa
A partir de entonces ha sido mucho trabajo, obviamente, para cubrir el trabajo de dos cantantes que ya tienen Grammys, que son impresionantes. Yo decía ¿cómo le hago para estar a ese nivel, y si no llego a ese nivel, para desarrollar mi propia propuesta? Ha sido mucho trabajo, pero ya son seis años de estar trabajando con Ramón y seguimos tocando.
Es difícil mantener un grupo cuando la mitad está en otros lados y la mitad está aquí en Xalapa, Ramón, además, se dedicó casi dos años a preparar Caribe Mar Sincopado [el disco de Son de Madera] y finalmente él es el director y yo creo que es muy complejo para él dirigir dos bandotas, Son de Madera tiene toda la trayectoria del mundo, son casi 30 años y de eso vive prácticamente, y además, el Septeto.
Aunque no es muy sencillo, nos juntamos a tocar cada vez que podemos y hemos tenido conciertos muy bonitos: tocamos en el teatro Esperanza Iris, de México; una vez hicimos un concierto muy bonito en el Plaza Condesa, además era el primer concierto que se hacía ahí con música tradicional, que en México ha sido menospreciada por mucho tiempo, y estar en un foro en el que se presentan artistas de pop, de rock, de cualquier otra cosa menos de música tradicional mexicana, era muy importante para nosotros, así como ahora fue para Mono Blanco tocar en un recinto como Bellas Artes. Esa vez tocamos Los Utrera, el Septeto y Son de Madera. Hemos estado también en ciclos de poesía de Voz en Punto y en algunos otros festivales como Los Sonidos de la Tierra, otra vez tocamos en Puebla, cosas así.

Se comparten las ideas…

Se comparten las ideas
y se conquistan amores,
se conjuran los dolores,
se terminan las peleas,
Quijotes y Dulcineas
entonan el mismo trino,
canta y baila el peregrino
y el de la casa también.
Es sucursal del Edén
el fandango campesino.

El fandango de tarima es una fiesta que empezó a construirse desde el siglo XVI, pero es hasta el siglo XIX cuando se da su expresión, más o menos, como la conocemos ahora. Es una fiesta del Sotavento veracruzano en la que conviven músicos, bailadores, cantadores, cocineras y la gente del pueblo que se reúne a tocar y escuchar son jarocho, que es la música tradicional del sur de Veracruz. Ahí se comparten ideas, se conquistan amores, se arreglan enojos o se arman otros, también ha servido como parte de ciertos rituales tanto políticos como religiosos y ahora se ha extendido por todos lados, yo creo que si vas a Suiza, muy probablemente encuentres jaraneros ahí (risas).
Ahora ya es una dinámica más citadina, cada vez más alejada del contexto rural. Los fandangos rurales se dan cada vez menos, son muy distintos a los que conocemos acá, todavía el año pasado corrí con la gran suerte de regresar a mi pueblo y un día me dijo mi mamá ¿sabes qué?, hay fandango aquí a un lado de la casa porque se va a casar la vecina, ¿por qué no vas? Fui y había una tarima (las tarimas acá son bajas, las de allá son muy altas), como cinco o seis músicos, un hombre que estaba tocando una media guitarra (es una guitarra mediana que se puntea como el requinto pero es un poco más grave), cuatro o cinco jaraneros y dos bailadores hombres. Estaban tocando precioso porque no era como acá que se escucha el estruendo de las mil jaranas, el zapateo a todo lo que da, todos los cantadores teniendo que gritar porque no se oyen, allá eran tan poquitos y la música estaba tan pausada que no había necesidad de ningún grito, ningún tipo de estruendo.
Había bailadores porque ya no hay bailadoras, las únicas que quedan son como cuatro o cinco señoras que tienen como 90 años, entonces las tienen que cargar, literalmente, y subirlas a la tarima y dan tres pasos y ya, entonces, ellos se subían a bailar los sones más bravos como El toro y La bamba, cosa que no es muy usual porque con los códigos actuales del baile, en ningún lado vas a ver a dos hombres bailando un son, y menos un son de mujeres, y ellos estaban ahí bailando, yo decía qué increíble, esto es lo más parecido a lo que recuerdo de mi infancia. Aún hay fandangos rurales, pero son muy pocos.

Antes hubo especialistas…

Antes hubo especialistas
en cada una de las artes
y siempre que hacían sus partes
eran los protagonistas.
Eran muy grandes artistas
de la voz, del zapateado
o del verso improvisado.
Hoy, a hombres y mujeres,
la enseñanza en los talleres
ya los ha uniformado.

