Sonex es una de las bandas jóvenes más importantes y consolidadas de México, además de haber recorrido buena parte del país, se ha presentado, exitosamente, en Chile, Estados Unidos, Rusia (pero no son espías, ¿eh?), Haití, Israel y Alemania. Ha obtenido tres premios internacionales: El premio LUKAS (Latinoamerican United Kingdom Awards) -celebrado en Londres, Inglaterra-, como mejor banda emergente internacional. El premio IMAS de Telehit y la Cerveza INDIO, como mejor álbum de folclore, además obtuvo el premio de la gente en ese certamen. El primer lugar del concurso Tu música también cuenta, organizado por National Geographic Channel y Myspace en conmemoración del Día de la Tierra, concurso en el participaron más de 11 500 canciones.
Todo nació de manera casi azarosa cuando cinco jóvenes entre los 15 y los 17 años fueron convocados, de manera aislada, para tocar en una fiesta.
Helio Martín del Campo, percusionista y jaranero, es uno de esos cinco convocados, platiqué con él y me narró su historia personal y la del grupo.

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Yo nací en el Puerto de Veracruz, toda mi familia es de allá. Mi abuelo materno era saxofonista de jazz, era un mulato de Michoacán y mantenía una familia de seis hijos y su esposa, y alguna otra mujer por ahí (risas) porque vivía la vida loca como lo que en ese entonces estaba pasando con el jazz, que llevaba una vida muy intensa, muy frenética.
Era una familia humilde, entonces, mi abuelo escribía piezas y las vendía. Dice mi mamá que les preguntaba:
-¿Qué quieren comer hoy?
-Unos frijoles con queso y unos plátanos fritos
-Está bien, no me interrumpan, déjenme que me concentre
Se sentaba en la mesa, sacaba sus papeles y un tintero que tenía y comenzaba a componer; cuando terminaba, se iba y regresaba con los frijoles y los plátanos. Nunca he sabido a quién le vendió los temas, me gustaría mucho averiguarlo.
Por el otro lado de mi familia, mi abuelo paterno tocaba la jarana y cantaba versos. A mis dos papás les gusta muchísimo la música, mi papá se dedicó a la música, como hobby, durante algún tiempo cuando estaba entre los 20 y los 31-32 años, le gustaba mucho la música latinoamericana: Víctor Jara, Violeta Parra, los Calchakis, Inti-Illimani. Hasta la fecha, yo tengo en mi teléfono discos de Inti-Illimani porque me gusta mucho escuchar esa música.
Cuando estaba yo muy chico, siempre escuchaba música y me gustaba mucho bailar. También producía fotografías, juntaba a mis primos y les decía vamos a hacer que somos que somos unos ninjas, tú ponte aquí en esta posición, tú ponte acá, vas a tener la espada, ponía la cámara y tomaba la foto.

Ay, cómo rezumba y suena

Cuando era niño me regalaron una guitarra, era muy corriente pero me emocionó muchísimo a pesar de que no sabía tocar ningún instrumento, la acostaba en la cama y le rascaba las cuerdas sin digitar las notas ni nada, solamente le rascaba y me pasaba 10, 15 minutos escuchando qué era lo que pasaba con cada cuerda. Después, ponía la música que escuchaba mi papá y la repetía tantas veces que me aprendía las melodías y empezaba a digitarlas con la guitarra, en una sola cuerda y lo que podía entender. Cuando mi papá vio que sí me interesaba, se puso a enseñarme las notas, cómo están construidos los acordes de la guitarra y por qué se construyen así, entonces, desde que estaba muy chico entrené mucho mi oído y de ahí para el real. Cada vez fue más sencillo para mí, cuando me llegaba un nuevo instrumento ya era muy fácil, no se me complicaba. Me regalaron una quena, empecé a escuchar melodías y empecé a soplarle y a soplarle hasta que las pude tocar. Luego tuve un bajo eléctrico y también empecé a escuchar la música y a seguirla.
Cuando ya estaba como de 13 años, mis papás vieron que iba un poquito más en serio con la música y me metieron a estudiar. Estuve muy poco tiempo pero sí tuve bases académicas en cuanto a teoría musical y me sirvieron de mucho para entender mejor lo que estaba haciendo en los instrumentos que ya tocaba. Estudiaba percusión pero no era percusión latina, no había cajón ni tumbadoras ni nada de eso.
Mi formación ha sido más por mi cuenta, ha sido más experimental, he explorado cosas, músicas y sonidos, y si bien tuve un entrenamiento académico, fue por muy poco tiempo, ha sido más importante mi espíritu de querer aprender cosas diferentes y nuevas.

