Sobre el tiempo
El tiempo es un sentido limitado de la eternidad; pero si el tiempo fuera en verdad una realidad, en sí mismo, la experiencia humana estaría privada de Dios.
Por ello la eternidad está siempre presente, trasladando y transformando nuestras vidas de acuerdo al tiempo y los tiempos, esa es la propuesta del creador. La realidad no se encuentra en los eventos históricos, como tal, sino en las ideas espirituales que la ejemplifican. Por ello el Jesús histórico, expresando el Cristo eterno, pudo decir: “Antes que Abraham fuese, yo soy” (Juan 8:58).
Es desde este mismo enfoque del eterno ahora, que estamos conociendo la vida de la Sra. Mary Baker Eddy, donde todos los llamados acontecimientos, son, verdaderamente, el Yo soy. Tal como ella misma dijera: “Cualquier evento es todo evento, y Yo soy su ley” .
De la obra de Stefan Zweig
Cuarenta años perdidos
(Extracto)
Segunda parte
Desde el principio Mary Baker sabe imprimir a su vida una
dirección «especial», sabe encaminarla hacia su objetivo
íntimo y secreto. De todas las enfermedades, es sin duda,
la histeria, la más inteligente, la más ligada al íntimo impulso
personal, la que sabe, así en el avance, como en el retroceso,
determinar mejor la línea más recóndita del deseo del hombre; por eso no habrá poder en el mundo capaz de obligar a Mary Baker, esta maestra en voluntad, hacer, aquello que en el fondo no quiere. Se dejar cuidar y complacer. Se está tranquila mientras nadie se atreve a oponerse a sus caprichos; pero cuando alguien intenta imponerle algo que no le place, en seguida empiezan los fits (encajes), los tantrums (rabietas), y a entrar en juego los nervios, y tan tiránica obstinación, no cesa de provocar tensiones, conflictos y crisis, ya que Mary Baker no tolera una personalidad iguala la suya, sino sólo sumisión a su magno YO, que apenas si cabe en los ámbitos del mundo.
Por eso, resulta un elemento peligroso y desagradable esta Mary Baker, tan melindrosa y mosquita muerta. Por eso sus padres consideran fiesta doble aquellas navidades de 1843, en que Wáshington Glover, o simplemente «Wash», como le llaman en diminutivo, al joven y pulido comerciante, lleva a la iglesia a la moza, que cuenta a la sazón veintidós años. Después de la boda, los nuevos esposos, marchan a los Estados del sur, donde tiene Glover su negocio, y entre el breve entreacto de una apasionada luna de miel con el apuesto y jovial Wash, nada se sabe ya de alucinaciones y de histerismos. Las cartas de Mary Baker hablan incesantemente de felicidad sin límites y respira salud, la vida sexual con su robusto joven, ha bastado para mitigar la tensión de sus nervios.
Pero el buen tiempo dura poco, apenas un año y medio, pues ya en 1844 la fiebre amarilla se lleva, en el espacio de nueve días en California del Sur, a Wash Glover, y Mary Baker-Glover queda en una situación espantosa. El poco dinero que aportó a su matrimonio se ha perdido, y la moza se encuentra en Wellington, ante el féretro de su marido, encinta y sin saber a donde ir. Por fortuna, unos francmasones, compañeros del esposo, consiguen reunirle un par de docenas de dólares con
que hacerla llegar siquiera hasta Nueva York. Allí la recoge su hermano, y poco después, ya en la
casa paterna, da a luz a un hijo……Continuará
Del filósofo del Bar México
“Esta difícil, pero hay que tratar de hacerla fácil”
Cuando Stefan Zweig escribió acerca de Mary Baker Eddy hace casi 90 años, ya habían transcurrido más de dos décadas desde su fallecimiento (a la edad de 89 años). A pesar de la obvia aptitud literaria que tenía Zweig, sus evaluaciones y las de otros hombres acerca de las mujeres —y de la señora Eddy en particular—, típicamente pasaban a través de las lentes distorsionadas de un patriarcado y machismo inflexibles.
