Otto Granados Roldán se quejaba, en una conversación que sostuvimos alguna vez por el Twitter, que con 140 caracteres casi no se podía decir nada.

Él, que es un pensador formidable, un hombre sumamente informado y un escritor profundo, me decía que en ese reducido espacio casi no se podía decir nada inteligente, o congruente al menos… y menos todavía coronar alguna idea más o menos brillante hasta su conclusión triunfal.

Yo, acostumbrado a leer su prosa de largos párrafos llenos de sentido (¿aun con sonido y furia?), solamente pude proponerle que intentara desarrollar una idea en un conjunto de tuits, unos diez cuando menos.

Pero él con razón me adujo que así se volvía muy cansado ese canal de comunicación, hecho para trasmitir enunciados simples, minúsculas notas arregladas con palabras cortas, en las que cabía cuando mucho alguna ocurrencia.

—Prefiero comunicarme por teléfono o por el mail —concluyó, contundente como es él cuando expresa una opinión.

Es seguro que el embajador Otto Granados -que actualmente se desempeña como Subsecretario de Planeación, Evaluación y Coordinación de la SEP- ya se enteró de que Twitter va a extender el espacio para sus mensajes, y a partir del próximo martes todos los internautas podremos escribir el doble de caracteres en cada tuit que mandemos.

Sí, subirá de 140 a 280 caracteres su límite máximo para mensajes (tomando en cuenta que cada espacio en blanco cuenta como un caracter).

El doble de una cantidad siempre es un número imponente, pero dudo que el reflexivo y analítico autor que es Granados Roldán se sienta de algún modo satisfecho con la, para él, irrisoria cifra de 280 letras.

Si con 140 espacios sentía que no podía decir nada, estoy seguro que Otto sigue considerando esa cantidad duplicada como una camisa de fuerza para los/sus grandes pensamientos.

Cierto, hay que tomar en cuenta que el Twitter fue diseñado para el idioma inglés, y que la forma dialectal que usan los gringos es un lenguaje casi monosilábico. De ese modo tienen mayores posibilidades de expresarse, lo que no pasa con los hablantes de castellano, que nos gastamos una buena cantidad del mínimo espacio de Twitter en artículos, en preposiciones y en las irregularidades de nuestros verbos.

Ellos dicen “I like it” y apenas llevan nueve caracteres consumidos, cuando nosotros tenemos que hacer una buena inversión en letras y espacios (17, casi el doble) para decir lo mismo en nuestro idioma: “A mí me gusta eso”.

Así que el embajador Granados y yo tendremos que esperar a que el Twitter se abra realmente a espacios acordes con la exigencia de caracteres de la filosofía, la ciencia política y la literatura.

La literatura… bueno, muchos poetas han podido decir mucho con muchos menos caracteres, pero es que ellos son genios de la plurisignificación.

Van unos ejemplos como colofón [al final entre corchetes va el número de caracteres]:

“Lucho a deshoras con la pena invicta de sentirte lejos del proditorio alcance de mi mano”, Renato Leduc. [88]

“Dicen que un hombre no es hombre mientras que no oye su nombre de labios de una mujer. Puede ser…”, Antonio Machado. [97]

“Infame turba de nocturnas aves, gimiendo tristes y volando graves”, Luis de Góngora y Argote. [65]

“Sangre de yugo ha nacido, más humillado que bello, con el cuello perseguido por el yugo para el cuello”, Miguel Hernández [102]

“Mar eterno. Digamos que no tiene comienzo el mar. Empieza donde lo hallas por vez primera y te sale al encuentro por todas partes”, José Emilio Pacheco [129]

Y para finalizar ahí están los poemínimos de Efraín Huerta. He aquí algunos:

“Tango. Hoy amanecí dichosamente herido de muerte natural”. [56]

“Candoroso testamento. Ahora me cumplen o me dejan como estatua”. [62]

“Altura. Estoy exactamente a un metro con 74 centímetros sobre el nivel del mal”. [78]

“El cómico. Regularmente hago una vida bastante irregular”. [56]

“Imposibilidad. Por ahora no puedo ir a San Miguel de Allende. No tengo ni para el paisaje”. [89]

Y yo acabo de subir ayer un tuit exacto: 140 caracteres. Ni uno más ni uno menos.

“Periodistas de Veracruz: Javier Duarte los hizo ricos de mentiras y Miguel Ángel Yunes Linares, pobres de verdad (Apuntes, de Manuel Rosete)”.

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