De la disciplina

Una de las carencias fundamentales de la especie humana, es la disciplina.

El hombre se ha visto proveído de disciplina, aplicada por ordenes establecidas por los intereses de los grupos dominantes, y en esto los diversos aspectos van formando el habitus social, que influyen en las estructuras que produce la inducción a la sociedad.

Estas inducciones, generan un incarceramiento de las libertades de los pensamientos y la conducta humana, del dominante hacia el dominado, y en ello esta inmersa la burocracia.

No se les permite pensar, se les norma, como forma de sometimiento al derecho fundamental de la libertad. La normas de las instituciones someten al individuo a una conducta alienada para los intereses de los dominantes. Y en ello se establecen procesos de daño emocional, que la persona toma o cree que son enfermedades por las que esta cursando. Somatiza, y ese dominio le deteriora.

El viejo sistema de la burocracia somete en el tiempo y el espacio a quien “logra” ingresar a su sistema en búsqueda del sustento de sus necesidades primarias. Pero estos estadios, no le permiten visualizar más allá de las barreras de su entorno burocrático, en el cual nunca alcanza objetivos y que se están renovando permanentemente en un calificativo, llamado programas operativos o metas. Y estos estados amurallados de condicionamiento, subyugan al individuo en su espacio y tiempo a un deterioro paulatino de su condición física y mental, que genera y provoca alteraciones del alma y del espíritu.

Estas sociedades dominadas y controladas en la burocracia, denotan conflictos existenciales, que influyen profundamente, en las acciones violentas, que se manifiestan con oscilaciones pendulares, que en un principio es de placer, posteriormente de dolor. Que son alimentados estos ciclos por las expectativas de “mejoras” a las que son sometidos los individuos ante el incremento de las y sus necesidades, dejando lo mejor de sí, en un dominio de  tiempo y espacio de su existencia.

De la experiencia

El señor Don Antonio, un hombre agudo, comentó, hace ya algunos años, a una señora conocida, destrampada en felicidad, cuando le refirió a éste, que a su hijo, acababan de otorgarle una base en una dependencia gubernamental, y que ello le tenía feliz. La respuesta inmediata de Don Antonio, fue; no deberías estarlo, le quitas la oportunidad de demostrar su capacidad, una base es como una plancha de cemento que le colocas en los pies, que lo sujeta  a las normas, y ya no dejan que se mueva en libertad.

Y en efecto así es, estos sistemas burocráticos, sujetan a los individuos a una sociedad pro-estatal, que les domina y somete a los intereses del ente dominante, perdiendo la capacidad de reflexión y la creatividad. Cuando alcanzan a jubilarse, lo hacen llenos de frustraciones con una miserable pensión, por haber supeditado su voluntad a una oscuridad de violencia conductual, ante su realidad.

La libertad interior y la autodisciplina, permiten superar estas normas de sometimiento conductual, porque la existencia, es única, y ya no habrá otra oportunidad de aprovechar el tiempo y el espacio. Por ello el ser humano debe de proveerse de la razón verdadera, y no de una razón inducida.

El problema del tiempo, es ése. Es la entidad que altera el presente, y que se vuelve fluctuante, en cada instante como un pasado, pero al mismo tiempo un presente. O lo que era el presente transitorio, es el pasado inmediato. El tiempo es sucesión, es en sí, vida, de acuerdo a la razón del hombre.

A Nietzsche, le desagradaba que se hablara en el mismo tiempo y espacio de Goethe y de Schiller, porque lo sentía como una forma irrespetuosa de la existencia. Ambos terminaron su espacio y su tiempo en Weimar.

Jorge Luis Borges, en su obra El Tiempo, menciona que : “podríamos tener un mundo en el que no hubiera otra cosa sino conciencias”.