Estímulos saboteadores

El exocerebro se define como la influencia cultural que surge de una sociedad y que interactúa con el cerebro del  individuo; de esta interacción se crea y emerge la consciencia. Esta influencia está representada por el lenguaje, los símbolos, los mitos y en general los sonidos. Estructuras, condicionantes del entorno que rodean al individuo.

La mente al igual que la consciencia, ha acabado siendo una especie de invaginación de respuestas al estimulo exterior. Las señales que conducen las respuestas sensoriales, entran o ingresan al organismo provocando vínculos entre los circuitos cerebrales internos, por efectos de las redes culturales y sociales externas.

La disfunción de ciertos sistemas neuronales, provocados por las redes culturales y sociales externas, lesionan la comunicación con el mundo exterior y más de las veces con el mundo interior de los individuos, lo cual causa efectos dramáticos en el comportamiento de las personas, llegándose al extremo de producirse sociedades depresivas, ansiosas, angustiadas, esquizofrénicas, en un contexto de inestabilidad emocional constante o permanente, que produce alteraciones bioquímicas importantes en el organismo.

Estas alteraciones bioquímicas, se somatizan y producen incremento porcentual en las tasas de padecimientos crónicos degenerativos-metabólicos, entre otras patologías como el cáncer.

Así mismo efectos neuronales progresivos que inducen la susceptibilidad del individuo al deterioro cognitivo, que en los últimos años la tasa porcentual de este tipo de padecimientos se ha incrementado.

Durante el período de la actual administración municipal en Xalapa, se han incrementado los estímulos saboteadores de la mente. La presencia desmesurada de anunciantes por la ciudad, ha influenciado y distraído la consciencia de la población, generándoles efectos neurofisiológicos dañinos para la salud.

Ninguna autoridad  ha intentado establecer un acto de impedimento, ante el embate de las empresas anunciantes. Quedando registrado en el subconsciente del individuo el daño psiconeurofisiológico, patología que evoluciona hasta alcanzar el deterioro reptiliano o primitivo del ser humano.

Esta irregularidad debiera ser sancionada por provocar daños a la Salud Pública. Y procederse contra los emisores de estos estímulos saboteadores para que se evite su permanencia y propagación. La omisión de quienes ejercieron y ejercen  el cargo de autoridades municipales con la responsabilidad de vigilar la función ecológica-ambiental y la salud pública; ediles y directivos encargados de estas áreas, que permitieron y continúan permitiendo este avasallamiento de estímulos y experiencias que afectan el cerebro y al organismo, en detrimento de la salud de la sociedad.

La vida reclama, ser capaces de establecer un equilibrio entre la realidad y los estímulos saboteadores, que alteran el pensamiento. Estos estímulos saboteadores se apoderan del individuo e invaden su cognicidad, perdiéndose el contacto con la realidad y alterando el orden mental. Si no hay orden en el pensamiento se alteran los estados emocionales y somáticos. Se vive rodeado e influenciado de efectos saboteadores que alteran la función neurofisiológica.

Lo cotidiano es eso, la inseguridad en todos los sentidos; ambientales, económicos, sociales. No sólo es la inseguridad como violencia, hay una violencia que daña a toda la población, la inseguridad de la incapacidad de los gobernantes.

La «imagen» de los funcionarios

La muerte clama a cada instante las distracciones del ser humano, en su incesante proceso de equilibrio demográfico. Quizá, por ello, la destrucción del hombre, por el hombre mismo, con la pérdida de la consciencia del daño al entorno ambiental. Lo que interesa es la refracción de la «imagen»  como «políticos», políticos a la vieja usanza; pavimentadores de calles, de guarniciones, de banquetas. Creadores de obstáculos estructurales urbanos para el ser humano, y facilitadores del transitar de los automotores. Ciudad para automotores. No importan las inconveniencias de efectos colaterales. Inmersos como están, en una dinámica permisible por la sociedad, de atenderse a sí mismos, para sí mismos, una imagen de alto costo social y económico.

Del erario, se toman fondos económicos que deben ser empleados para la cultura, se utilizan para vender una «imagen» superflua, que carece de profundidad política y humana, anquilosando los deberes para el desarrollo, pretendiendo continuar siendo «benefactores» sociales.

Las señoras DIF

Los llamados DIF, en donde se coloca a la consorte en turno, de quienes acceden al poder, desconociendo el contrato social en el que pretenden participar y dirigir,  al no haber recorrido con antelación el entendimiento y la praxis política-social, establecen acciones personales y comunitarias en contra de las mismas sociedades.

La legislación en México, debe de reconsiderar estos comodatos a las consortes, ya que el dominio de estas áreas, les hace considerar que son acreedoras del mando, constitucional o no, de hecho o por derecho, que les permite la intromisión en la toma de decisiones relevantes, que afectan las más de las veces al conyugue en el poder y a la sociedad.

Estas respetables señoras, que pierden o extravían lo respetable desde el momento que aceptan hacerse cargo de una función que no debiera corresponderles, ya que poco conocen, o desconocen mucho la función pública, sus objetivos y sus entramados jurídico-administrativos-políticos, careciendo de consciencia social, que les genera soberbia. Y he ahí las consecuencias. No se les puede fincar responsabilidades cuando cometen irregularidades administrativas, porque jurídicamente no tienen la personalidad de funcionarias públicas, sus cargos son «honorarios».

De Salvador Novo

«Diálogos»

«Sigue durmiendo, imbécil.  Yo tendré la libertad. Hasta la libertad de llevarte conmigo si quisiera. Podré hacer las cosas que te ha faltado el valor de acometer; las que están prohibidas, las que no se deben hacer, las que implican riesgo; aquellas para realizar las cuales, es necesario abrir las puertas, o derribarlas. Y mira; ya empiezan a mancharse tus manos, de lunares violáceos y amarillos. ¿Sabes cómo se llaman esas manchas?  Se llaman las flores del sepulcro. Con tus músculos flojos ahogados en grasa, con tu cabeza calva hundida en los cojines, llena de números y de palabras muertas. Y tus manos lacias, como grandes hojas marchitas. Hasta ellas llegas; ahí terminas. Con ellas habrías podido acariciar, o matar, o esculpir, o fijar una piedra sobre otra y elevar una torre. Y tus piernas. Estaban hechas para andar, para correr, para ascender. Habrían sido duras y fuertes. Ahora son las columnas que sostienen tu abdomen, y tus manos las palas que te llenan el abdomen de combustibles.

¡Tu novia! Nunca la quisiste verdaderamente. Lo que antes te gustaba, era amanecer en una alcoba desconocida.

Aquí esta tu cartera. Es lo primero que cada noche extraes de tu ropa, y lo último que al siguiente día sepultas en tu bolsillo. ¿Qué es esto? ¿Un retrato? ¡Todavía lo guardas! ¡Ella tuvo valor, sabes! Ella si realizó su vida. ¡Cómo la deseabas! ¿Pero que hiciste para retenerla? Habrías tenido que romper los lazos, todos los lazos…y te faltó valor. Y ella se fue, dejándote para siempre. Y tú estás aquí, rodeado de tus hijos que no te quieren, que quieren que te mueras, como tú quieres que se muera Adriana, porque crees que entonces sí la buscarías, la traerías a vivir contigo, serías dichoso…A veces crees que ya la olvidaste. Y en efecto, la olvidas, como a ti mismo. Pero aquí traes su retrato. Aquí escondido, una muchacha sonriente y sensual, que te brindaba su juventud…y tú no tuviste valor.»