La salida de Margarita Zavala de las filas del Partido Acción Nacional representa un duro golpe al proyecto del dirigente nacional de ese partido Ricardo Anaya. Por más que intenten minimizar personajes diversos del blanquiazul la renuncia de la esposa del ex presidente Felipe Calderón lo cierto es que les hace un boquete enorme. Margarita representa, junto con su consorte, y notables gobernadores, senadores y diputados federales de esa formación política, a corrientes tradicionales del panismo, reacios a las componendas y al batidillo ideológico que han sido el sello de la casa con el joven líder nacional. De que a Anaya ya se le hizo bolas el engrudo en su afán de quedarse a como dé lugar con la candidatura del PAN y del Frente Ciudadano ya nadie lo duda.

El pragmatismo a ultranza no siempre rinde buenos dividendos. Aunque la política sea el arte de la negociación y la construcción de acuerdos entre opiniones y posturas diversas, cuando se lleva al extremo, especialmente, al interior de los partidos, choca inevitablemente con posiciones doctrinarias, atavismos ideológicos o cuestiones de principios que hacen muy complejo que se acepte sin chistar abrir las puertas a candidatos externos, hacer alianzas con adversarios de antaño, o sumar a personajes con quienes la única afinidad que tienen los promotores de las mescolanzas partidistas es el apetito desmedido por el poder.

Por ello en amplios sectores del panismo la política de alianzas con organizaciones tan ajenas a ellos como el PRD no ha sido recibida con el mayor de los agrados por los sectores más tradicionalistas del blanquiazul. Han sido compañeros de viaje en batallas electorales pero en el ejercicio del gobierno en aquellos lugares donde han obtenido victorias las diferencias entre las formas y concepciones del quehacer gubernamental son evidentes. Y lo son más en los años recientes cuando la izquierda se ha ido aglutinando en torno al proyecto de Andrés Manuel López Obrador y su partido MORENA y el PRD ha quedado reducido a un cascarón donde lo que sobrevive es la rebatinga de las tribus por los espacios de poder que puedan tener como precio de ser mera comparsa del PAN. El PRD es hoy al PAN, lo que el PVEM es al PRI: una costosa rémora. Y ahí está el caso de Veracruz para ilustrarlo.

Ricardo Anaya estiró demasiado la liga y como era evidente que sucedería, puso en riesgo ya la viabilidad del rendimiento electoral del Frente Ciudadano al que gustosos se sumaron los dirigentes del PRD Y Movimiento Ciudadano, Alejandra Barrales y Dante Delgado, ávidos de colgarse del potencial del PAN en un escenario donde el rechazo al PRI y al presidente Peña Nieto les daba una gran oportunidad de pelear por la presidencia.

¿Quién gana con la salida de Margarita Zavala del PAN? Desde luego que el PRI y quien muy probablemente será su candidato, el hoy secretario de Hacienda José Antonio Meade, que reciben una bocanada de oxígeno que habrá que ver si les alcanza para retener la presidencia, pero sin duda el principal beneficiario de este quiebre del panismo es López Obrador, que de por sí ha sido desde hace meses el puntero en las encuestas y con este nuevo escenario ve prácticamente pavimentado el camino a Los Pinos.

Lo interesante ahora será ver la profundidad que alcanza la fractura blanquiazul en las entidades donde habrá elecciones como en Veracruz. Aunque en nuestro estado la dirigencia estatal se ha apresurado a minimizar la salida de Zavala del PAN y lo ha reducido a un “mal asesoramiento” que la llevó a esa decisión que “solo favorece al PRI”, lo cierto es que sÍ mete ruido al proyecto del gobernador, porque aunque el control de Yunes sobre el panismo local es férreo, no hay que olvidar que la apuesta del mandatario veracruzano por Anaya lo coloca ahora frente a la esposa del ex presidente Calderón, en cuyo gobierno fue director del ISSSTE.

Seguramente el michoacano y los aguerridos senadores panistas –que tienen ya amarres con el PRI- como Roberto Gil, Javier Lozano o Ernesto Cordero, leales a Calderón y Margarita, y  que amenazan a Anaya que no se quedarán cruzados de brazos van a meter presión por todos lados y Veracruz desde luego no será la excepción. Y si a ello sumamos el desencanto ciudadano con el actual gobierno, la apuesta del PRI por recuperar la plaza, el factor López Obrador en su tercer intento de llegar a la presidencia y sobre todo el peso de la entidad como reserva de votos, el cóctel es más que espeso para el panismo gobernante.

El paseo por las nubes que se imaginaban en el tránsito de la estafeta de padre a hijo –elección de estado de por medio- se complica.

Lástima Margarita.

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