Muchas cosas se han escrito y se han dicho en contra de Andrés Manuel López Obrador; la mayor parte de ellas, podemos identificarlas en tres corrientes: las de sus adversarios que con razón o sin ella sólo intentar atajar al candidato presidencial a como dé lugar; las de conciencia –muchos de ellos reconocidos intelectuales, académicos, escritores y periodistas- que han tratado de advertir sobre lo que está detrás del personaje, aunque ello les haya valido el mote de conservadores enmascarados de liberales; y sus seguidores, quienes como los primeros, no les interesa discutir ni analizar, sino sólo descalificar a quien descalifica.

Pero ninguno es tan eficaz, tan explícito, y a veces tan transparente como el propio López Obrador para hablar de sí mismo. Ayer planteábamos en este espacio la metamorfosis que ha sufrido y los riesgos que conlleva un triunfo que empieza a verse más lejano. Las referencias de ayer no son las únicas.

En agosto de 2007, Hugo Chávez decía de la nueva Carta Magna que había dado a Venezuela. «Nuestra Constitución, una de las mejores del mundo, está blindada de cualquier capricho personal», y entonces el Presidente se quedó en el poder hasta que falleció en 2013, dejando una trágica herencia en la persona de Nicolás Maduro.

En esa fecha, arropado por una popularidad avasallante e irreflexiva, Chávez presentó a la Asamblea Nacional los cambios en la Constitución que le permitirían, entre otras cuestiones, salir reelegido indefinidamente, cosa que realizó como cualquier capricho personal. Engañó con la verdad, ya que el único camino que se dejó para sí fue la reelección.

Además de la eliminación de la cláusula que le impedía postularse nuevamente a la presidencia de la República, la propuesta de Chávez consideraba la creación de nuevas instancias de Gobierno, una nueva organización administrativa del país y la modificación del sistema socioeconómico, para impulsar el «socialismo del siglo XXI», algo similar a lo que aquí conocemos como la “república amorosa”. Hablar de socialismo sería suicida para López Obrador.

El mandatario entregó su propuesta de modificación a la Carta Magna de 1999, que él mismo impulsó y que calificó como «la mejor del mundo», justo cuando su Gobierno afrontaba escándalos de corrupción. Hoy Nicolás Maduro hace lo imposible para modificarla con el mismo propósito: mantenerse en el poder.

Quienes abrazan la causa lopezobradorista han justificado superficialmente que México no es Venezuela y que aquí no hay las condiciones para que eso suceda, independientemente de que su líder no tiene la intención de hacerlo. El propio López Obrador demostró que eso es falso, al menos en lo que se refiere a sus intenciones.

Este martes, durante el evento –que más bien pareció misa de las 12- en el que fue electo como candidato presidencial del Partido Encuentro Social (PES), propuso lo mismo que Hugo Chávez:  elaborar una nueva “Constitución moral”.

Según la nota de El Financiero, el tabasqueño revivió la idea de la campaña presidencial de 2012 y planteó poner en marcha una “república amorosa”, la cual sea guiada por “un “código del bien”. “Hacemos el compromiso de convocar a muchos ciudadanos, mujeres y hombres de buena voluntad, para la elaboración de una constitución moral; así como existe una Constitución política. Vamos entre todos a elaborar una Constitución moral”, planteó.

Pero acaso si no tiene una naturaleza jurídica vinculante, ¿se quedará en una especie de las tablas de Andrés Manuel y sus mandamientos?

Y nuevamente mostró su contradictoria metamorfosis: el candidato presidencial de Morena-PES-PT también invocó “el amor de Cristo” y la “importancia de la familia”. “Desde el Antiguo Testamento hasta nuestros días, la justicia y la fraternidad han tenido un lugar preponderante en el ejercicio de la ética social. En el Nuevo Testamento se señala que Jesús manifestó, con sus palabras y sus obras, su preferencia por los pobres y los niños”, mencionó.

Consideró que esto no se contrapone con su concepción de Estado laico, ya que “Jesús fue muy claro: ‘A Dios lo que es Dios y al César lo que es del César’”. Señaló que en caso de ganar el 1 de julio llevará al gobierno la premisa de que “sólo siendo buenos podemos ser felices”. Y afirmó que el amor es fundamental para lograr la reconciliación en México, ya que “la crisis actual se debe no sólo a la falta de bienes materiales, sino también a la pérdida de valores”.

Si bien se entiende que estaba ante un auditorio de rancia formación religiosa, los mensajes de López Obrador confunden a sus seguidores, aunque no lo reconozcan. Al final, como Chávez, también nos estaría engañando con la verdad.

Al final, no son las personas quienes comparan a Andrés Manuel con Hugo Chávez. Es él mismo…

Las del estribo…

  1. Según el Tribunal Electoral, ni el gobernador ni su hijo se promocionaron electoralmente con el reparto de despensas del programa “Yúnete”. ¿Lo dicen en serio? Se ha dicho en este espacio que al Gobernador no le importan la popularidad ni las encuestas porque lo importante es el control de los poderes fácticos e institucionales. ¡Ahí tá!
  2. En Veracruz no habrá candidatos independientes a ningún cargo de elección popular. Eso tiene muchas lecturas: la mafia de los partidos políticos es absoluta, el órgano electoral ciudadano está encargado de que los ciudadanos no pasen; y está claro que a los ciudadanos el tema electoral les importe un comino, acaso como circo mediático y de escándalo hasta que llegue el día de la elección, en el que decidirán a quien castigar. El voto se ha convertido en un acto de castigo -el único momento en que el ciudadano se siente con poder-, y no de elegir a quien merezca el cargo, eso también es lo de menos.