El soniquete

Después tuve la oportunidad de viajar a España y de vivir ahí un tiempo, ahí conocí gente que me acercó al flamenco pero de una manera muy rara porque me decían:
-Oye, ¿tú qué tocas?
-Un poquito de batería y un poquito de tarola y un poquito de esto y un poquito del otro
-¿Y el cajón y la tumbadora y el bongó?
-No, pues no
-¿Entonces cómo es que dices que tocas la percusión?, no tocas nada (risas)
Y ahí empecé con la percusión de lleno, precisamente con el cajón. El flamenco es una música que me abrazó con una calidez tremenda; a pesar de que es un mundo un poco cerrado el de los gitanos, hubo gente que me dijo yo creo que tú puedes tocar, que tú tienes, como dicen ellos, el «duende» para hacerlo, tienes «soniquete». Como dice una canción de Paco [de Lucía], «si no tienes soniquete, pa’ qué te metes».

Recuerda aquellos versos que en esa noche te improvisé…

Antes de que me fuera a España, en la preparatoria conocí a Camil Meseguer -violinista de Sonex-, a Jerónimo González -bajista y jaranero de Sonex- y ya conocía a Luis Felipe [Luna] -jaranero, cantante y bailador de Sonex.
Cuando tenía como 16 años, un día me llamaron para ir a hacer una tocada en Jalcomulco por el cumpleaños de una amiga, que en paz descanse, que de llamaba María Borrel, nos llamó por separado a Juan Galván, a Jerónimo González, a Luis Felipe Luna, a Camil Meseguer y a mí. Fuimos a tocar y estuvo muy chistoso porque éramos estudiantes y al otro día de esa fiesta, que fue una fiestototota, teníamos que hacer un examen en la escuela a las siete de la mañana, eran las cuatro de la mañana y seguíamos ahí toque y toque. Al final llegamos al examen pero todos desvelados (risas) pero, bueno, María nos juntó y tuvimos la primera tocada de Sonex en el puente de Jalcomulco cuando teníamos entre 15 y 17 años. Eso fue en el 2004.

Sonex (Foto: David Domínguez)

A partir de ahí pasamos como un año sin tocar, solamente ensayando, nos ofrecían hacer conciertos en lugares de aquí de Xalapa y decíamos que no. Luis Felipe estaba haciendo sus instrumentos, nosotros éramos estudiantes, vivíamos en casa de nuestros papás. Seguimos ensayando hasta que un día dijimos vamos a tocar. Empezamos a tocar en La Tasca los miércoles, con dos mesas, solo había cinco o seis personas, se escuchaban los copazos y los cubiertazos y todo eso, y nosotros con nuestros sones de media hora cada uno, porque nos gustaba tanto escucharnos el uno al otro que había solo de violín, solo de requinto, solo de contrabajo, solo de jarana, solo de violín, solo de requinto…, cada son tenía 10 solos, pero era porque estábamos jóvenes y estábamos descubriendo cómo sonábamos juntos. Explorábamos todas las posibilidades musicales que teníamos por separado, pero haciendo música entre los cinco.
Después de tocar los miércoles, Chava Suárez [el dueño de La Tasca] nos dijo vénganse los jueves, porque ya se asomaban uno o dos que decían vamos a ver a los que tocan sones de media hora (risas). Empezamos a tocar los jueves y llegaba un poquito más de gente y un poquito más de gente y así estuvimos cuatro años y se volvieron tradicionales los viernes en La Tasca. Íbamos bien contentos a pesar de que no ganábamos tanto, más bien lo hacíamos por la música y por compartir entre nosotros, siempre ha sido así, afortunadamente ahora nos va muy bien pero creo que aunque no nos fuera bien, sería igual, lo que nos ha unido siempre es que a mí me gusta tocar con Luis Felipe, con Camil, con Jero, con Renato [Domínguez], y a ellos les gusta tocar conmigo, y no tenemos que tocar solamente son jarocho, podemos tocar cualquier otra música juntos y a mí me gusta cómo lo hacen ellos y me gusta compartir ese gusto con ellos, igual que con otros músicos pero, especialmente, yo me encontré con ellos y creo que todos nos encontramos en ese punto en el que dijimos esto es lo que queremos hacer, que se convirtió en Sonex.

(CONTINÚA)

 

SEGUNDA PARTE: La canción del cajón
TERCERA PARTE: Tanto le canto a la vida, tanto le canto al amor



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