Del amor

El esplendor de muchos poemas parten del amor, de fervores esenciales que la vida depara a un ser humano, y se vuelven admirables, en ocasiones reverenciales y repetidos muchas veces por los hombres, tantas, que se van haciendo realidad.

La historia sagrada de la vida, se convierte en poema cuando se permite el protagonismo memorable de la confesión de amar.

Y es que el amor, surge del mismo amor y más de las veces de los destinos, de los sentimientos invisibles que emergen ante la sensibilidad real o imaginaria, de la curiosa mirada, del escucha, o de la provocación de los sentimientos, que el ser humano recepciona del mundo exterior. Ese mundo que provoca motivaciones en su interior. Y es así que de la puntual transformación de los hechos, hacia los sentimientos, se impulsan las voluntades, los instintos, los amores, los sentimientos, con temperamentos creativos, que convierten al hombre en un ser humano, impulsando su instinto animal en eróticas reacciones de pasión, trasladándolo  en una curiosa imaginación creativa en cada instante de la vida.

Almas y  sentimientos, actúan en la fortaleza del ser y son sus motivos que los trasladan al empeño de remontar los terrenos escabrosos. Cuando los hombres fingen omisión deliberada, se advierten en la vaguedad de sus deseos.

Góngora en una parte de su obra describe las dimensiones  poéticas de la creatividad erótica.

“Desnudo el joven, cuando ya el vestido

océano ha bebido,

restituir le hace a las arenas,

y al sol lo extiende luego,

que lamiéndolo apenas

su dulce lengua de templado fuego,

lento lo embiste, y con suave estilo

la menor onda chupa al menor hilo”.

Es así como el hombre mantiene en constante vaguedad sus elucubraciones, incertidumbres y certezas que le provocan el deseo, fuerza y voluntad ante las vicisitudes que el transcurrir de la vida le depara.

Hipólito 428 a. C.

Pero cuando se trastocan progresivamente del ser, su incertidumbre, interviene con voz  y acciones atronadoras que irrumpen en las interpolaciones de su naturaleza. Eurípides, uno de los grandes poetas trágicos griegos, describe en su obra “Hipólito”, la soberbia de los dioses.

Hipólito, gran amante de la caza y las artes violentas, veneraba a la diosa virgen de la caza Artemisa y detestaba a la diosa del amor, Afrodita. Ésta, en venganza, dispuso que la madrastra del joven, Fedra, se enamorara locamente de él.

Cuando la mujer se ofreció a su casto hijastro, éste la despreció. Fedra se suicidó para salvar su honor, pero su nodriza, que había trasmitido a Hipólito sin el consentimiento de Fedra su pasión, resolvió librarse de culpa: escribió en una tablilla que Hipólito había intentado violar a Fedra y la dejó junto al cadáver de ella. Cuando su padre volvió y vio lo ocurrido, clamó venganza a Poseidón y el abuelo de Hipólito respondió enviándole un monstruo marino mientras su nieto cabalgaba en su carro. Hipólito murió aplastado por sus propios caballos.

De Afrodita

“Soy una diosa poderosa y no exenta de fama, tanto entre los mortales como en el cielo, y mi nombre es Cipris. De cuantos habitan entre el Ponto y los confines del Atlas y ven la luz del sol tengo en consideración a los que reverencian mi poder y derribo a cuantos se ensoberbecen contra mí. En la raza de los dioses también sucede esto: se alegran  con las honras de los hombres. Voy a mostrar muy pronto la verdad de estas palabras. El hijo de Teseo y de la Amazona, alumno del santo Piteo, es el único de los ciudadanos de esta tierra de Trozén que dice que soy la más insignificante de las divinidades, rechaza el lecho y no acepta el matrimonio. En cambio, honra a la hermana de Febo, a Artemis, hija de Zeus, teniéndola por la más grande de las divinidades. En el verdoso bosque, siempre en compañía de la doncelIa, con rápidos perros extermina los animales salvajes de la tierra, habiendo encontrado una compañía que excede a los mortales. Yo no estoy celosa por ello. ¿Por qué iba a estarlo? En cambio, por las faltas que ha cometido contra mí, castigaré a Hipólito hoy mismo; la mayor parte de mi plan lo tengo muy adelantado desde hace tiempo, no tengo que esforzarme mucho”.

De los Monólogos de Froylán

En el cambio las cosas empiezan a suceder por si mismas. Échale un ojito a lo que nos pasa.

Quién sabe por qué, pero hay cosas tan sencillas que no se pueden explicar sencillamente.

Cosas de la vida: comienzas por querer observarlo todo, terminas por no ver nada.

Multitud de veces las cosas que suponemos haber hecho bien las hicimos correctamente mal.

De que las cosas no son como son, sino como se contaron, no deja de ser una frase de quien sabe quién.

Todo es relativo: en el principio ves la botella media llena; cuando estás a medios chiles la ves medio vacía, cuando te hallas hasta las chanclas, la botella no la ves.