Para los que me conocen, saben que soy un gran admirador de la historia política de Inglaterra y sobre todo de las instituciones políticas del Reino Unido, pero también saben que soy un liberal en lo político y socaldemócrata en lo económico y social. ¿Puede resultar esto una contradicción? Yo creo que no y lo voy a ilustrar haciendo referencia a la serie The Crown que actualmente se está transmitiendo por Netflix, la cual me parece extraordinaria.

The Crown tiene muchos méritos artísticos, sobre todo la insuperable actuación de Claire Foy como la Reina Isabel II, pero el mayor acierto de la serie es la presentación del papel de la Reina como Jefe de Estado, es decir, la monarquía constitucional en su principal función de garantizar la permanencia del Estado.

En la historia política moderna, y también contemporánea, los diseños constitucionales se dividieron principalmente en monarquías constitucionales o en repúblicas, así como en sistemas políticos-electorales parlamentarios o presidenciales. Aunque hay una variedad infinita de combinaciones entre estas distinciones, se podría afirmar que en general las monarquías constitucionales tienen sistemas parlamentarios y las repúblicas sistemas presidenciales. Sin embargo, ambos sistemas han conservado la división por lo menos en la letra, de tener una persona que es el Jefe de Estado y otra que es el Jefe de Gobierno, pero en los sistemas presidenciales en general ambas figuras recaen en la misma persona.

En México, siendo un sistema presidencial, el Jefe de Estado y el Jefe de Gobierno es la misma persona, es decir, el Presidente de la República. Y es precisamente este diseño institucional el que resulta muy frágil a la hora de tener presidentes tan débiles y criticados como el actual Enrique Peña Nieto, sobre todo si lo contrastamos con el prestigio y permanencia de instituciones donde el Jefe de Estado tiene una estabilidad política y simbólica como lo puede ser en una Monarquía, o un sistema como el alemán donde hay un Presidente separado del Jefe de Gobierno, o bien, el caso francés que con sus particularidades mantiene esa división.

The Crown retrata muy bien la figura de la Reina Isabel como Jefe de Estado y los momentos y crisis más importantes por las que pasó en su vida, y el gran mérito de la serie es precisamente que se concentra en lo que esos momentos significaron en la relación entre el Estado y el gobierno, en el carácter y formas de actuación de una institución que debe ser permanente en la salvaguarda de una Nación, es decir, el Estado.

Esta distinción del Estado como el conjunto de las instituciones nacionales es lo que la figura de Jefe de Estado tiene el propósito de conservar. En el caso del Reino Unido bajo el reinado de Isabel II, ella tuvo y tiene el gran mérito de haber mantenido intacta esa relación. Ello independientemente de la discusión que es cosa aparte de estar a favor o en contra de la figura política de una monarquía en general o de la monarquía inglesa en particular. Ese no es el punto que quiero discutir aquí, si no la importancia de contar en cualquier sistema político y diseño institucional con figuras que representen al Estado, independientemente de los cambios de gobierno que haya.

Por ello, es gravísimo que en México no sólo tengamos un Presidente sumamente débil, si no que se pongan en cuestión instituciones como las Fuerzas Armadas, que representan simbólicamente parte de la permanencia del Estado, en temas y problemas temporales como la seguridad pública o el orden social en circunstancias específicas.

Peor aún si se empieza a discutir la posibilidad de no poder criticar al Presidente de México a través de las redes sociales o de la opinión pública, porque lo que debemos distinguir aquí es que se trata de un ciudadano más que se eligió temporalmente, por un término, es decir, por un gobierno que dura una pequeña fracción de minutos en comparación a la estabilidad y permanencia del Estado.

Es por ello, que resulta necesario reflexionar sobre estas distinciones. Las élites políticas y económicas en el poder (que no representan al Estado, si no solamente a la composición de personas que controlan en un momento dado las estructuras del poder), están tratando de poner en duda que si un determinado candidato ganara la Presidencia, todo el Estado estaría en riesgo, y eso es una falacia enorme.

Sin embargo, y con base en precisamente el riesgo de que esos argumentos se impusieran, ha llegado el momento de discutir seriamente en México un cambio en nuestro diseño institucional en el que se separe al Jefe de Estado del Jefe de Gobierno.

La discusión política sobre las propuestas y los programas de gobierno no debe contaminarse con la especulación de un posible riesgo para las instituciones nacionales y el mismo Estado mexicano. Ante ello, hoy se abre la posibilidad de proponer contar con un Presidente que sea el Jefe del Estado, distinto, separado, desvinculado de la persona que los ciudadanos elijamos como Jefe de Gobierno.

Los nombres de las figuras pueden cambiar, y las formas de elegirse también, ya que incluso podríamos transitar a un sistema semiparlamentario como en Francia donde el jefe de gobierno salga de la composición del Congreso. Y en ese sentido hay mucho trabajo que hacer y una gran discusión que debe ser seria y lograr consensos al respecto. Lo que sí creo que será urgente pronto es contar con esa división y lograr tener un Jefe de Estado que no responda a los partidos políticos ni a la correlación de fuerzas en un momento dado, (algo que se vislumbra muy difícil dado el sistema y monopolio de los partidos políticos y sus élites).

The Crown es un documental de la vida de la Reina Isabel II, sí, pero si se ve con una perspectiva de análisis histórico y político, resulta ser una defensa muy inteligente, no de la monarquía, si no de instituciones fuertes que dan certeza a la sociedad y a los ciudadanos. En Reino Unido la Reina no gobierna, pero entonces ¿qué hace?… vean la serie.