Veracruz podría ser el escenario de una comedia, de no ser porque cada vez involucra más vidas humanas, truncadas por crueles verdugos. No solo vivimos violencia e impunidad en los bajos fondos, ahí donde se mueven las bandas criminales, sino también en los más altos niveles políticos.

La audiencia celebrada en Guatemala, en la que Javier Duarte de Ochoa se allanó a la solicitud de extradición presentada por el gobierno mexicano, por delitos federales y del orden común, nos ha mostrado en toda su magnitud cómo, en aras de mantener el poder político por parte del exgobernador Fidel Herrera y gracias a las debilidades de nuestra democracia, Veracruz entronizó por casi seis años a un personaje que cualquiera calificaría de sociópata.

Cínico y sinvergüenza, Duarte aprovechó esos minutos de gloria que le otorgaron las televisoras mexicanas y varios medios que transmitieron en vivo la audiencia, no para pedir perdón por el gravísimo desfalco y el enorme y continuado engaño con que desvalijó a la tesorería pública de Veracruz, sino para reiterar que es inocente y que todas las acusaciones y su encarcelamiento son producto de una enorme confabulación en que estuvieron envueltos tanto el gobernador Miguel Ángel Yunes Linares como los medios de comunicación locales y nacionales.

Ni los meses de encierro en un centro penitenciario de Guatemala, en torno al cual se han tejido varias historias de sobajamiento, hostigamiento y supuesto riesgo de ser víctima de sus compañeros de prisión, le han hecho bajarle una rayita a su prepotencia.

Claro que puede soportar cualquier cosa, si eso hizo durante su etapa de paria del Tío Fide, quien lo denigraba un día sí y al otro también, sin pagarle siquiera para que se echara al buche una miserable torta y un boing para bajárselo.

Rapado y barbado a lo hipster, Javier Duarte aprovechó para echarle el carro a Yunes Linares y adelantó cómo enfrentará su juicio en tierras mexicanas, rodeado del ruido de los medios de comunicación, tendiendo espesas cortinas de humo para ocultar los graves delitos cometidos contra los veracruzanos.

Una policía Morena, la propuesta de Manuel Huerta

Y mientras eso ocurría en Guatemala, en un impasse que hizo olvidar por un momento a los veracruzanos los graves niveles de inseguridad que se viven en el estado, en Xalapa otro payaso (gordo y barbado también) no suelta un solo día los micrófonos para decir una tarugada tras otra. Me refiero al dirigente estatal de Morena, Manuel Huerta Ladrón de Guevara.

Acostumbrado acaso al autoritarismo de su dirigente nacional, Manuel Huerta acude cada día al café de La Parroquia, donde reporteros ávidos de tener la nota lo asedian mientras él se deja querer pronunciando tonterías.

La última ha sido verdaderamente irresponsable. No solo le ha faltado el respeto a sus compañeros que fueron electos para ser alcaldes, síndicos y regidores a partir del primer minuto de 2018, sino también está faltando a un precepto constitucional, el de la autonomía municipal, cuando se atribuye la facultad de establecer políticas públicas para los 18 municipios ganados por Movimiento Regeneración Nacional (Morena).

¿Qué tiene que hacer un vulgar dirigente partidista en la definición del futuro de los municipios, sobre todo en un tema tan sensible como el de la seguridad pública? ¿Ha consultado el asunto con los alcaldes electos? ¿Han tenido estos la posibilidad de plantear sus propias propuestas para atender la grave inseguridad y violencia que sufren sus municipios?

Manuel Huerta Ladrón de Guevara no ha tenido la delicadeza de, al menos, convocarlos para hacer un anuncio que, por cierto, tiene muchos asegunes: que los 18 municipios morenistas solicitarán hacerse cargo de la seguridad pública y abandonarán el Mando Único, porque no ha dado resultados.

“De acuerdo a la Ley, los ediles son quienes deben estar a cargo de las policías municipales y no el estado, como actualmente se hace. Morena retomaría la Constitución por Ley le corresponde a los alcaldes hacerse cargo de la seguridad de los ciudadanos”. Si no es el gobierno del estado el que debe regir las políticas de seguridad pública, sino los ayuntamientos, menos debe hacerlo un partido político. Habrá que recordarle que en algunas comunas en que Morena no tenga mayoría absoluta, tendrá que poner a consideración de los ediles si toman o no en sus manos la seguridad pública.

¿Con qué policía municipal se harán cargo ayuntamientos tan importantes y asolados por la delincuencia organizada y los delincuentes comunes como Poza Rica, Xalapa y Coatzacoalcos? ¿Tendrán la posibilidad de formar inmediatamente a policías capacitados en la materia, certificados mediante los exámenes de control de confianza? ¿Podrán gestionar de inmediato presupuestos suficientes para equipar a sus cuerpos policíacos con vehículos, armamento y demás vituallas?

Como todo para él es fácil, también busca resolver el tema a nivel estatal, y este lunes pidió la renuncia del secretario de Seguridad Pública, Jaime Téllez Marié, aunque no recomendó a alguien para sustituirlo.

“El problema es que la política de seguridad del que mal gobierna Veracruz y del que mal gobierna el país está encaminada a que la línea imperceptible entre delincuencia y gobernantes sigan de la mano”.

Por cierto, este martes, seguramente apoltronado de nuevo frente a un ‘lechero’ con canillas, Huerta Ladrón de Guevara consideró que la designación de un comisionado federal de seguridad no representará la solución para reducir la violencia en la entidad veracruzana, como no lo fue para Michoacán en 2014.

¿Qué propone? Un cambio en la política de seguridad en el Gobierno del Estado para que se reduzcan los índices de violencia en el territorio veracruzano. ¿Cuál sería ese cambio? No le pidamos demasiado, si solo es dirigente partidista y se engolosina frente a las grabadoras y las videocámaras.

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