La política se nutre de ideas, podrían haber dicho Antonio Gramsci, Norberto Bobbio o el recientemente fallecido Giovani Sartori, y lo pudieron haber dicho o pensado estos eminentes politólogos italianos, pero con toda seguridad esa, hum, idea nunca ha pasado por la árida mente de los grillos de la politiquería. Bueno, ideas, lo que son ideas, nunca pasaran por estas cabecitas locas llenas de ocurrencias y lugares comunes.

Y ahí llego al tema. Nuestra clase política, tan nutrida en el terruño, ha ido decayendo en el terreno del intelecto, y hemos cambiado para mal de modelo, pues terminamos por pasar de la figura y el pensamiento egregio de don Jesús Reyes Heroles a los balbuceos de muchos politiquillos actuales, que nunca han leído un libro o cuando menos un artículo de cierta profundidad, y se mueven en el terreno de lo pragmático, sustentado su pensamiento en las más cultivadas perlas de los lugares comunes.

Esa superficialidad y esa falta de inteligencia conllevan a un discurso en el que sólo caben las frases hechas, las oraciones vacías de significado, las expresiones llenas cuando mucho de ruido y furia.

Nuestros políticos… prefiero llamarles grillos. Nuestros grillos han terminado por componer un universo de palabras que en su conjunto no dicen nada. Son la quintaesencia del discurso priista, que tan bien copiaron las expresiones de otros partidos: panistas, perredistas y los representantes de las chiquilladas. Lograron convertir ciertos refranes populares en muestras repetidas hasta la exasperación del lugar común.

Nuestro refranero es un tesoro que no debía ser tocado, porque tiene joyas literarias -de pensamiento y de lenguaje- que demuestran el ingenio profundo del pueblo: “Pa un maistro cuchillero, un aprendiz de gatillo”, “El hombre es brasa y la mujer estopa. Viene el diablo, ¡y sopla!”.

Pero acá se usan frases hechas que suplantan a las ideas. Y son verdaderamente paradojales.

El vanidoso, el pagado de sí mismo, acude a cada rato a que “elogio en boca propia es vituperio”.

El poco agraciado, el feo, que campea en nuestros terrenos como una especie aparte, nunca deja de decir que “verbo mata carita”.

El hablador, el corrupto, recordará que “para tener la lengua larga hay que tener la cola corta”.

Y así, con estas ocurrencias empaquetadas, con estos remedos de ideas de plástico, nuestros grillos discurren en la vida y resuelven sus necesidades filosóficas más apremiantes, pues resulta que “en tierra de ciegos el tuerto es rey”.

Y ya que mencionamos a don Jesús, una frase suya -emitida con toda la ironía de que era capaz nuestro político tuxpeño que nunca quiso a su ciudad natal- ha tomado visos de refrán o lugar común, muy extendida entre la manada de ignorantes que llenan los eventos y las salutaciones: “La forma es fondo”, con la que pretenden resolver la superficialidad de su pensamiento.

Leer un libro, aprender, estudiar e investigar, verbos que han quedado en el olvido para nuestra clase política local y para la nacional también.

En este paisaje del intelecto yermo, cómo se añoran las mentes lúcidas de antaño, los verdaderos monstruos del pensamiento que llegaron a ser algunos hombres públicos, del que queda como muestra acaso solamente Porfirio Muñoz Ledo a sus 84 años o tal vez el Pablo Gómez que terminó por renunciar al PRD, porque se convenció de que no tiene remedio.

Frases hechas, lugares comunes… sucedáneos modernos del pensamiento.

Y el que a buen árbol se arrima…

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