Había señores -yo conozco a un par- que llegaban a los fandangos y solo se dedicaban a cantar, no llevaban ningún instrumento, no llevaban zapatos para bailar, llegaban, se plantaban y abrían una conversación con puro verso, esa era su participación. Le he preguntado a músicos como Patricio Hidalgo, Ramón [Gutiérrez], Wendy Cao y Tacho Utrera cómo recuerdan la dinámica de los fandangos en los que existían estos cantadores y Tacho me platicó que había un cantador que siempre tiraba el primer verso desde su caballo y solo iba a cantar, y así como él, había personas que solo llegaban a bailar y había personas que solo llegaban a tocar jarana o solo llegaban a tocar violín, a tocar güiro o a tocar requinto. Don Esteban Utrera, que es uno de los personajes más representativos de un tipo de son jarocho, de una escuela de requinto, solo se dedicaba a tocar su guitarra de son.
A partir de la gran cantidad de talleres que empezaron a dar un montón de promotores culturales y de músicos para difundir el son, todo se ha ido uniformando, tanto los estilos como la versada, las velocidades para tocar y se ha ido perdiendo la división de la música en el fandango.

Porque también son soneros…

Porque también son soneros
-aunque muchos no les guste
que haya tal desbarajuste-
los músicos «marisqueros»,
los danzantes «balleteros»
y también los del taller,
más vale reconocer
que ya se extingue esa estética
y hacer la nueva poética,
pues no volverá el ayer

Hay que reconocer que existen muchos tipos de son jarocho y uno de ellos es el que ahora llamamos «marisquero», el de arpa que se toca en el Puerto, es un tipo de son más urbanizado, con tendencias más cosmopolitas, no tan rural como el que se desarrolló al interior de Sotavento. Ese son se difundió durante las candidaturas de un montón de gente en muchos gobiernos priistas, pero también en el cine, creo que cualquiera ha escuchado La bamba y quizá no sepa que es son jarocho, pero la relaciona con Veracruz porque ha habido un estereotipo, La bamba no aparece sola, aparece con un jaranero, con un bailador vestido de blanco, con un paliacate, un sombrero de cuatro pedradas y botines blancos, pero eso también es son jarocho, nos guste o no, eso también ha sido parte de la historia de cierto tipo de son jarocho.
El son jarocho que surgió y siguió siendo rural por cientos de años, ahora también se está dando a conocer y, ojo, también se ha estereotipado, pero creo que este tipo de son se difunde a niveles de convivencia más profunda que el otro, porque no solo se difunde el género sino también la fiesta del fandango en la que lo más importante es la formación de comunidades.
También ha habido un vaivén de cosas en cuanto a lo estético, aunque no nos guste aceptarlo, hay muchas cosas que se han ido adoptando a partir de los ballets folclóricos, ciertas cuestiones como coreografías, el vestuario también, los «balleteros», como les decimos, tienen su traje blanco, pues nosotros tenemos nuestros refajos de telar, nuestras faldas con flores y nuestras blusas tejidas, es como una respuesta, como decir esto es lo que sí pasaba. Pero no pasaba en todos lados, sí pasaba en ciertas zonas y hay ciertos lugares donde se sigue usando ese tipo de ropa, por ejemplo, yo uso mis ropas tejidas todos los días porque me gustan, porque no me dan calor, porque es mi ropa del diario, pero hay gente que la usa solo para ir al fandango, como un vestuario, entonces, la creación de estereotipos está en todos lados, en cualquier cosa, por eso digo que qué malo sería que las fiestas fueran todas iguales, porque entonces algo estaría pasando, no sé si bueno o malo, pero no sería tan real como queremos creer, por ejemplo, ahora pienso en el son jarocho y digo ¿por qué si llego a Tlacotalpan o a San Andrés o a Acayucan o a Jáltipan o a México o a cualquier otro lado donde haya son, escucho los mismos versos?, ¿por qué escucho los mismos fraseos?, ¿por qué veo los mismos pasos?, ¿por qué reconozco las mismas figuras?, pues porque hay una estandarización de cosas también en la música tradicional y lamentablemente, esa riqueza y esa diversidad se han ido diluyendo.
Creo que los talleristas que ahora estamos enseñando tenemos la enorme responsabilidad de escuchar muchas cosas y de formar músicos, finalmente no podemos negar que el son jarocho ya no está heredándose en las familias, ya no son esos señores que tocaban y su hijo veía al papá tocar y aprendía, y generaban un estilo familiar o un estilo regional, la transmisión ya no es así, ya no vamos a los fandangos aprender, vamos a demostrar que ya sabemos algo y eso lo aprendemos en un taller.

(CONTINÚA)

PRIMERA PARTE: La iniciación en el son
TERCERA PARTE: Es el son nuestra memoria…

CONTACTO EN FACEBOOK        CONTACTO EN G+        CONTACTO EN TWITTER