El 15 de abril de 2017, el ex gobernador de Veracruz, Javier Duarte de Ochoa, fue detenido en Guatemala. Habían pasado casi seis meses desde que el 12 de octubre de 2016 solicitó licencia emprendió la huida a bordo de un helicóptero presuntamente facilitado por el gobierno interno encabezado por Flavino Ríos.

Diez meses antes de su captura, en las elecciones del 5 de junio de 2016, Javier Duarte se convirtió en uno de los factores que determinaron la derrota de su partido en las elecciones para gobernador del Estado.

Se le acabó la suerte en ese proceso electoral; y los veracruzanos le pasarron la factura por una pésima administración. Hay que recordar que durante su etapa en el gobierno estatal se dispararon los índices delictivos; la deuda asfixió a las dependencias estatales, al grado de que no hubo obra ni inversión pública; el desaseo administrativo fue evidente; y por si fuera poco, a los ayuntamientos no les llegaron a tiempo las participaciones federales (retenidas en la Secretaría de Finanzas); y a miles de burócratas y pensionados les retrasaron sus pagos.

Fue el caos provocado por el saqueo de los recursos públicos, que causó una enorme irritación entre los veracruzanos. Ello fue determinante para que los ciudadanos, al acudir a las urnas, buscaran una opción diferente a la que representaba el candidato del partido de Duarte, que fue el senador Héctor Yunes Landa.

Entre un amplio sector de la opinión pública permeó la idea de que el factor Duarte fue determinante en la derrota del PRI en ese proceso electoral.

Hoy, con los discursos pronunciados durante la visita del precandidato presidencial priista, José Antonio Meade, al puerto de Veracruz, queda claro que el tricolor busca un deslinde contundente del ex gobernador de la entidad, a fin de evitar que esa historia se repita.

La intención priista es impedir que se siga vinculando a Duarte con el Revolucionario Institucional y sus candidatos.

El aspirante del PRI a la Presidencia señaló que a los priistas “nos duele profundamente que Javier Duarte nos haya traicionado con la corrupción; nos duele que Javier Duarte haya lastimado nuestro prestigio; nos duele porque no nos define, no nos describe”.

Habría que comentar que el hoy precandidato priista a gobernador, José Francisco Yunes, ha dicho en reiteradas ocasiones que nada tiene que ver con el ex ejecutivo, hoy preso en el Reclusorio Norte.

Al iniciar octubre de 2015, si bien Yunes Zorrilla declaró que no existían condiciones para remover a Duarte ni para pensar en su renuncia al cargo, también se refirió a la distancia que le separaba del entonces ejecutivo en funciones: “Hay de mi parte una desvinculación total sin necesidad de caer en la estridencia”, dijo el hoy senador con licencia.

Entre la clase política veracruzana se sabe que si un político priista no era afín al ex gobernador, ese es Yunes Zorrilla, quien nunca mostró cercanía ni identificación alguna con Duarte.

El problema para el precandidato es que ante la opinión pública de Veracruz, sigue la percepción de que el ex ejecutivo estatal, del PRI, es el responsable de la crisis financiera, del saqueo y de la delincuencia desatada en el estado. Contra eso tendrán que luchar los priistas, si no quieren ubicarse en una desfavorable posición en el arranque de la contienda.

A dos años de su salida del gobierno del estado; y a nueve meses de su captura, el factor Duarte sigue como un pesado lastre para el PRI.

Reaparece Corintia Cruz

Corintia Cruz Oregón, ex candidata a la diputación local por Xalapa, uno de los cuadros del priismo más afines y más cercanos al ex gobernador Javier Duarte, reapareció este domingo en un evento público. Acudió al acto de Pepe Yunes y aprovechó para posar en una selfie con José Antonio Meade.

La foto circuló en redes sociales y no faltó quien dijera que con esas ayudas, el PRI no necesita adversarios. @luisromero85