Podría escribir de Miguel Ángel Yunes Linares y su nuevo proyecto político para 2018: ser candidato panista a la Presidencia de la República. Sabemos que mandó a los dirigentes estatales del PAN y el PRD, José Mancha y Jesús Velásquez, a postularlo. Luego, como no queriendo la cosa, ha agradecido la ‘espontánea’ adhesión de sus amigos y ha dicho ante periodistas que no le suena mal.

Pero ya hemos dicho en infinidad de ocasiones que Yunes no vino a gobernar, que su fuerte es andar en procesos electorales (lo único en lo que piensa y lo hace actuar); que la justicia le ha servido para mostrarse como paladín de la anticorrupción; que su batalla negra contra Andrés Manuel López Obrador y Morena ha sido su estrategia para colocarse en el firmamento nacional, y para quitar obstáculos en el proyecto familiar de mantener el poder.

Hay, por supuesto, cosas más interesantes. Por ejemplo, el proceso municipal que ya anuncia silencio a partir de este jueves, en vísperas de la apertura de casillas el próximo domingo 4. Pero hablar de ellas también significa mencionarlo, observar las acciones de Estado que ha instrumentado para, por lo pronto, hacer ganar a Fernando Yunes Márquez la alcaldía de Veracruz, en cuyo municipio ha instrumentado programas sociales que buscan atraer la simpatía jarocha, además de encimarle el caballo a Ricardo Exsome Zapata, candidato por Morena.

A seis meses de tomar el poder, son más los negativos que ha acumulado el gobierno del cambio. La violencia se ha enseñoreado como nunca en Veracruz de manera patética, y ya estamos en los primeros lugares en homicidios dolosos; no hay aún definición sobre el presupuesto, que él maneja a discreción; mantiene la postura de endilgarle al gobierno federal todas las acciones que se hacen en la entidad para evitar tocar los recursos estatales; el gabinete no tiene nada que hacer, más allá de correr empleados, aterrorizar a los que quedaron y colocar con altos salarios a operadores traídos de Puebla y Boca del Río. No hay una obra que haya comenzado y no se sabe qué hará en el segundo semestre de su primer año al frente del Ejecutivo.

Veracruz sigue padeciendo gobiernos inoperantes. El que se fue se caracterizó por robar hasta el último céntimo del erario para beneficio personal de la pandilla gobernante. El actual podría prescindir de buena parte de su nómina de altos funcionarios porque ninguno hace maldita la cosa. Los únicos que andan de la Seca a la Meca son el gobernador Yunes (el llanero solitario) y su coordinador de comunicación social, con su petaca a la espalda, grabando y transmitiendo lo que diga y lo que haga su patrón.

Aunque no ha gastado en medios de comunicación locales, salvo algunos contaditos, los recursos usados para la promoción nacional siguen siendo altos, y se hace un gasto extraordinario en redes sociales, y en fraguar campañas negras que permiten atacar a sus adversarios políticos, en particular, al PRI (con la espada filosa de su fiscalía) y a Morena, con videos, declaraciones degradantes y la instrumentación de acciones para que afiliados inconformes hagan ruido y se integren al PAN o al PRD, o salgan a decir que las candidaturas las vendió al mejor postor el Peje.

¿Qué estaremos pagando los veracruzanos con estos sucesivos gobiernos y los que quieren imponernos en los comicios del domingo y en los que vendrán en 2018? Con razón no le importó concursar por un gobierno de dos años si, a cambio, ello le permitiría colocarse en la fila de los presidenciables (aunque haya causado risa entre comentaristas de Veracruz y el altiplano), y asegurar un cacicazgo familiar que dejará inanes a los veracruzanos. ¿No debería pedir licencia al cargo para dedicarse, con sus recursos propios y no los de este jodido estado, a hacer proselitismo por todo el país?

La pregunta es si los veracruzanos seguiremos siendo los tontos de la colina o tomaremos en nuestras manos el destino que nos merecemos.

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