La irrealidad real

El Imaginario, asume que una realidad es tan cierta, como una ficción, porque la ficción es la misma realidad, construida desde la observación y la percepción de cada individuo que conforman un grupo social. Si la realidad es la vida cotidiana, la ficción se parece a ella porque es la realidad misma, llegando al extremo de insinuar que la ficción en que muchos viven es la realidad real. Pero la realidad, requiere de la realidad real, para aplicarse como un hecho verdadero, que busca encontrar la propia verdad.

Karl Popper que un poco antes de su muerte, definió a la mente como «un campo de fuerzas», que están expuesta a reflexiones diversas en donde el problema de la verdad, radica en suponer una actividad humana, basada en un pensamiento que no tenga un soporte fundado, en esa verdad.

En este dualismo, las ideas no materiales, se encuentran alejadas del determinismo de la existencia, de una voluntad que actúa en libre albedrío.

Descartes planteo la presencia de substancias pensantes o mentes, de un dualismo de mente y cuerpo, ese dualismo capaz de actuar sin conexiones neuronales, son capaces de mover al cuerpo a través de la glándula pineal. Es decir el alma moviendo al cuerpo.

Cuanta pasión producen esas verdades, cuantos atropellos a la realidad, por falta de esa capacidad para ver la verdad, no se alcanza una mayor y lejana visión, los rencores les obnubilan y la política se enceguece, y la dominan las pasiones.

Cuando las pasiones dominan, se sueltan las lenguas, se destrampan las emociones, siendo estas la inmediación para el abandono, abrumado y herido, de las pasiones que naufragan ante ese abandono de la verdad, y no hay repliegue, que signifique esencialmente la búsqueda del bien común, hay castigo al libre albedrío, por lo que se pasa de un estado de consciencia a uno de inconsciencia y crisis.

Y en esa crisis estamos, lo habitual, lo común, lo constante, es descalificar a quienes sostienen posiciones diferentes, porque su sentido de pertenencia a la diversidad de otros grupos sociales, con intereses propios, les impide ver la realidad y cualquier diferencia de opinión, es un retorno a ideas arraigadas en la irracionalidad. No se tiene la capacidad para discutir las opiniones de los otros, sino que existe una tendencia de códigos de deshonestidad.

En este breve periodo gubernamental, en Veracruz no se dilucida apertura democrática, si no que se somete a la fuerza que permita la culminación de los intereses de facciones y no del bien común. Y los miembros, todos, de la LXIV Legislatura, del no tan honorable congreso de Veracruz, se encuentran inmersos en acciones perniciosas, en donde se sienten amenazados los unos con los otros. Esta irresponsabilidad contribuye y acentúa la tragedia que se vive en Veracruz, que le ha llevado a extremos antes inimaginables y, que no existen políticas estratégicas para la culminación de esta historia de desgracias, en un gobierno del cambio, que no encuentra como cambiar. Que se pretende justificar, apoyado en los tiempos grises del pasado reciente, pretendiendo justificar la incapacidad, a una acción civilizadora moderada, que permita realmente la gobernanza.

Son días, meses y años convulsos, que impiden el desarrollo y atrasan el progreso, lo hemos dicho, no hay diálogo, ni consciencia social, ni ocupación política, ni preocupación y, mucho menos ocupación económica. Entre tanto el Presidente de la República, observa.

De San Agustín

«Entonces fui a dar entre hombres de una soberbia delirante y excesivamente locuaces en cuya boca se mezclaban en diabólico visco las voces, pero no eran sino sonido puro, no había en ellos verdad ninguna. Decían cosas aberrantes, no tan sólo de Tí que eres la verdad, sino también de los elementos de este mundo que Tú creaste»

«Fatigábame yo por descubrir las demás verdades, con el mismo empeño con que había descubierto ya, que es mejor lo incorruptible que lo corruptible; por lo cual pensaba que Tú, fueras lo que fueras, tenías que ser incorruptible».

«Es pues imposible que la corrupción pueda de alguna manera violar a nuestro Dios; por ninguna voluntad, por ninguna necesidad, por ningún caso imprevisto, ya que la voluntad y el poder de Dios, son Dios mismo».

De perseguidos y encarcelados de estos y otros tiempos

De la película Èloge de L´amour, año 2001, del director Jean-Luc Godard: «Yo vivía angustiado», dijo Tristan Bernard cuando lo arrestaron…»pero ahora viviré esperanzado».