Papantla, Ver.- De los 29 grados centígrados con una humedad del 61% y el sol abrazador del medio día en el Parque Temático Takilsukut no tiene caso ni hablar. Del sudor que escurre por el cuello, de la deshidratación, de la aglomeración de reporteros con sus cámaras, lentes y tripiés tampoco vale la pena. De los alcaldes arribando pomposos al presídium; de las diputadas y diputados, que se cobijaban bajo alguna misericordiosa sombra, tratando de no arruinar sus elegante atuendos de algodón o lino, no hay nada que decir. Y que el gobernador llegara treinta minutos después de lo planeado no sorprendió a nadie.

Miguel Ángel Yunes Linares entró, como ya es costumbre en este evento, directo al cantillán, donde recibió la bendición de los abuelos totonacas. Los que alcanzamos a colarnos fuimos recibidos por el olor a incienso que, a pesar del ambiente de vitoreos y dádivas políticas, no dejaba de tener una fuerte carga ritual. El gobernador, el secretario de turismo, todo el séquito estatal y algunos reporteros se adentraron en una palapa, una humilde choza que, sin pretensión alguna, los recibió como en un encuentro, haciéndolos partícipes de una ceremonia de la que, probablemente, no comprenden su significado a profundidad.

Afuera, en el centro del parque, el color y las sonrisas eran otras; sin poses, sin pretensión. Verde, rojo, amarillo, rosa y púrpura, tonalidades que abrazan los sentidos de los visitantes. Niños, ancianos, mujeres y hombres que celebran su cultura y sus raíces bailaban, tocaban música o simplemente caminaban orgullosos, afables, amenos. Una vez que todos los funcionarios ocuparon el presídium la ceremonia comienzó. Una política, ni ritual, ni sagrada.

El primero en tomar la palabra, entre aplausos y sonrisas cariñosas, fue, como buen anfitrión, el presidente del Consejo Supremo Totonaca, Gerardo Cruz. Saludó humilde, respetuoso. Miró a los invitados a su tierra y les habló en totonaca. Les agradeció por la visita y los invitó a disfrutar la fiesta. Luego se dirigió de tú al gobernador y le pidió trabajar más de cerca con la comunidad indígena. Su sabiduría era mucha aunque de pocas palabras. Después subió al estrado el alcalde de Papantla, Mariano Romero. Habló mucho y dijo poco. Se mostró orgulloso de pertenecer –pero sobre todo de gobernar– a la región de los tres corazones.

Posteriormente, Humberto García García, subdirector del Centro de las Artes Indígenas, definió, primero que nada, al pueblo totonaca como una nación y agradeció el servicio que las autoridades estatales le han brindado para subsanar los sacrificios e injusticias del pasado. “Hoy hemos venido a proclamar que nuestro festival Cumbre Tajín es el parteaguas para el diálogo intercultural.” Aseveró con una elocuencia superior a la de todos los políticos con los que compartía estrado. Recordó que hay una promesa divina de que todos somos iguales, todos somos libres y todos merecemos alcanzar la felicidad plena. “Al reafirmar la grandeza de nuestro festival Cumbre Tajín en este 2018, somos conscientes de que la grandeza nunca es un regalo. ¡Nos la hemos ganado! Nuestro camino nunca ha sido para los temerosos, para los que prefieren el ocio al trabajo o buscan solo los placeres de la riqueza y la fama.”

Tras la abrumadora reflexión del discurso poderosamente estructurado y elocuentemente argumentado, del subdirector del Centro de las Artes Indígenas, era difícil que el gobernador dijera algo más contundente. Sí tomó la palabra, sí habló entre aplausos que no sonaron honestos ni espontáneos, y sí dijo que esta Cumbre Tajín 2018 será la mejor de toda la historia. Eso, ténganlo por seguro, amigos, lo andaremos reportando nosotros.

Para cerrar la ceremonia, para reafirmar y celebrar el diálogo intercultural, la delegación del National Gugak Center, de Corea del Sur, sorprendió a todos los asistentes con música y vestuario tradicional de aquella lejana y rica nación. Tocaron y marcharon alrededor del palo del volador y con su tradicional y conocida contemplación.

Ya inició la Cumbre Tajín, entre calor, colores y sabores del totonacapan. Entre promesas políticas y encuentros diversos. Inició como lo hacen todas, con una mezcla de música, buena vibra y la expectativa de que, todos, seamos tocados por la sabiduría de los abuelos. No sé si será la mejor de la historia ni cómo piensa medirlo el gobernador pero sí sé que, al menos, el de Humberto García García es el mejor discurso de inauguración que he escuchado.

Con información de Daviel Reyes