Como líder religiosa y fundadora de la Iglesia de Cristo, Científico, Eddy desafió las normas de género del siglo XIX y principios del XX para transformarse en una de las mujeres más famosas de Norteamérica. Ella escribió, dio conferencias, enseñó y predicó sobre temas de teología, la iglesia y la sociedad, en una época en que esas actividades estaban casi exclusivamente dominadas por los hombres. También sanaba a los enfermos por medio del poder de la oración, y enseñaba este ministerio de curación a otros —tanto hombres como mujeres— que venían a estudiar con ella. Muchos denunciaron tal audacia espiritual en una mujer y trivializaron su vida de una forma que no hacían con los hombres. Entre los que lo hicieron estaban biógrafos como Zwieg y Edwin F. Dakin, escritor de una revista estadounidense a quien Zweig le debía la mayor parte del degradante retrato de Eddy.
La diatriba de Dakin sobre Eddy salió dos años antes que la de Zweig. Él afirmaba que había basado su libro en la perspectiva de “el psicólogo y el neuro-patólogo”, pero sería más preciso decir que su punto de vista estaba basado en los estereotipos populares de las mujeres y en la especulación acerca de los supuestos trastornos mentales femeninos que los mismos psiquiatras han rechazado desde hace mucho tiempo por falta de validez. La propia fascinación de Zweig con Freud y sus teorías de mujeres inferiores e “histéricas” solo agravaron el problema. Al no tener en aquella época una evaluación más analítica e históricamente creíble, Zweig produjo una fábula cautivante de Eddy, percibida más acertadamente como una ficción que como una biografía.
Dados los nuevos conocimientos de los últimos 50 años y la necesidad de aclarar los cegadores estereotipos del antiguo paternalismo, algo del verdadero carácter de Mary Baker Eddy puede verse realmente hoy. (Véase, por ejemplo, los tres tomos de la acreditada biografía de Robert Peel: Mary Baker Eddy: The Years of Discovery, Mary Baker Eddy: The Years of Trial, Mary Baker Eddy: The Years of Authority.) Sí, la vida de Eddy fue complicada y llena de acontecimientos. La vida de la mayoría de los seres humanos lo es. Pero esta amable, controversial y cristiana mujer tenía sumo interés y compasión por el tema del sufrimiento humano. Esto la llevó a establecer una iglesia y una enseñanza que buscaban alivio en la luz y el amor de Dios, como lo revela el cristianismo del Nuevo Testamento. Como muestran los registros, ella no enseñó (y nunca dijo) que “Cualquier evento es todo evento, y Yo soy su ley”. Lo que ella dijo a los miembros de su iglesia fue que la siguieran “sólo en tanto que ella siga a Cristo”. Como el antropólogo social Miguel Jesús Hernández-Madrid ha escrito, el énfasis en “la praxis la Ciencia Cristiana” está en “las experiencias de los primeros cristianos” y en “la oración de Jesús… [al beatificar]… la vida divina ya presente y operante…” (LiminaR. Estudios sociales y humanísticos, 2014).
Cualesquiera que hayan sido las controversias que su liderazgo como mujer ocasionó en la sociedad tradicional, Eddy consideró que su propio propósito y misión eran enteramente religiosos. Su motivo era cristiano y su intención era tener una receptividad cada vez mayor al amor y al poder de Dios. “¿Vamos a tener un cristianismo práctico, espiritual, con su poder curativo…?”, ella preguntó en un folleto publicado por primera vez en 1891. Ella insistía en que “A la mujer no se le debe mandar a la retaguardia, ni atormentar por tomar parte en la obertura de los ángeles”. Eddy hablaba con la convicción de la experiencia propia. Ella veía el poder transformador de una realidad espiritual, de la ley divina, en la cual el amor invariable de Dios tuvo un efecto tangible para revertir el sufrimiento humano. En dichas circunstancias, y cualesquiera hayan sido las restrictivas costumbres de su época, ella y sus seguidores realmente no tenían otra opción más que seguir avanzando hacia donde los guiaba la luz.
Diana Rojo
Comité de Publicación de la Ciencia Cristiana para México